Esta
semana el turno es para, |
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Jordy |
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Es un hecho. Detrás de un todo niño prodigio
hay un padre o una madre más entusiasta que la
criatura en cuestión. Cuando un infante demuestra
alguna clase de habilidad especial, sus progenitores son
los primeros en alentarlo, ya sea con el deseo de llenar
su pecho de orgullo o sus bolsillos de billetes.
El caso de Jordy Lemoine es representativo. Hace más
de diez años, en las noches de discoteca del verano,
más de uno se vio sorprendido cuando escuchó
en medio de un ritmo dance los balbuceos incomprensibles
de un bebé, como si hubieran soltado a la susodicha
criatura en plena grabación de Technotronic.
Se trataba de un rubio niño francés, con
cara angelical y una vocecita fina, que respondía
-presumimos que a sus cuatro años lo hacía-
al nombre de Jordy. Lo que para uno eran balbuceos no
era otra cosa que la frase en francés “Dur
dur dètre bèbè” (“es
difícil ser bebé”), título
de la canción que fue hit durante más de
un verano, en la que el blondo infante relataba lo sacrificada
que es la vida de los bebés, sujetos a prohibiciones
y tiranías de los padres.
Algún mecanismo psicológico oscuro convirtió
este tema en un éxito entre chicos y grandes. El
primer disco de Jordy, Pochette surprise, vendió
diez millones de copias y el tema del que hablamos se
mantuvo en el número uno del Top 50 por quince
semanas consecutivas. Entró al Récord Guiness
como el cantante más joven en obtener un número
1 y llegar al Top 100 de la Billboard.
El éxito fue mundial. Los padres de Jordy -productores,
compositores y cantantes, los cabecillas del proyecto-
lo arrastraron a una gira mundial. Los jeques árabes
le ofrecían limusinas, los niños y adolescentes
lo adoraban, los más grandes bailaban a su ritmo
en las discotecas. Estados Unidos, bien dispuesto a recibir
cualquier éxito comercial, lo acogió con
los brazos abiertos. Como no podía ser de otra
manera, allí se arriesgó a encontrarse con
Michael Jackson, siempre entusiasta, por desgracia, a
la hora de conocer niños rubios, carilindos y con
menos de diez años de vida.
Luego de editar dos álbumes más, los padres
de Jordy decidieron explotar al máximo su pequeña
mina de oro. Crearon La Granja de Jordy, un espacio bucólico
combinado con un parque de atracciones, donde chicos y
grandes podían conocer al blondo cantante mientras
interactuaban con ponies, cabras y demás representantes
del reino animal.
Finalizando 1994, hasta el gobierno francés pareció
notar algo raro: sus canciones y apariciones frecuentes
fueron prohibidas en radio y televisión, al considerarse
que el niño estaba siendo explotado por sus padres.
La Granja fue cerrada dos años después,
los padres de Jordy se divorciaron y la fulminante epopeya
del niño pop llegó a su fin.
Hoy en día, con 17 años, Jordy no abandonó
la música, aunque sí la fama. Toca la batería
y es un DJ improvisado de música tecno. Con un
cuarto lleno de pósters de Zidane y de Michael
Jordan, en su casa ubicada en pleno campo de Caen, en
Francia el ex cantante también dedica su tiempo
a la danza, el judo y ocasionales tours con bicicletas
de montaña.
Cada dos por tres se deja ver en algún programa
de televisión. Su reaparición más
famosa fue en el 2004, cuando anunció su gran retorno
al mundo del arte, aunque no precisamente al círculo
musical: es el protagonista de un cortometraje de cine
del realizador Menneguin. La carrera del cantante promete
reflotar luego de caer del escalón de la fama,
sufrir el divorcio de sus padres y la polémica
por el trato comercial dado a su infancia. Al fin y al
cabo, Jordy parece haber aprendido una cosa: es mucho
más difícil ser adolescente que un bebé. |
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