Por Gerardo Carrasco
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Wala Matala nació en 1989 en la ciudad de Kindu, en el corazón de Congo. Capital de la provincia de Lualaba e importante puerto fluvial, la ciudad se vio afectada por los intensos conflictos armados que han estremecido al país en las últimas décadas.
En 2002, la MONUC (nombre de la misión de ONU en Congo, que luego pasó a llamarse MONUSCO) dispuso la instalación de un contingente de cascos azules uruguayos en esa localidad, plaza que fue entonces ocupada por efectivos del Batallón "24 de Abril" de Infantería Nº 3.
"Yo tenía 12 años y conversaba con ellos desde el otro lado del alambrado", recuerda Wala, quien durante el último año fue uno de los traductores de las tropas uruguayas desplegadas en el país africano.
"Eran nuestros amigos, y nos ayudaban con comida, caramelos, y hasta plata", cuenta el joven congolés. "Así fui aprendiendo el idioma", explica.
Al año siguiente, el mencionado batallón fue relevado por la Segunda Compañía de Patrulla Fluvial (URPAC "K") de la Armada Nacional, cuyas lanchas patrulleras debían custodiar un tramo de 300 kilómetros de río.
Wala trabó amistad con los marinos, quienes al igual que los soldados, lo socorrieron. "Me pagaron la escuela. Gracias a eso, hoy tengo mi diploma de bachillerato en Sociología, y estoy esperando reunir dinero para ir a la universidad", cuenta el traductor, quien aspira a "salir siendo abogado".
Tras el retiro de la Armada de Kindu, la base de ONU pasó a manos de un contingente boliviano. "Con ellos también trabajé, limpiaba los baños y era pinche de cocina". Sin embargo, gracias al consejo y la intercesión de militares uruguayos, el joven consiguió contactarse con los Observadores de ONU, y comenzó a dar sus primeros pasos como traductor.
En 2011, siempre asesorado e incluso asistido económicamente por sus compañeros uruguayos ("mi barra", como él los llama, acostumbrado a los modismos militares) decidió ir dónde ellos. "Me dijeron que me fuera a Goma, porque ahí estaba la principal base uruguaya e iba a tener más oportunidades. Junté mi plata y lo que me dieron, y compré el pasaje de avión".
En este punto, vale la pena destacar que tomar un vuelo interno no puede considerarse como un lujo o capricho a la hora de trasladarse en un país como la República Democrática de Congo. Por el contrario, a menudo es la única manera de hacerlo.
Por ejemplo, la distancia entre Kindu y Goma es de algo más de 800 kilómetros, pero la falta de toda infraestructura vial hace que el viaje por tierra sea poco menos que impracticable. "La gente demora semanas" apunta Wala, y como si la tardanza fuera poco problema, cabe recordar que los caminos no siempre son seguros, debido a la violencia desatada por los grupos armados.
Una vez en Goma, Wala se contactó con los responsables de la base "Uruguay Presente" y poco tiempo después obtuvo su contrato para ejercer como traductor. Ese compromiso caducó en junio, días antes de que se registrara la presente entrevista.
Ahora, Wala sigue desempeñándose como traductor "pero local" en la ciudad, a la espera de una posible renovación de su contrato. Mientras tanto, continúa concurriendo a la base uruguaya, donde se le proporciona comida y se le permite acceder a Internet. Este apoyo es importante, ya que Wala no tiene familia en la ciudad. "Acá en Goma todo el mundo tiene el corazón con los ruandeses", opina, cosa que no es para nada singular teniendo en cuenta que Goma es fronteriza con Ruanda, país con el que Congo sostiene una compleja y tensa relación, marcada por conflictos y migraciones.
Con conocimientos de francés, inglés, español y lenguas locales, Wala podría ofrecer sus servicios también a otros contingentes de los que integran la misión de paz, aunque -como dijo Bartleby- preferiría no tener que hacerlo. "Podría trabajar con los sudafricanos o los indios, como hacen otros, pero no me sentiría cómodo. Me acostumbré a la manera de ser de los uruguayos", cuenta.
Wala confía en retomar sus tareas como traductor para MONUSCO, y así costearse los estudios en la universidad local para cumplir su sueño de recibirse de abogado. Otro de sus anhelos es viajar a Uruguay, y ver jugar a Nacional, equipo del que se hizo hincha a miles de kilómetros de distancia. Según su relato, el sentimiento tricolor surgió durante su niñez en Kindu.
"Soy de Nacional. Me gusta porque toda mi barra, todos mis amigos son de Nacional", cuenta.
Por Gerardo Carrasco
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