Al cabo de años de carrera, Axl Rose parece haber aprendido la lección: faltar a sus propios recitales puede traerle serios quebraderos de cabeza, broncas con sus representantes y pérdidas económicas.
Por tanto, ha decidido portarse bien y concurrir a todos los recitales de su gira Democracia China, pero aplicándose a sí mismo el antiguo adagio según el cual "los reyes nunca llegan tarde, son sus súbditos quienes se adelantan". Días atrás, el público brasileño se enfadó justificadamente por el retraso en la salida a escena de la banda, situación que se repitió en nuestro país, aunque en menor medida.
Arriba el telón
Si bien los primeros acordes de la banda local Vendetta estaban previstos para las 21.00 horas, pasaban ya las 22.00 cuando se dejaron oír, o mejor dicho, no se dejaron oír. Porque a las chicas les tocó protagonizar una suerte de playback al revés a causa de un problema de sonido. Como Casandra, Laura Romero cantó su primer tema condenada a no ser escuchada por nadie, hasta que varios minutos más tarde se subsanó el inconveniente y la chicas pudieron llevar adelante una breve presentación, correcta pero escasa en potencia, situación no del todo achacable a la banda, que ofició de "prueba de sonido en vivo".
Más afortunados fueron los muchachos de Reytoro, cultivadores del más recio heavy metal, y por tanto más afines al público de Guns and Roses. Con ellos el ambiente comenzó a caldearse de verdad, haciendo estallar oleadas de pogo que sin duda habrán dejado su huella en césped del Centenario, algo que comprobaremos el próximo fin de semana de fútbol. La cancha estaba protegida por una lona que no cubría todos los sectores.
Luego de la rápida sucesión de bandas uruguayas, tuvo lugar un nuevo hiato destinado a montar el show de quien sería la estrella inesperada de la noche: Sebastian Bach.
El canadiense, líder de la disuelta banda Skid Row, se mostró en plena forma, derrochando carisma y abusando de la demagogia de forma tan descarada y simpática que resultaba imposible reprochárselo. El espigado vocalista se dedicó a mezclar los nombres "Uruguay" y "Montevideo", con una media docena de elogios pronunciados en un español de ocasión, lenguaje en el que insistía en que "todo el mundo cantar conmigo".
Sebastian le puso profesionalismo, efervescencia y actitud a su performance, logrando sus momentos más celebrados al interpretar temas de su antigua banda, como el popular "Monkey business".
Welcome to the stadium
A las 01.25 del viernes hicieron su entrada triunfal en el escenario los esperados Guns and Roses, con apenas algo más de una hora de retraso, y ante un estadio concurrido pero no repleto. La euforia de quienes estaban en el campo de juego fue inmediata, con el consiguiente pogo irrefrenable. La elección del clásico "Welcome to the jungle" como segundo tema del set, hizo esperar a los más optimistas un recital plagado de energía y velocidad, como los de los viejos tiempos. Pero dichas expectativas no se cumplieron, o al menos no totalmente.
Cierto es que la banda sonó vigorosamente y que Axl Rose -quien está bastante más flaco de lo que se esperaba- se tomó en serio su trabajo y emprendió unas cuantas carreritas por el escenario, excesos que lo dejaron visiblemente agitado.
Al igual que en los otros recitales de la actual gira, el repertorio de la banda abordó temas del tantas veces manipulado disco "Democracia China", así como piezas más antiguas y covers. Es de justicia destacar la buena actuación del nuevo guitarrista de la banda, D. J Absha, quien derrochó actitud, interactuó con el público y fue protagonista junto a Axl.
Lo cierto es que lo que comenzó como un recital de guitarras afiladas e intensas en la mejor tradición metalera, se fue desdibujando un poco con el paso de los minutos. Por momentos, las cuerdas rasgadas de las violas cedieron demasiado protagonismo ante las cuerdas percutidas de un elegante y atildado piano, instrumento agradable al oído pero no muy contundente que se diga.
Finalmente, el respetable se fue aplacando a fuerza de temas livianos con largas introducciones instrumentales, sin duda bien ejecutados pero sin la potencia exigible a una banda que supo practicar ritos más pesados y punzantes. Hacia las 03.00, hasta el pogo había sido aplacado, y muchos de sus cultores se habían alejado del escenario en busca de un vaso de refresco. Otros -ya rendidos- emprendieron la retirada definitiva.
Ni la pirotecnia, las llamaradas y otros artificios extra musicales lograron lo que sólo la banda en escena puede conseguir: la aclamación del público. Justo es decir que el recital tampoco fue un fracaso. Simplemente fueron los Guns de hoy día, desplegando arriba de un escenario un espectáculo prolijo y con irreprochable profesionalismo, pero sin el derroche de energía de tiempos más felices.
Gerardo Carrasco / Montevideo Portal