Por Gerardo Carrasco
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Juan Pablo Escobar tenía 17 años cuando su padre, el mayor líder narco de la historia, cayó abatido a disparos tras más de un año de dar el esquinazo al Bloque de Búsqueda de la Policía Nacional de Colombia. Al cabo de una larga guerra, Escobar se había ganado demasiados enemigos tanto en el Estado como en el negocio de la droga. Aislado, acabó por sucumbir.
Al enterarse de la muerte de su padre, Juan Pablo juró de inmediato su venganza, asegurando que él solo se encargaría de eliminar a los matadores.
Sin embargo, no ocurrió tal cosa. Junto a su madre, debió afrontar arduas negociaciones para que los narcos rivales de su padre no "ataran cabos sueltos" matándolo, y para ello fue necesario deshacerse de casi todo el patrimonio que el mafioso había acumulado en su carrera criminal.
Luego vino el exilio, el cambio de identidad -su nuevo nombre fue Juan Sebastián Marroquín Santos- y el comienzo de la búsqueda de una nueva vida.
"Juré vengar la muerte de mi padre, pero rompí la promesa diez minutos después. Todos tenemos derecho a cambiar y desde hace más de dos décadas vivo inmerso en reglas claras de tolerancia, convivencia pacífica, diálogo, perdón, justicia y reconciliación", asegura en las páginas de su libro Pablo Escobar, mi padre, de reciente aparición.
En el marco del lanzamiento de dicha obra, Juan Pablo Escobar visitó Uruguay y dialogó con Montevideo Portal acerca de la vida de su padre, la familia que lo traicionó, de sentimientos encontrados y la búsqueda de caminos de reconciliación con una sociedad que fue castigada por su padre, pero a la vez propició su encumbramiento.
Por Gerardo Carrasco
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