El Teniente General Carlos Alberto dos Santos Cruz, oriundo del sur brasileño, es al día de hoy el comandante militar de la Misión de Estabilización de las Naciones Unidas en la República Democrática del Congo (MONUSCO). El pasado lunes, el jerarca visitó sorpresivamente la base uruguaya en la localidad de Goma, ocasión en la que accedió a una breve conferencia con los periodistas allí presentes.

Durante el diálogo, De Souza trazó una breve semblanza de los elementos que hacen que el conflicto congolés sea tan enmarañado y de difícil solución. A los consabidos motivos económicos y políticos, disparadores de la gran mayoría de las guerras que en el mundo se han desatado, el mílite brasileño agrega otros que no son tan comunes: "La enorme variedad de grupos armados que han participado del conflicto" y el antagonismo racial entre diferentes etnias, lo que redunda "en un enorme uso de la violencia contra la población civil".

Interrogado acerca del papel jugado por las tropas uruguayas en el prolongado conflicto, recordó que los efectivos de nuestro país "han participado de la misión casi desde su origen" hace ya más de diez años, tiempo en el que "han recorrido la mayor parte del país haciendo toda clase de tareas. Eso las ha convertido en una tropas bastante experimentadas", ponderó.

En la actualidad, la MONUSCO emplea al contingente uruguayo "como un elemento de maniobra en las más diversas situaciones", siendo consideradas como "fuerzas de mucha utilidad".

Esto se debe a su capacidad "para responder con eficacia a esa variedad de funciones" que exige la situación congolesa. "La tropa debe tener una gran flexibilidad y capacidad de adaptación", insiste de Souza, virtudes ambas que, en su opinión, los efectivos uruguayos han demostrado poseer.

"El cometido principal es proteger a la población civil, y eso hace que en ocasiones se recurra a acciones de fuerza", puntualmente cuando no es posible disuadir a los grupos armados, explica el militar brasileño, quien sin embargo concede un valor muy especial a acciones incruentas, derivadas del entendimiento entre la tropa y la población a la que debe salvaguardar.

"Hay que ser fuerte en el momento en que se necesita serlo, y humano cuando se tiene la ocasión de ayudar. Cuando se tiene la capacidad de producir algo que aporte un beneficio directo la comunidad es importante hacerlo, porque genera una relación de confianza y ayuda directamente a las personas involucrada", señala.

Ese tipo de ayudas "no generan estructuras, no solucionan el problema de fondo", que es en rigor un asunto de los gobiernos, "pero les aporta algo concreto. Por ejemplo, la asistencia médica que se le pueda brindar a los habitantes próximos a las bases es valiosa para la gente, por más que no resuelva el problema de la salud en el lugar".

Finalmente, el jerarca de la ONU citó un caso puntual donde la resuelta intervención de los Cascos Azules uruguayos fue vital para la pacificación y recuperación de una zona. Se trata de la villa de Pinga y sus alrededores, adonde los uruguayos acudieron años atrás al rescate de un grupo de cautivos de los rebeldes. A pesar de ser emboscados y atacados, los efectivos compatriotas no se resignaron a regresar, y continuaron adelante con su misión. Esta acción dio origen a la actual base militar en ese lugar.

"Antes de la intervención uruguaya, Pinga estaba abandonada por causa de la violencia causada por los grupos rebeldes. Hoy la gente ha regresado allí, viven 25.000 personas, hay escuela y días atrás se inauguró una antena de telefonía celular. Hoy Pinga forma parte una vez más de la vida civil del país, y eso no hubiera sido posible sin la acción uruguaya", culminó.

Por Gerardo Carrasco, enviado de Montevideo Portal a la República Democrática del Congo