En el territorio de Masisi, sobre la bacheada vía de tierra que une las villas de Kitchanga y Pinga, se encuentra el Campo de Desplazados Kashuga I, y no lejos de allí, los de Kashuga II, III y IV. Entre todos ellos alojan a más de quince mil personas, que debieron abandonar sus tierras debido a la violencia desatada por algunos de los diversos grupos armados que han campeado en las últimas décadas por el país, segundo en tamaño en el continente africano. En el caso de Masisi, la activa presencia de las Fuerzas Democráticas para la Liberación de Ruanda (FDLR) y de los guerrilleros Mai Mai Sheka causó cientos de asesinatos de civiles inocentes y un número enorme de violaciones a mujeres, así como todo tipo de extorsiones y abusos.
Estos campos, creados por mandato del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) ofrecen una oportunidad de escapar a la violencia, pero la precariedad de sus condiciones de vida constituye un verdadero problema, especialmente si se tiene en cuenta que no se vislumbra el momento en que puedan regresar a casa.
Situado en jurisdicción de la Brigada Bravo de Urubatt, el campo Kashuga I fue objeto de una visita especial por parte de un grupo de periodistas uruguayos presentes en la República Democrática del Congo.
Abue Celestin Banze, Jefe de Villa o bien Presidente del Campo, fue el encargado de recibir al grupo de reporteros. Con una dignidad, continente y humanidad que no se veían en nada menoscabadas por lo notorio de su miseria material, el anciano hizo pasar a los visitantes a una modesta habitación de barro y paja, donde los hizo firmar el libro de registro del campo. Luego de las presentaciones de rigor y traductor mediante, cada uno de los periodistas debió explicar los motivos de su presencia en el lugar.
Rodeado de sus hombres de confianza o "Estado Mayor", Banze escuchó a sus interlocutores, mientras decenas de personas -mujeres con sus "mototos" subidos a la espalda, niños desnudos, adolescentes de intensa mirada- comenzaban a apiñarse junto a la puerta de la choza.
Finalmente, el anciano halló valederas las razones de los recién llegados, y tras agradecer con una amplia sonrisa su presencia en el lugar, procedió a guiarlos por las humildes instalaciones. Banze es uno de los tantos desplazados que, especialmente desde fines de la década pasada, se vieron obligados a desplazarse a Kashuga o campos similares, huyendo de los grupos armados.
Las chozas de los miles de desplazados son muy pequeñas y carecen de todo lo que el mundo occidental considera confortable. Sin embargo, no es ese el motivo de su principal reclamo ni su mayor motivo de queja.
Banze cuenta que la situación en los campos de desplazados nunca fue idílica, pero resultó sostenible mientras la ACNUR cumplía puntualmente con la provisión de alimentos. Pero desde mediados del año pasado esta asistencia comenzó a ralentizarse y espaciarse hasta casi desaparecer. Esta privación tuvo graves consecuencias en la vida cotidiana. Enfrentados al hambre "muchos residentes, especialmente jóvenes, comenzaron a robar", explica. Estos robos resultan doblemente tristes, tanto porque provienen de la más elemental necesidad, como por el hecho de que se producen dentro de los propios campos, siendo las víctimas tan pobres como los victimarios.
También las mujeres -responsables del trabajo y el sustento en la cultura local- sufren por esta situación. Para alimentar a sus familias, se ven obligadas a abandonar la seguridad del campo de desplazados, para ir a trabajar en ajenas tierras labrantías. De este modo vuelven a exponerse a la violencia de la que huían cuando decidieron abandonar sus casas. Muchos de los ataques sexuales son cometidos contra mujeres que acuden o regresan de su trabajo agrícola.
Ante esta situación, Banze entiende que si la entrega de alimentos no se regulariza, el gobierno congolés debería al menos devolver a cada refugiado a su tierra de origen, donde al menos podrían intentar ganarse la vida, pese a que en algunos casos podrían exponerse a grave peligro.
Posteriormente, el Jefe de Villa agradeció al contingente uruguayo instalado en la cercana base militar de Kitchanga, y en especial a su joven capitán, Gonzalo Ramírez, asegurando que desde que las tropas de paz compatriotas se encuentran en el área, las condiciones de seguridad han mejorado.
La ACNUR es responsable actualmente de la alimentación de más de un millón y medio de personas en Congo, 100.000 de las cuales se encuentran en la provincia de Nord Kivu, donde se encuentran los campos.
Por Gerardo Carrasco, enviado de Montevideo Portal a la República Democrática del Congo
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