Es temprano y ya hace calor. “Menos mal que no tengo que salir”, pienso mientras voy iniciando la reunión por Zoom.

Del otro lado, puntual, aparece Gabriel. Medio despeinado y con una sonrisa afable deja claro que para él también es un alivio estar en casa. Así, sin pasaporte, cada uno viajó a encontrarse con el otro pero sin moverse del cuarto. Qué loco, y qué divague. En fin. Es una de las cosas que nos dejó la pandemia: no tener que poner excusas cuando estar en casa es el mejor plan.  

Gabriel Fernández-Capello, alias Vicentico, lleva más de tres décadas componiendo, cantando, girando por el mundo y también no haciendo nada. Después de discos y giras permanentes, el parón obligatorio de la pandemia lo dejó en un lugar más cómodo que a otros: el de aprovechar el momento de hacer las cosas con menos presiones y dejar que el tiempo haga lo suyo.

A mediados de este 2021 sacó a la calle El pozo brillante (Sony Music), siete años después de su último trabajo en solitario, Último acto. Con coproducción de Héctor Castillo el disco fue grabado entre Buenos Aires y Nueva York, pero muy pensando y confeccionado en Uruguay, un lugar donde los dos han sabido dar “muchos paseos en bicicleta”. “Pero no voy a decir por qué zona, para preservar mi paz”, aclara entre risas. Hombre sabio.

Ya está todo preparado para escuchar el disco en el Antel Arena. Antes, conversamos de ese pozo brillante que trajo reflexiones sobre el lenguaje y el arte de procrastinar.

¿Cómo estás? ¿Qué tal te llevó el encierro?

Estoy muy bien, con un poco de fobia de volver a trabajar, me malacostumbré a no hacer nada, se me da fácil (Risas). Lo digo un poco en joda y un poco en serio, porque pasás de no hacer nada a tener que hablar, presentarse en público… Eso te provoca un poco de ansiedad. Pero estoy con muchas ganas de presentar el concierto nuevo que llevamos trabajando desde los últimos cinco meses, repensando el modo de tocar. Es un buen momento.

Además tuviste la oportunidad de hacer cosas re diferentes como el show Codo a Codo o las grabaciones en tu casa en acústico…

Sí. Me hizo re bien trabajar en modos que no tenía pensados. Aprendí un montón, no tengo la costumbre de tocar solo y lo empecé a hacer casi por obligación y surgieron un montón de cosas a partir de ahí. Todo momento de introspección trae cosas buenas y en este caso particular, más allá de la tristeza de la pandemia, fue un buen momento para mí.

¿Y qué se sintió estar lejos del público? Porque en definitiva es el paso final de hacer canciones: encontrarse con la gente para que las abrace.

Es muy cierto que los músicos estamos acostumbrados al contacto permanente y llevar ese ritmo durante un montón de años; pero de repente tener que cortarlo, fue interesante. Me guardé bastante, aproveché la situación para probar qué sucede sin todo eso. Incluso tuve mucha reflexión… Por supuesto que es importante para cualquier artista poder expresarse en público porque es el modo más natural que uno tiene… Pero también hubo algo interesante de que las cosas tarden más en llegar, me hizo acordar a cuando era chico: escribir, grabar, esperar, no saber qué hay del otro lado. Yo la verdad no me fijo en las redes porque no me interesa, pero quiero ver lo que llega con el tiempo, ir tirando líneas, pero esperar a qué respuesta hay más adelante.

Hace unos meses salió El pozo brillante que es el disco que venís a presentar. “Pozo” me hace pensar en “oscuridad” y “brillante” a “tesoro”. ¿Cómo fue ese viaje a lo profundo?

El título es un poco abstracto, pero describe bastante lo que siento con el disco: tardamos un montón de tiempo en grabarlo, un año y pico de trabajo, donde estábamos muy concentrados… Llevando las cosas al máximo posible, con lo que nos gustaba; y lo que no nos gustaba, aunque estuviera bueno, lo sacábamos. Sin dejar nada por hacer. Sí fue bastante pozo porque grabamos en Nueva York y Buenos Aires, y cuando tocaba en Nueva York en el invierno crudo era re pozo, anochecía temprano, nos quedábamos a oscuras… Pero algunos brillitos había. Pero igual estoy divagando (Risas).

Leí por ahí que era un disco que “no sonaba a Vicentico” y no pude evitar preguntarme “¿a qué suena Vicentico?”; creo que siempre fuiste por el costadito…

A mí me suena totalmente yo: Vicentico, Gabriel… No me queda otra que verlo de ese modo porque sé todo lo que hay puesto de mí ahí. No lo digo como una virtud, porque incluso lo que está puesto de mí no lo llego a entender, es trabajo, cariño… Es dedicación y cuidado. Siempre elegí el camino de “lo que me gusta hacer, hacerlo”. Hay veces que no sale, otras aunque no haya salido lo dejé igual porque quise creer que sí (Risas). Y creo que lograr llevar adelante un proceso en mí es una gran virtud, porque me encanta la vagancia y no hacer nada. No estoy en desacuerdo con la procrastinación, me gusta, pero en mi caso llevar adelante el proceso de creación es sentir: “Qué bien que estoy”.

Decís en “Rima” (canción número 6 del álbum), “Por eso ando preguntado: ¿Cómo se dicen las cosas?/ conozco gente que sabe hablar/ y hay otra gente que se recata/ yo la preciso para cantar/ porque hay palabras que están calladas”. ¿Qué pensás del cambio en el lenguaje?

Apoyo absolutamente el cambio de lenguaje, entiendo a quien le moleste, pero lo apoyo porque las cosas cambian. La obligación a tener que pensar cómo hablamos del otro y de uno mismo nos hace mejores. A veces me da risa la gente que se enoja, pero a mí me hace bien. Es como cuando uno va por la calle y decide frenar porque ve que alguien va a cruzar, tomar esa decisión consciente de dejar pasar al otro te hace entrar en un camino contigo mismo y con el otro. Y con el lenguaje pasa lo mismo, por lo menos lo pienso y ya pensar es algo. Hay muchos cambios que son de a poco y para mí es un buen camino.

En “Ahora”, que tiene versión 1 y 2, dice “La vida es triste cuando no aprendiste/ que no existe el después/ que aquel niño es el que llora/ que la vida es solo ahora”. ¿cuándo descubriste que la vida es ahora? ¿O seguís aprendiendo?

Siempre estás aprendiendo. Creo que las canciones, los poemas, no solo los míos sino los de todo aquel que escribe, buscan respuestas a eso; obviamente no las va a encontrar nunca. Son sentimientos alrededor de cuestiones que son las que más importan. A veces uno se acerca con más torpeza, como es mi caso, otros lo hacen de forma increíble.

Este tema, por cierto, así como el disco, están nominados a los Grammy Latino. Obviamente el artista no hace canciones por los premios, pero supongo que es un mimo…

No te podría decir que me pone re contento, me costaría mentir eso. Me parece buenísimo porque nos genera trabajo a mí y a mis compañeros, pero no termino de entender qué me tiene que poner contento. Muchas veces que fui a los Grammy y participé, muchas veces los artistas que reciben el premio le agradecen a Dios y yo pienso: “¿Y todos los que estamos acá y no ganamos nada? ¿qué hizo Dios con nosotros?” (Risas). Me siento muy halagado que nominen algo que hice, pero también pienso que hay un montón de compañeros que están haciendo de todo. Y hay que acordarse de que no todo te lo nominan, tampoco podés pensar que todo ese trabajo no sirvió para nada.

Ya llevamos mucho tiempo esperándote en Uruguay, que sabemos es tu segunda casa. ¿Cómo va a ser ese reencuentro?

Se hizo larguísima la espera, no he podido volver a Uruguay desde que arrancó la pandemia. Hicimos dos conciertos en el Gran Rex en Buenos Aires, con un show un poco diferente basado en máquinas… Tardamos mucho tiempo en prepararlo y está muy armado. En Buenos Aires a todo el mundo le copó así que espero que pase algo similar en Montevideo.

*Vicentico se presenta el 4 de noviembre, a las 21 horas, en el Antel Arena. Las entradas están a la venta por Tickantel.