Este 26 de julio a las 21 horas, la banda Vincent Vega celebra sus diez años de existencia en un escenario acorde al evento: la Sala Hugo Balzo del Auditorio Sodre.

El dúo devenido en cuarteto aprovechará la ocasión para repasar su repertorio en esta década, desde el folk y las influencias beatleras de sus inicios al desarrollo de una forma personal de cruzar géneros musicales tan distintos como la psicodelia, el blues, el funk y hasta la chacarera.

Los Vincent Vega estarán acompañados por invitados como Mandrake Wolf, Papina de Palma, Franny Glass y Cuarteto Ellas. La celebración de esta fecha redonda, al menos según la sobrevaloración del sistema métrico decimal en la sociedad occidenta, amerita repasar la entrevista hecha a Matías González Marichal.

Matías González Marichal y Mauricio Sepúlveda, los socios fundadores de Vincent Vega, se conocieron en las aulas de Facultad de Psicología como integrantes de la generación 2005. Aunque solo uno terminó la carrera (spoiler alert: Mauricio), una curiosidad intelectual común y el amor por los Beatles los unieron en un proyecto musical más duradero que su educación universitaria.

"Si veo a alguien que toca una guitarra, ya tengo interés en esa persona", recuerda sobre aquel primer encuentro el más callado de los dos (spoiler alert: Matías). Cada uno tenía su banda por entonces, pero luego de coincidir en un recital e intercambiar canciones propias la órbita de colisión de Vincent Vega quedó establecida.

El resto vino rápidamente: el ensayo de los temas, la formación de un repertorio propio y la asistencia de un amigo (el productor Guillermo Berta) para grabar en su casa del Prado su primer trabajo en formato dúo, el folk y beatlero disco homónimo.

Pasaron casi diez años entonces, una madurez que se hace evidente en su disco más reciente. Maquinaire, que vio la luz gracias a una campaña de financiación colectiva, funciona como una lectura personal de la genealogía del rock -explorando incluso en ramificaciones regionales- y también como un testimonio del crecimiento del grupo a través de varios géneros. Hay blues, doo-wop, charleston, rock and roll, folk, funk, incursiones en el beat uruguayo y hasta un experimento de chacarera, siempre pasados por el tamiz personal del ahora cuarteto.

Pero por sobre todo, como siempre, está la magia de Vincent Vega: la capacidad de hacernos sentir nostalgia por un tiempo que no vivimos, construida en base a su armonización perfecta de voces y la relectura del catálogo esencial del rock. Y si bien aún hacen guiños a los Beatles ("All of the sky") y nos siguen transportando con la misma gracia al Baile del Encanto Bajo el Mar, ("¿Quién sabe?", "Al unísono"), en este disco hay mucho más, tanto en la composición como en la producción y el sonido. La prueba de esta madurez, además de los experimentos ya mencionados, es el valsecito removedor de "Bajo el nogal", con la voz de Mandrake Wolf: George Orwell nunca sonó tan triste y emocionante al mismo tiempo.

Sobre la necesidad (o no) de seguir sacando discos, las enseñanzas del rock, las relaciones entre generaciones y el oficio esforzado de ser músico en Uruguay, charlamos con el guitarrista y vocalista Matías González Marichal.


Foto: Nico Di Trápani

¿Cómo fue la decisión de sacar en forma independiente un disco compacto, en épocas en que mucha gente prescinde del formato físico?

El producto disco es fruto de una gran discusión interna, en la que predominó la cuestión romántica. A esta altura es el fetiche del objeto, pero nos educamos sentimentalmente así y decidimos respetar eso. La realidad marca que para hacerlo hay que gastar un montón de plata y eso, sumado a los costos de grabarlo, hizo que recurriéramos al financiamiento colectivo, con la colaboración de gente interesada en el proyecto. Llegamos a tener una reunión con Bizarro Records y había buena predisposición, pero quedó sólo en una charla amable. Aprendimos cosas.

¿Qué cosas?

Viéndolo retrospectivamente, no sé si querría volver a sacar un disco. Me parece que es un gasto innecesario desde lo independiente; solo funciona dentro de la estructura que ya hay para la circulación de discos, con un sello que te coloca en las disquerías y te asegura un stock.

El disco como concepto también está perdiendo terreno frente a la escucha de canciones aisladas; ¿cómo lo sienten ustedes?

Es que la experiencia de escucha hoy en día se pierde, se consume en tres minutos que dura la canción y pasás a otra cosa. El disco te compromete de otra manera, ya incluso desde el gesto físico mínimo de sacarlo de la caja. Pero reconozco que es contradictorio, porque hace años que no compro discos, excepto a amigos.

En Maquinaire la responsabilidad compositiva recayó totalmente en Mauricio. ¿Es algo que se está dando más ahora?

Se fue dando naturalmente. Me fui sintiendo menos seguro con lo que llegaba en formato de canción, no así como guitarrista. Y Mauri se fue volviendo muy hábil y se metió en experiencias musicales que lo hicieron crecer en ese sentido. Para este disco tuvo una etapa de exuberancia compositiva y me pasó 30 temas en un año. Incluso mientras estaba de viaje con El Cuarteto del Amor me enviaba canciones: algunas me gustaban y otras no.

¿Cómo es decirle que no?

Depende. A veces hay que confiar un poco en el otro y no escucharlo con el oído de uno. Se da un equilibrio.

¿Cómo surge la inquietud común por las armonizaciones vocales y las influencias de los años 50?

Fuimos madurando influencias. Comenzamos por los Beatles, cuando teníamos 20 años, pero en esa época Internet no estaba tan presente; ahora está disponible toda la genealogía de la música del siglo XX. Y el descubrimiento de esa música fue paralelo a nuestro desarrollo como banda. Para el segundo disco ya habíamos escuchado mucho el rock de los 50: Carl Perkins, Buddy Holly, Elvis, Everly Brothers. Lo mismo con el blues. En nuestro primer disco teníamos una cuestión indie que fuimos perdiendo, que quedó asociada a algo más adolescente.

¿El indie te genera algo más naif?

Sí, en esa época lo veía así pero lo abrazaba. Después me fui aburriendo un poco de hacer las cosas mal de pinta nomás. Con el tiempo me preocupa dar algo a quien lo escucha que sea bueno, logrado, producir una experiencia estética en el otro que sea bella.

¿Tenían formación clásica?

No, yo soy muy vago. Fui a conservatorio un par de años y luego aprendí solo y en algunas clases con Juan Pablo Chapital, que es productor del disco. Mauri es autodidacta estudioso, y yo soy autodidacta más hippie.

Maquinaire amplía la paleta respecto a discos anteriores. ¿Fue buscado?

Eso salió de ampliar el rango de influencias. Yo lo veo más abierto desde los géneros y más cerrado desde lo tímbrico, tiene una identidad sonora más coherente que los anteriores. En eso fue importante el Chapa (Chapital) que pidió que intentáramos comprometernos con una idea sonora.

¿Tus referencias para la guitarra cuáles eran?

Yo me crié pensando que George Harrison era el guitarrista definitivo. Después de que ampliás la paleta... bueno, yo lo amo, pero no lo había escuchado con atención. Hoy le siento cosas más desprolijas o con sonido menos definido. Pero haciendo melodías en la guitarra es un crack. Luego, del blues me gusta mucho Freddie King, con un sonido que actualiza Eric Clapton. Jimi Hendrix me encanta también. Y Dick Dale, Link Wray, todos son guitarristas fantásticos que abrieron caminos. Eso no quita que no pueda disfrutar a Jonny Greenwood, Thurston Moore o Marc Ribot, guitarristas menos convencionales pero que parten de un conocimiento real del instrumento.

A la mitad del camino

A diez años de empezar con la banda, ¿sienten alguna clase de cansancio, o entusiasmo por hacer nuevas cosas?

Un poco de cansancio se siente siempre. Somos un poco más grandes y uno se da cuenta de que es un camino que es 100 % de pasión, no es que uno espere pegarla con la música. Es un cansancio que viene del realismo.

¿Sus expectativas eran muy distintas?

La expectativa de uno se basa en un desconocimiento. Cuando empezamos éramos bastante ingenuos, incluso a nivel personal, en la forma en que funcionan las cosas. Y bancar 10 años un proyecto así no es changa. Se mete mucho del corazón y eso es gratificante también, pero esas expectativas que te hiciste en un momento quedan chicas al lado de lo que ves ahora, con cierta perspectiva.

¿De dónde sale la mayor gratificación?

Tocando se va gran parte del asunto, sintiendo la música.

¿Les preocupan las críticas?

En alguna época nos calentábamos si alguien nos tiraba un palo, pero estamos más seguros de lo que hacemos, nos tenemos fe. Si viene de alguien bienintencionado está bien.

¿Y de críticas periodísticas?

No hay. No tuvimos una devolución crítica, y me parece que esas son cosas que hay que recuperar. Hoy se hace más que nada una viñeta o una reseña, pero un comentario cultural implicado es necesario. Es raro, porque a nivel musical hace ocho o diez años que hay un florecimiento increíble de la música independiente en Montevideo.

¿Pero ese florecimiento está acompañado de gente que lo escuche?

Bueno, es un poco gueto sí. El circuito sigue siendo chico, es una realidad.

¿Y el florecimiento de estas nuevas generaciones también es de calidad, y eso quizá pasa inadvertido?

Me cuesta asumir un discurso vanidoso. Me parece que desde lo logrado musicalmente se es más consciente que hace unos años. Creo que el rock post dictadura se perdonó ciertos aspectos de interpretación y sonido. Yo no viví en ese Uruguay así que no sé cómo eran las cosas realmente, pero de lo sonoro creo que estamos mucho mejor que antes. Es un juicio ingrato de dar porque lo pone a uno en un lugar de pedantería, que no es mi idea. Y sería muy egoísta hacer una valoración artística.

Pero sin tener en cuenta a Vincent Vega, ¿desde tu perspectiva se mejoró con respecto a otras
épocas?

Me parece que sí. Con todo respeto, la generación Bandplugged... musicalmente tenía a Astroboy, Dani Umpi, que recién salía, y alguna cosa más, pero eran cosas muy satélite. Quizá había una escena under como ahora, y como yo era más chico no la conocí. Pero sí veo más links con la generación de comienzos de los 90, que agarró un sonido más de garage, que con el rock post dictadura o los de comienzos del 2000. Eran otras ganas de vivir.

Sin embargo, esa generación Bandplugged coincide con el momento de más éxito de rock nacional (la "burbuja" de principios de los 2000) y con la crisis del 2002...

Sí, salió todo desfasado, fue un proceso loco. Es todo un debate, porque es un hecho que en un país como el nuestro música y política se fueron entrelazando en forma intensa, y ahora hay un desapego con esa cuestión, que me parece que no hay que desatender. Ahora la música es más pasatista. No tengo una opinión formada, pero es algo para pensar.

Vincent Vega no se caracteriza por hablar de política, pero Maquinaire tiene un tema basado en 1984, de George Orwell.

Una cosa que me gustó de este disco fue que Mauricio llevó las letras a un nivel más arriba. Vincent Vega siempre tuvo una cuestión medio naif, de poca elaboración en ese tema y eso mejoró.

Vincent Vega (Diez años) / 26 de julio - 21 hs / Sala Hugo Balzo 
Entradas en venta por Tickantel, Abitab, Red Pagos, Tienda Inglesa, boletería de la sala y tiendas Antel


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Martín Otheguy