Contenido creado por Martín Otheguy
Cultura

Al Maestro con cariño

Un recuerdo personal del "huracán" que fue Alberto Restuccia, que entró a nuestra historia

Restuccia arrasaba y envolvía al espectador, que tenía una experiencia más física y emocional que intelectual. Por Bernardo Borkenztain

01.07.2020 12:54

Lectura: 3'

2020-07-01T12:54:00-03:00
Compartir en

Por Q.F. Bernardo Borkenztain

[email protected]

Resulta inevitable el vocativo para referirse a Alberto Restuccia, que falleció el domingo pasado a la edad de 78 años y luego de una enfermedad que peleó mientras pudo hacerlo.

No puedo jactarme de haberlo conocido; de hecho, solo pude hablar una vez con él, en el Teatro Solís a causa de una crítica en la Revista Dossier que había hecho de la obra El gimnasio de Gabriel Peveroni y María Dodera, en la que actuaba con Adrián Prego.

Yo no tenía particular interés en verla, pero a raíz de un comentario muy elogioso de Sergio Blanco, decidí hacerlo y fue lo mejor que me pasó, teatralmente, ese año.

Fue una de las últimas cosas que le vería, luego de deslumbrarme por el torbellino que fue Esto es cultura, bárbara, brutal, en los '80, una transmutación del éxito que fuera Esto es cultura animal en 1979, en plena dictadura.

Pero volvamos a El gimnasio; pude ver a Restuccia ya en transición a su nueva identidad como Beti Faría, algo que explicara en la obra, siendo el nombre una digestión y eclosión del hipocorístico de "Alberto".

Yo estoy seguro de que la maravilla que vi, con Adrián Prego haciendo un genial segundo violín tratando de seguir el ritmo feroz de un Restuccia que agredía, leía, olvidaba y transmutaba el texto, no era lo que escribió Peveroni. Estoy convencido de que Dodera, con fina mano de directora, entendió que no se acorrala un huracán, y el viento con que soplaba Restuccia arrasaba y envolvía al espectador, que tenía una experiencia más física y emocional que intelectual, y, seguramente única, no hay forma de que dos funciones fueran iguales (nunca lo son, en el teatro).

Me quedo con esas imágenes en la memoria, y con el resentimiento de no haber nacido cuando Teatro Uno, que fundara en 1961 junto a Cerminara, Figueroa y Freccero, o la pena de no haber visto Asesinato de un presidente uruguayo, la última obra que puso en La Cretina, un espacio tan único que reivindica el teatro de cercanía.

Insisto, no tuve la oportunidad de conocerlo de cerca, pero compartimos los miércoles en el programa Abrepalabra, conducido por Gustavo Rey, en el que él hacía un espacio de crítica y cartelera de teatro y cine.

Tempus fugit, y Alberto Restuccia ya entró en la mejor historia del teatro; ahora quedan los que vengan para mantener viva la llama de la irreverencia y el arte de épater les bourgeois.

Hasta que nos toque a nosotros, ¡salú!

Bernardo Borkenztain

 

Por Q.F. Bernardo Borkenztain

[email protected]