¿Existe el humor uruguayo? Yo creo que no. Al menos no en el sentido de lo que podríamos comparar con el (majestuoso) humor inglés, que ya no refiere a ese territorio sino a una característica que puede encontrarse en cualquier parte del mundo. ¿Serían capaces de describir a ese famoso "humor uruguayo"? Algunas respuestas apuntarían a cierto humor blanco y a un humor (miedito) inteligente, porque es como los argentinos describen a "Telecataplum". Y si hay algo que adoramos es que los argentinos nos digan cómo somos, en especial si cuando lo hacen dan a entender que somos mejores que ellos.

Esa definición (blanco, inteligente) tiene algunos problemas. Para empezar, no representa a la mayoría del humor que se hace por estas tierras, sino a una expresión de deseo que todavía acecha a la mayoría de los artistas del país: pegarla en la vecina orilla. Sin mencionar que es una definición vaga, que no menciona mecánicas del humor sino un par de detalles acerca de la forma de encararlo: sin decir malas palabras (blanco) y sin decir malas palabras (inteligente). A Jaimito no le gusta esto.

Así que este espacio no busca contestar una pregunta sin respuesta. Más bien se aboca al enunciado "¿Qué humores existen en Uruguay?". Y para ello intentará conversar con exponentes que han puesto el culo sobre la silla para escribir textos humorísticos que luego fueron leídos, contados, cantados o actuados. Por otros o por ellos mismos.

Con ellos hablaremos de lo que hacen y de cómo lo hacen. No con la intención de correr la cortina y revelar que el Mago de Oz es un viejito, sino para reconocer que ese viejito armó un juego de luces y colores, y eso no es tarea sencilla.

De paso descubriremos que el título del espacio es bastante mentiroso: el humor y la risa no necesariamente van de la mano. A veces se hace humor para incomodar al que está enfrente; a veces se hace humor para que se reía el que lo escribió.

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Para comenzar este "ciclo" no quise tomar grandes riesgos. Elegí a una persona que sé que ha pensado mucho acerca del humor y de su humor, y le encanta hablar de ello. Laura Falero nació en Montevideo en 1982, pero es de Canelones. Es conocida por sus unipersonales de humor, después de haberse destacado en el (por entonces) naciente mundo del stand up. Trabajó en radio, colaboró en la creación del libro "Esmoris Presidente" y sueña con el libro propio, aunque todavía no tiene clara la temática.

A diferencia de otros comediantes, no se subió al escenario para recibir el reconocimiento que sus padres no le hubieran dado, sino para decir cosas. Y vaya si tiene cosas para decir.

Desde chica estuviste relacionada con las expresiones artísticas.

De familia. Mi abuelo era violinista y mi papá era saxofonista. Músicos y apasionados del arte y la cultura en general. Fui muy estimulada de chica. Tarareaba temas de jazz por mi viejo y la cuestión popular de la música la descubrí más de adulta. Soy la generación que tiene que cumplir el mandato de dedicarse al arte, a producir arte de forma profesional. Que fue lo que ni mi abuelo ni mi viejo se animaron a hacer. Por el lado de mi madre me he encontrado con personas que les gustaba cantar y escribir. Había una intención, que quedó ahí porque eran tanos que vinieron en la malaria. Pero había sí una intención de ambos que se fusionó, y lo mío era inevitable que sucediera.

Inevitable, pero nunca lo sentiste como una obligación.

Al contrario. La obligación era el mandato cultural de tener la carrera profesional, con el trabajo y con la jubilación. Lo otro era un hobby. Estaba el mandato de "no te vas a poder dedicar a esto". "No vas a poder".

Era gente que tenía el mismo trabajo durante toda la vida.

En el caso de mi familia, empleados públicos. Mi padre fue la primera persona de la familia que accedió a la carrera universitaria, en plena dictadura. Mi vieja es docente e hizo su carrera como pudo. Yo fui criada con el mandato de la profesión, el trabajo y demás, y creo que romper con eso fue como extremadamente fuerte para mí, ya adulta, con una profesión e incluso perfilándome en un rol de redactora en empresas privadas.

No es que hiciste Bachillerato Artístico...

Para nada. Pasé por la Universidad de la República, estudié Comunicación, que me parecía que era lo que más me podía acercar, porque ni siquiera creía en las carreras artísticas. Y acá estoy. La comunicación me fue ayudando a entender cómo podía hacerlo.

Además del arte, ¿el humor ya estaba presente en tu vida?

El humor era la herramienta de comunicación que tenía mi familia, sobre todo de parte de mi padre, que tenía la herencia de grandes chistes clásicos que su padre y él le hacían a mi abuela. Por alguna razón que desconozco, quizás porque así se comunicó toda la vida mi familia, empecé a comunicarme así en mi entorno, con mis amistades. Era extremadamente introvertida y en el guetito mío de mis amigas y amigos el humor era la herramienta de comunicación. En un momento estaba esa cosa de esperar a ver qué hacía yo. Pero en la intimidad. Jamás pensé que pudiera desarrollarlo.

Tenías ese rol en los grupos humanos.

Sí, y también entendía de manera inconsciente que algo sucedía, una gratificación mía en algo que entendía que era un rol, no algo artístico ni profesional. Lo veía como un rol que alguien tiene en un grupo social y me iba perfeccionando. Una vez hice una obra de teatro, dije una cosa y el público se rio. Fue impactante lo que me sucedió cuando la gente se rio en masa. Ese recuerdo quedó.

¿O sea que te acordás de tu primera risa?

Totalmente. Estaba haciendo una obra de teatro, una versión de la Cenicienta. La que era mi madre mueve el brazo y me aplasta una teta. Entonces yo, con 11 años, digo: "¡La teta, madre!" y la gente empezó a reírse. Que en realidad fue porque dije "teta". Después entendí que la gente se ríe sobre todo de tetas. Eso fue lo más triste, darme cuenta de que mi primer chiste fue con eso. Fue cuando sentí por primera vez eso que me pasaba en mi círculo íntimo. Hoy lo reconozco como la primera vez que alguien se rio de un chiste, que no fue un chiste sino evidenciar una situación que estaba pasando.

¿Te faltaba reconocimiento en la familia? Porque viste que hay mucha gente que sube a un escenario en busca de eso que no tuvo de chica.

No fue mi caso. Muchos comediantes dicen que son comediantes porque sus padres no los quisieron. Al contrario. No solo me quisieron, sino que me estimularon para que fuera libre y decidiera. Yo intuyo que en mi caso tiene que ver con una cuestión más profunda, que tiene que ver con el rol social de las personas. Por eso a la comedia la considero como un acto político. Creo que el comediante aliviana la desesperación existencial y eso a la gente le produce ese alivio que hace que te quieran y te aplaudan. Pero yo no estoy buscando un reconocimiento. Lo tuve y gracias a que lo tuve es que ahora puedo. Por eso creo que la comedia es política y el arte es político: porque no me subo a un escenario para que me aplaudan.

Que la gente tenga un mejor momento que el que está teniendo.

Claro. Porque yo intuía que lo podía hacer. Al principio no había más que eso. Después fui entendiendo que lo que estaba diciendo tenía una responsabilidad, y yo quería ser responsable de lo que decía. Ahí empecé un camino más profundo, la búsqueda de una voz. De chica vivía en mi mundo, soy muy solitaria porque estoy en mi mundo. Y me dicen: "Vos pensás mucho". Me lo dicen todo el tiempo. Bueno, mi trabajo es pensar. Yo tengo que pensar y tengo que pensar rápido. Eso es lo que tengo que entrenar. Porque el proceso de crear un chiste y después hacerlo, lleva mucho tiempo. Muchas horas en mi casa investigando, viendo, enojándome, calentándome hasta que sale una cosa. Pensar es la base. El humor es mi única manera de comunicar. Comunicar desde la liviandad, desde deconstruir lo rígido.

¿No te imaginás escribiendo "en serio"?

Al contrario. Hago humor porque puedo escribir en serio. Escribo para mí, desde muy chiquita, cuestiones existenciales. Lo mío es existencialismo al 100% y conciencia de la existencia. Extrema. Que es esa cosa de mirarse al espejo y ser consciente de que existís y de que tenés una sensación extra que no sé si todo el mundo la puede sentir. Es profundo existir y ese ha sido siempre mi motor. Entonces, porque soy extremadamente existencialista, es que utilizo el humor. Para mí primero. Yo hago humor para mí, para salvarme a mí. Para salvar al mundo, no.

¿Cuál era tu relación con el humor ajeno?

Todo lo que tenía que ver con el humor estaba en casa y mi viejo lo consumía. Él mismo tenía, y después de que falleció lo encontramos, un cuaderno de chistes escritos a mano y recortados de los diarios y revistas. Después estaba ese humor intelectual, tipo Les Luthiers, basado en la música. Y desde muy chica descubrí a Almodóvar, que tenía una cosa promiscua que me interesaba. Me di cuenta de que, como mujer, decir una mala palabra o decir algo que no estaba asociado a mi género,  era revolucionario.

Como decir "teta".

Era rebelde. Entonces empecé a usar mucho eso, desde muy chica. Te estoy hablando de 11, 12 años. Empecé a entender eso de "¿cómo una mujer no va a poder decir...?". Que nunca lo verbalicé, pero hice ese proceso y me empecé a conectar con ese humor. Con el humor promiscuo, perverso, que va al hueso. Después me acuerdo de (Alejandro) Urdapilleta y (Humberto) Tortonese con (Alberto) Gasalla. No podía creer lo que estaba viendo y decía: "Sí, es por ahí". Almodóvar también tenía esa cosa de mostrar con liviandad el tabú existencial, sexual y celebrar todas las diferencias. Yo me sentía representada por eso. No tanto por otros tipos de humor, olmedísticos. Que también en mi casa se veía, porque Olmedo fue un ícono de la época. Después, cuando empezó a venir (Marcelo) Tinelli, (Guillermo) Francella, recuerdo que era adolescente y me rechinaba. Pensaba "No es por acá".

¿Cómo buscabas otras expresiones humorísticas en esa época?

Por amistades. Una amiga siempre me traía cosas. Porque lo iba descubriendo, porque tenía acceso. Después pusieron el cable en Canelones y tuvimos acceso a un montón de cosas. Mi padre tenía revistas "Mad" en español, que había conseguido en un festival de jazz en Mar del Plata en los ochenta. Fueron parte de mi bibliografía de la infancia. Y Mafalda, que en mi generación de amistades del interior, de clase media, trabajadora, nos conquistó a todas. Sabíamos todos los chistes. De hecho, los sé y todo el tiempo hago alusiones: "me hacés acordar a un chiste de Mafalda". "Esto me hace acordar a un chiste de Mafalda".

Te muestran el primer cuadrito y decís el remate.

A esos niveles. Y estuvo interesante cómo crecí leyendo a Mafalda. Porque la empecé a leer muy de chica, sin entender un montón de cosas.

"Burocracia, su lechuguita".

O las cuestiones de clase. Cuestiones revolucionarias, de gobierno. Fui educándome con Mafalda y entendiendo. Año tras año la seguía leyendo y la seguía entendiendo. Y eso te va quedando ahí.

Antes de dedicarte al humor ya tenías una vida estudiantil y una vida laboral.

Me encanta estudiar. Estudié Comunicación y mientras estudiaba Diseño Gráfico, todo lo que me ayudara. Estudié Narración y Guion muchos años en paralelo, para ejercitar la escritura, que fue lo que me guio hacia la comedia. Reconocer que podía escribir. Estudié Narración oral y creación de historias con Néstor Ganduglia. Y música siempre a la par, porque la música y el humor se conectan mucho. Estuve trabajando como comunicadora, como redactora cuatro o cinco años. En trabajos espantosos, en ambientes laborales tenebrosos.

En la época en que la gente se suscribía a servicios para recibir mensajes de texto.

Escribí relatos eróticos, tips de belleza, trivias y todo lo que te puedas imaginar. Hasta los 26 años fue durísimo, porque entré en un mundo y pensé que se terminaba ahí. Hasta que me despidieron de ese trabajo y fue bastante revelador, porque tuve una plata para decidir cómo seguir y dije "¿Por qué tengo que estar nueve horas sentada? Mi cuerpo no está ni ahí". Yo no puedo estar diez horas sentada porque no soy así. Me gusta mucho mi profesión de comunicadora y como comediante siento que el comunicador tiene un rol muy importante, que está siendo reivindicado. Entonces se me hizo muy fácil juntar las dos cosas y articularlas, pero tuve que romper con el esquema del mandato tradicional. Y más siendo mujer. Un montón de cosas que no me las decían en forma explícita, pero estaban.

¿Cómo llegaste al stand up?

El objetivo inicial siempre fue la escritura, después me encontré con que a veces era mucho más eficiente diciendo las cosas que escribiéndolas, otras veces escribiendo, y después entendí que es lo mismo. Entendí que articular las dos cosas era a lo que me iba a dedicar.

Descubriste esta herramienta que unía la parte dramática con la escritura y hubo un clic.

Un clic interno de entender que cada uno de nosotros tiene un discurso. Y ese discurso, porque tengo la facilidad y las herramientas para ordenar ciertas ideas, me empezó a parecer una responsabilidad. Que es la que me lleva todo el tiempo a hacer. Siento que hay mucha gente que tiene ideas, pero no hace. Y el clic me sucedió cuando me di cuenta de que, teniendo todas estas herramientas, tenía la responsabilidad social de hacerlo. Una cosa política de verdad.

Otros representantes del género construyen su personaje, pero vos construiste tu discurso.

Después de ver a grandes comediantes que han terminado sus últimos monólogos casi como si fuera un discurso político, intuí que el género stand up, además de hacer chistes, es un género contestatario. Por eso es tan bastardeado. Por eso tengo 10 años de comedia, y estoy estrenando una obra de teatro como actriz, y recién ahora me felicitan y me mandan flores. Es medio absurdo. Es medio triste. Me enoja, me divierte, me confunde. Soy efectiva porque hace 10 años me dedico a trabajar sin cuarta pared y entiendo cómo la gente se ríe. Pero hasta que estrené una obra de teatro, en un teatro, no se me reconoció.

Hablando de reconocimiento, cuando estabas empezando participaste en un concurso de stand up y te fue bien. ¿Qué importancia tuvo en el momento?

Fue raro. Me dio seguridad, porque estaba muy tímida. En la vida, no solo en el escenario. Me enfrenté al hecho de ser una mujer haciendo chistes, dentro de un colectivo de comediantes en el que el 90% son varones. Yo lo vivía con naturalidad, porque no vivía ninguna desigualdad. Yo era una privilegiada. Pero empecé a notar cosas que me hacían ruido.

Eso pasó poco tiempo después de empezar.

Fue enseguida. Escribí mi primer material y un amigo con el que hacíamos el taller mandó unos videos de una muestra al concurso y no nos avisó. Me llamaron y me dijeron "Quedaste", y yo "¡¿Qué?!". No me gustaba mucho, me parecía medio careta. Pero bueno, lo hice, quedé finalista, recorrí no sé cuántos departamentos. Fui a un montón de bares a actuar, entendí cómo funcionaba, crecí con mis compañeros, que fue lo mejor. Ver el crecimiento que tuvimos. Después empecé a combinarlo con mi profesión. Cuando todo eso pasó, dije "Acá tengo una veta".

¿Cómo te ganaste tu espacio?

Trabajando. Había productores que me fueron llevando, que me dijeron "Che, mirá, podés escribirle a tal". Surgieron oportunidades. Y oportunidad que tenía, oportunidad que aprovechaba para desarrollarme. Esa es la base que siento que mucha gente no entiende mucho: trabajar. Está bien que haya talento, pero yo lo único que hago es escribir, pensar y trabajar. Nada más. Ante los desafíos que se me proponían, yo trabajaba. Sentía que iba atrás en los textos, porque mi fuerte es el acting y las formas, así que me costaba mucho escribirle a otro, porque yo tengo mi propia forma. Me costó. Aprendí. Y trabajé para aprender. Después aprendí cómo, desde mi rol de comunicadora, podía ayudar a que personas o colectivos dijeran lo que quieren decir. Y a eso me empecé a dedicar. Trabajando.

Dijiste escribir, pensar, trabajar. Te sumo un verbo para que describas: memorizar.

Creo que tiene que ver con lo escolarizada que una esté y con las reglas individuales que uno tiene. En mi caso, estoy todo el tiempo pensando y buscando las palabras y las formas, y creo que ya hay un ejercicio mental que tengo incorporado. Después lo que hago es tener palabras claves y reglas mnemotécnicas mías, personales, graciosas, absurdas. Que a mí me sirven. Tengo mucha regla visual, con colores, subrayar. Está bueno entender que cada uno tiene su manera. Muchas personas que se quieren desarrollar en esto preguntan "¿Cómo hacés?". Yo te puedo guiar, pero vos tenés que tener tu técnica. Lo mío es visual y mnemotécnico. Y me funciona.

¿Te costó desarrollar una rutina de trabajo?

Tengo mis tiempos, y esos tiempos los fui entendiendo cuando empecé a trabajar. Porque al principio yo quería producir, producir, producir, y sentía que mi creatividad no iba acorde con los tiempos que estaban planteados. Una entrega, otra entrega. Entonces creé mi propia rutina. Y ahora me está pasando, hace como cuatro años, con respecto a mi material específico de stand up, que estoy un año bajando todas las premisas, todos los chistes, y ahí escribo el unipersonal. Mientras tanto hago el anterior, que termina cuando siento que estoy diciendo algo que ya pasó. Eso tiene un año, porque así lo entrené. Hice el ejercicio consciente de tener en todos lados una libreta y estoy un año escribiendo un unipersonal, mientras hago otro.

Cuando termina un unipersonal vas a esa libreta, que todavía tiene ideas desconectadas.

Ideas divertidas, premisas, chistes específicos, y los bajo. Y desde que lo hago me ha pasado que hay un hilo conductor en todos, y eso es muy interesante. En este momento viene ecológica la cosa. Estoy muy conectada con las políticas y las fisiologías vegetales. Pensando un mundo desde ahí, entonces todos mis chistes están relacionados con cómo crear un mundo desde un punto de vista vegetal y no tan antropocéntrico. Para eso necesito premisas fáciles de entender.

Y de memorizar.

Y eso es un trabajo importante. Tiene que ver con todo lo que está pasando a nivel neoliberal, social, de las tecnologías de gobierno. Estoy en un debate conmigo misma de cómo hablar de eso. Quiero hablar de eso, tengo información y cosas escritas específicas, pero siento que están muy intelectualizadas. Tengo que buscar la manera de encontrar imágenes claras sin que quede pedante ni soberbio. Porque lo que quiero no es que me siga yendo a ver la gente de siempre. Que sí, pero también me interesa transformar otras identidades que van por primera vez.

Sos comunicadora, así que podés hacer ese trabajo.

Estoy en ese trabajo. Fui ver una obra de teatro que se llama "Estado vegetal" de dos chilenas, una actriz y una dramaturga, que plantearon toda la obra desde un punto de vista vegetal. A mí me partió la cabeza y a partir de ahí empecé a pensar en eso. Que deberíamos sacarnos del centro y pensarnos como un todo. Enseguida empezaron a bajar las premisas, obviamente ecológicas, como lo que pasa con la basura, con el reciclaje, el plástico... Con no comer carne, o sí. Cómo vivo ese proceso de estar alineada con el ecosistema para sentirme menos mierda, pero también cómo comunicar eso para que cualquiera lo pueda entender y no quedarme siempre en nuestro guetito que hablamos de forma intelectual de esto.

¿Tus unipersonales van cambiando de acuerdo a la respuesta del público?

Yo no tengo límites, creo que las teorías sirven para usarlas y después hacerlas tuyas, sobre todo en las cuestiones artísticas. Cuando vino Félix Buenaventura, un comediante argentino con el que entendí un montón de cosas, había un chico con su novia y ella dijo: "Lo que pasa es que él está acostumbrado a ver stand up comercial, no está acostumbrado a ver esto". Yo pensé "¿Existe el stand up comercial? ¿Ya llegamos a eso?". Yo estoy un poco por fuera de ese circuito, entonces no sé muy bien lo que está pasando. Pero intuyo que hay un código que se está instalando en cuanto a una comedia normativa, que habla de lo mismo y quizás es un tanto... No sé cómo decirlo para no herir susceptibilidades... Como que siempre es la misma, sea la época que sea. Que va tomando cosas que se van deconstruyendo, pero sin hacer un ejercicio real de lo que pasa.

Capaz que ese stand up comercial es más "resultadista". Chiste que no funciona, se va. Y a veces el chiste es buenísimo, aunque no funcione. ¿En tu caso, qué hacés?

Yo hago lo que quiero. Me ha pasado con el correr del tiempo que he ejercitado hacer chistes que funcionen. Ahora, como estoy toda intelectualizada, quiero probar un bloque de chistes que se llama: "Chistes que nunca haría". Hay juegos de palabras, cosas que yo ninguneo, chistes chotos. Una rutina entera, de esos chistes que me salen fácil, pero en ese contexto y de esa forma. Porque mi forma de hacer humor tiene que ver con decir. A veces hay chiste y a veces no hay.

Muchos comediantes dicen que el público va a divertirse, entonces lo tengo que hacer reír. Estoy al servicio de ellos.

Eso va de la mano con hacer comedia para que te quieran. Yo en todas las artes que habito, cuando me subo a un escenario, me subo a decir "esto". Si a vos te agrada, genial. Si no te gusta, bueno. Ta. ¿Qué voy a hacer? No voy a hacer materiales para agradar ni voy a decir lo que la gente quiere escuchar. No me parece que sea la forma. Tampoco consumo ese tipo de cosas, así que te diría que no sé cómo se hace. Ahí entro en la disyuntiva del arte y el entretenimiento. ¿Qué significa entretener? Yo siento que es cuidar, proteger, alivianar. También ayudar a despertar una actitud crítica, que capaz que no tuvieron en casa, en la educación ni en ningún lado. Pienso mucho en eso.

Cuando el público te conoce ¿no perdés efectividad?

El otro día me pasó que había una mesa de gente que no sabían ni lo que yo hacía ni lo que hacía el género. Entonces se sorprendieron, sobre todo un señor que quiso imponer su cuestión medio machirula. De mi parte tuve una cosa de "Callate que acá estamos en otra", pero quedé todo el show medio conflictuada. Después, cuando me bajé, el público me agradeció por haber hecho eso, porque el tipo venía molestando. Entonces, al final no sé si eso ayuda al público, no solo la risa. Hace varios años me pasa que ya no siento que la gente se enoje o me manifieste que se siente mal por lo que digo. Tampoco quiero tener un público de gueto, porque no tendría sentido lo que hago. Sí siento la extrañeza de alguna gente cuando digo algo. Me gusta, les pregunto "¿Estás bien?". Soy de percibir y por eso trabajo desde las sociedades civiles, ya no trabajo más con marcas a no ser que me interese mucho, porque quiero trabajar con distintas poblaciones e ir observando cómo piensa la mayor cantidad de personas para entender después cómo puedo comunicar lo mejor posible.

¿En qué otros formatos estás haciendo humor?

Ahora estoy en el teatro, haciendo una obra de humor absurdo. Que fue un desafío imponente, porque es una tragicomedia que empezamos a ensayar hace un año o más. Es de Angie Oña, con Daniel Calegari, que también es comediante. Se llama "Éter retornable" y es muy curioso que esté retornando hoy con todo lo que está retornando. Me hace pensar en por qué el arte vuelve y los textos vuelven cuando tienen que volver. Así que estoy habitando ese lugar, que es totalmente diferente. Para empezar, los textos no son míos. La manera de hacer humor tampoco es la mía. Eso es fuerte, y para el ego es un viaje. Estoy trabajando mucho el humor desde el cuerpo y es imponente haberme dado cuenta de que existe esa herramienta. Y trabajo con otras personas para levantar un mundo absurdo, algo que me cuesta porque soy muy racional. Creo que me va a dar información que va a estar buena, y el año que viene cuando baje el próximo material me va a servir como herramienta.

¿Cómo fue tu experiencia en la radio?

Fue un aprendizaje que ojalá vuelva y pronto, porque lo extraño. Era escribir media hora de material todas las semanas. De hecho, eso me dio el entrenamiento para poder escribir un unipersonal por año. Siento que se necesita un medio contrahegemónico que haga mierda todo lo que está en la vuelta. Que se digan las cosas que se tienen que decir y no se están diciendo. También siento que estuve muchos años en la radio diciendo cosas que no se estaban diciendo, y que pasó totalmente desapercibido. Es duro. Cosas que están naturalizadas ahora y que yo las dije hace cinco años en una columna.

Hablando de escribir, tuviste una experiencia literaria con Jorge Esmoris.

Estuvo buenísimo. Jorge quería darle un cierre a "Esmoris Presidente" y Fin de Siglo le propuso hacer un libro. Él tenía todos sus monólogos, todo su material y hubo que bajarlo a un texto de humor. El trabajo estuvo buenísimo, porque conocí la obra de Jorge y su humor, y hubo que adaptar sus monólogos al libro, que era una especie de proyecto de gobierno. El intercambio fue muy interesante, porque Jorge siempre está alerta de lo que dice la gente más joven y me dio una seguridad que no me había dado nadie en ese aspecto. También entendí que ahora, que tengo 37 años, tengo que empezar a estar más cerca de los más chiquitos. Y me han hecho varias propuestas para escribir libros de humor, pero yo siento que todavía no me hizo el clic. Tengo ideas, tengo muchas cosas escritas en todo tipo de formatos, que he intentado bajar en un libro, pero todavía no encuentro cómo. Pero está llegando. Y siento que cuando haga el primero, voy a hacer muchos.

En todo esto ¿cómo se negocia con la realidad económica?

Me costó mucho al principio, cuando dejé mi trabajo normativo. Empecé trabajando como guionista, teniendo una unipersonal. Después descubrí el mundo de los artistas y las cooperativas que te dan una mano. Y lo que hice fue ser lo más estratega posible. Tengo un trabajo, en una escuela de teatro dando clases de canto. Después articulo mis trabajos por proyectos además de ese, que es el trabajo fijo. Y reconozco que desde hace varios años estoy eligiendo lo que hago y me están llegando todas cosas relacionadas con lo que elegí. Eso me gusta decirle a la gente que recién está arrancando y haciendo un camino: si querés realmente algo, te va a volver. Si querés trabajar con marcas y hacer un tuit esponsoreado, te va a llegar. Si querés canje, te va a llegar eso. A mí me interesaba otra cosa, ninguna es mejor que la otra. Aunque podría decir que es mejor lo que hago yo, pero no quiero decirlo. Obviamente es mucho más difícil, el camino es más tortuoso y tenés que lidiar con cosas distintas. Dineros más lentos, pero más sanos.

Por suerte tenés esa pata muy relacionada con lo tuyo, que es la docencia.

En estos últimos años fui entendiendo por dónde va. Porque considero que ser docente es una gran responsabilidad y a mí me faltaba pedagogía. Entonces estuve estudiando mucho y ahora pienso que debería formarme más pedagógicamente, porque hay una responsabilidad a la hora de enseñar. Pero tampoco es que me quiera dedicar a enseñar. Es una herramienta que tengo y que sé que lo puedo hacer.

Y que te sirve para "enseñar" tus ideas a los demás cuando hacés un espectáculo.

Todo eso. Y me está pasando que me dicen "¿Por qué no hacés un taller?". Me están presionando y no tengo ganas. Pero también me pasa eso de decir: "Si yo hago un taller acá, ¿no podría dar alguna información que pueda guiar a hacer una forma de comedia que es la que a mí me interesa?". Lo pienso. Lo que pasa es que a mí me costó romper con la idea de que hay una técnica rígida, que el chiste se hace de esta manera, esas cosas que yo aprendí... Un chiste cada 30 segundos, un aplauso, anoto en una planilla, si no se rieron lo pongo en verde, si se rieron lo pongo en rojo. Hay gente que hace eso. O me preguntan "¿Cuántos escenarios tenés?". ¡Ni idea! "Yo tengo 128". Mirá qué bien... Tienen horas de material, videos en YouTube. "¿Cuándo vas a subir videos en YouTube?". Ese mundo a mí no me interesa, pero que cada uno haga lo que quiera.

Yendo a cosas más puntuales del oficio, ¿podés salir de tu casa sin una libretita?

¡Jamás! Ahora tengo tres, porque tengo una más grande para cuando tengo reuniones. Ahí voy anotando lo que hablo y voy bajando cositas, además de dibujos y collages. En las otras más chicas tengo las rutinas que voy haciendo. Generalmente las tengo en la mochila; en todas las mochilas tengo varias libretas. Y en mi casa tengo un montón de libretas, en todos los cuartos. Ahí está lo del método de cada uno. Tengo una libreta de hojas de dibujo arriba de mi mesa, al lado de la compu. Eso a mí me permite que la idea no se pierda.

¿No se traspapela?

No se traspapela porque tengo una mesa enorme, en un costado de la mesa están la cuadernola gigante, lápices de colores, tijera, mucha cosa de papelería... Eso no se mueve. Es mi rutina, no lo toques. Va quedando todo en varias libretas hasta que me siento y lo bajo a la computadora. Ahí empiezo a organizar las premisas. Después de que bajo las ideas, remato las que no tenían remate. Y empiezo a memorizar las rutinas, que es un trabajo tortuoso en el que sufro y paso muy mal. Y eso solo lo sabe uno.

¿Tenés algún horario preferido?

Tengo momentos. Ciertas rutinas. Porque aparte está la música, que forma parte de todo eso. Tengo el piano, todos los instrumentos. Mi casa está acondicionada como un estudio, entonces tengo todo a disposición del proceso creativo, muy intencionalmente. Cuando estoy cocinando, cuando viene gente, cuando estoy sola, cuando me levanto... Todo el tiempo está todo eso activo. No tengo un momento, está siempre ahí.

¿No te cuesta eso de nunca alejarte de tu escritorio?

Me está pasando ahora que mi cuerpo empieza a cansarse un poco y me doy cuenta de que tengo que parar un poco. Parar de pensar, de producir.

¿Cómo te desenchufás?

En reuniones con gente amiga. Escuchando música, saliendo, caminando. Haciendo actividades físicas. Pero no sé si me desenchufo. Creo que no me desenchufo. Creo que es un infierno.

Porque si estás en una reunión con amigas y alguien hace un comentario, lo vas a querer anotar.

Sí. No hay manera. De hecho, me pasa hasta mirando un video de Intrusos de pedo que aparece en Facebook, porque veo una cosa que digo "¡Pero esta gente...!" y hago una observación. Es así. Todo el tiempo.

No tenés vacaciones.

Mucha gente a mi alrededor me dice que pienso mucho. Me esguincé hace poco y me dijeron "Eso quiere decir que tenés que parar". Como si fuera fácil. Que yo esté sentada con la pata para arriba no quiere decir que no esté pensando. "Escuchá a tu cuerpo". Yo lo escucho. También me doy cuenta de que la gente está un poco dormida. Creo que la vida es intensa, para vivirla, para pensarla, para repensarla. No la concibo de otra manera y me doy cuenta, no solo arriba del escenario, de que la gente no hace el ejercicio de pensar.

Lo dijo Mafalda: "Si vivir es durar, prefiero una canción de Los Bealtes a un Long Play de Los Boston Pops".

Es así.

El espacio de trabajo de Laura Falero.