La vida de Fernando Macarro Castillo, conocido por el seudónimo de Marcos Ana, es realmente digna de protagonizar una película, tarea que llevará adelante a corto plazo el director Pedro Almodóvar.
Nacido en Salamanca en 1921, en medio de un hogar campesino, Ana fue un activo combatiente por el bando republicano en la guerra civil española. Su padre murió durante un bombardeo franquista, y su madre sucumbió de frío y dolor frente a las puertas de la cárcel de Porlier —donde estaba confinado Miguel Hernández—, esperando una siempre denegada visita al hijo preso.
Capturado al final de la contienda, Marcos Ana padeció torturas de toda naturaleza, siendo condenado a muerte en dos ocasiones, para ser finalmente trasladado al penal de Burgos. En la prisión se caracterizó por su carácter rebelde, y por su esfuerzo por mantener elevada la moral de sus compañeros. Participó intensamente de las actividades clandestinas de los reclusos, como la lectura y circulación de libros prohibidos.
Las redes secretas que los presos mantenían con el exterior, le permitieron establecer contacto con figuras de la talla de Pablo Neruda o Rafael Alberti. Esas mismas redes servirían para difundir sus propios poemas, lo que generó una corriente de simpatía en su favor, cuya presión logró que fuera liberado en 1961.
Poco después, el Partido Comunista de Francia logró sacarlo clandestinamente del país. En Francia fue pionero del Centro de Información y Solidaridad con España presidido por Pablo Picasso. En 1963 inició una gira por el Cono Sur, permaneciendo algunos días en Uruguay.
Regresó a España en 1976, donde se le considera pieza clave de la transición democrática, por su afán reconciliador y su rechazo a todo tipo de revanchismo o venganza.
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El autor arribando a la sala de conferencias. Foto: Montevideo Portal |
Durante su alocución en una repleta sala de conferencias del CCE, Ana aseguró no ser más que uno de los muchos “héroes oscuros”, integrantes anónimos de una generación que luchó y murió por sus ideales en España y el mundo.
En lo que a actualidad respecta, habló acerca de la reciente Ley de Memoria Histórica vigente en su país, que otorgó indemnizaciones y obligó a retirar toda la iconografía franquista que pervivía en España pese a los más de 30 años de democracia transcurridos, aunque lamentó que la norma no anulara los juicios realizados durante el régimen dictatorial, juicios “donde figuran como criminales y asesinos, personas cuyo único delito fue luchar por sus ideas de un mundo mejor”.
Declaró asimismo que ciertos sectores de la derecha española actual son más reaccionarios que en los tiempos de transición. “La derecha está crispada, se ha echado al monte”, aseguró. Ante las acusaciones de revanchismo que dichos sectores realizan, el poeta afirma que “no hay que confundir amnistía con amnesia”.
Dentro del mismo tema de la charla, titulada "La memoria, esa eterna compañera", el escritor reconoció los crímenes cometidos por el régimen republicano, sin dejar de puntualizar que se trató de excesos lamentables que duraron unos meses, y no de una política de La República. A ello contrapuso la conducta de los militares sublevados, que “marchaban dejando tras de sí carreteras llenas de cadáveres, y continuaron matando durante cuarenta años”
Ratificando su postura pacifista, y su afán por una reconciliación de la sociedad en su país, el ex presidiario jamás reveló el nombre de la persona cuya acusación lo llevó tras las rejas. “Sería muy desdichado, muy infeliz que yo pidiera su cabeza, porque esa persona debe tener hijos y nietos, que podrían sentirse avergonzados. Mi única venganza sería ver triunfantes los ideales por los que he luchado, y por los que tantas personas dieron la vida”, aseveró
Destacó asimismo la importancia de la integración de la juventud en la vida política y en el proceso de memoria histórica. Sobre el tema, Ana explicó que los antiguos revolucionarios deben evitar “ponerse en mártires o dar directivas desde un altar”, dado que “La experiencia puede ser conservadora, y a veces hasta contrarrevolucionaria”.
Acerca de su vida de prisión, el poeta evitó incurrir en detalles emotivos. Sólo recordó, conmovido, el día que descubrió que hasta sus propios sueños estaban prisioneros, dado que sólo soñaba con la cárcel. Sin embargo no se rindió, y refirió el duro proceso que debieron encarar el y otros sobrevivientes de presidio: la reinserción familiar y social en un país aún hostil.
Sobre el libro en cuestión, que abarca su experiencia carcelaria y la actividad luego de ser liberado, Marcos Ana asegura haberlo escrito a instancias de amigos y compañeros que insistieron en la importancia de su testimonio, y obedeciendo el mandato de Neruda, quien decía que “lo que no se escribe no perdura”.
A los 87 años de edad, Marcos Ana posee envidiable vitalidad y perfecta lucidez, desarrollando intensas actividades sociales y culturales. Interrogado acerca de la posibilidad de tomarse un descanso y abandonar sus múltiples compromisos, asegura que los ideales de entrega y sacrificio en los que se formó y vivió siempre, le “impiden siquiera pensarlo”, asegurando que “vivir para los demás, es la mejor manera de vivir para uno mismo”.
Antes de abandonar Uruguay. Marcos Ana será distinguido como visitante ilustre de la ciudad de Montevideo.
Embajador de España Fernando Valderrama de Pareja, Marcos Ana, representante del PNUD, Pablo Mandeville, y el editor Osman Vega. Foto: Montevideo Portal |
UN POEMA
¿Cómo es la vida?
Decidme cómo es un árbol.
Decidme el canto de un río
cuando se cubre de pájaros.
Habladme del mar. Habladme
del olor ancho del campo.
De las estrellas. Del aire.
Recitadme un horizonte
sin cerradura y sin llaves
como la choza de un pobre.
Decidme cómo es el beso
de una mujer. Dadme el nombre
del amor: no lo recuerdo.
(¿Aún las noches se perfuman
de enamorados con tiemblos
de pasión bajo la luna?
¿O sólo queda esta fosa,
la luz de una cerradura
y la canción de mis losas?)
22 años. Ya olvido
la dimensión de las cosas,
su color, su aroma… Escribo
a tientas: "El mar", "El campo…
Digo "Bosque" y he perdido
la geometría del árbol.
Hablo por hablar de asuntos
que los años me borraron.
(No puedo seguir: escucho
los pasos del funcionario).
Gerardo Carrasco/Montevideo Portal