Inti Aventura es una agencia de turismo aventura cofundada por dos profesores de educación física, Ignacio Lateulade y Sebastián Ferreira. La empresa, que empezó como un proyecto hace 10 años y se materializó hace cuatro, ofrece viajes tanto a nivel local como internacional y “se basa en el trekking y en la naturaleza”.
“Las salidas de trekking, generalmente, son de larga duración. No es una simple caminata por un sendero; es salir, explorar, aventurarse. Tiene partes de sendero y también tiene mucha parte de orientación. No es para cualquiera”, dijo Lateulade a Montevideo Portal.
Una de las propuestas de Inti Aventura es un viaje hasta el sitio donde se estrelló el avión 571 de la Fuerza Aérea Uruguaya en 1972, accidente popularmente conocido como la tragedia de los Andes, en la que fallecieron 29 personas y de la que sobrevivieron 16.
Como parte de un curso argentino de trekking y montañismo, Lateulade visitó este lugar, ubicado en la frontera entre Argentina y Chile, y experimentó una sensación que quiso compartir con más uruguayos. Por ello, presentó la propuesta a su colega.
“Cuando Nacho trajo la idea, empecé a meterme mucho más en la historia, en los detalles, fuimos al museo que está en Ciudad Vieja —el Museo Andes 1972 que está ubicado en la calle Rincón 61—. Sabíamos que iba a tener un impacto en la gente a la hora ya de arrancar a venderlo, y obviamente en el viaje en sí”, valoró Ferreira.
Preparación
El emprendedor señaló que, para cada uno de los viajes que organizan, hacen un evento de lanzamiento al que asisten los interesados y se les da una charla sobre el destino para “que la gente sepa a dónde va a ir”.
“Por vender no te decimos una cosa que no es, porque sino después la pasás mal vos y la pasamos mal nosotros y todos, porque esto es un trabajo en equipo; la montaña no es como ir a un all inclusive”, aclaró.
Un viaje de estas características conlleva mucha responsabilidad, preparación y organización. El itinerario, señalaron, lo armaron “muy cuidadosamente”, teniendo en cuenta que en Uruguay no hay montañas. “La inexperiencia o la poca experiencia de la gente… Es difícil que lo puedan comparar con algo, entonces hay que estar como muy cuidadoso en esas cosas y armarlo y adaptarlo un poco al uruguayo”, indicó Lateulade.
“El desafío nuestro fue tratar de preparar a la gente física y psicológicamente para la montaña”, apuntó su compañero, y dijo que armaron un plan de entrenamiento porque se necesita de una intensidad física “muy alta”. “Llegamos hasta los 3.400 metros y tiene mucha parte de elevación, hay que subir mucho; no son tantos kilómetros, pero hay mucho desnivel y también juega un poquito el papel de la altura. Entonces, los invitamos a todos y tratamos de hacer un seguimiento en la parte de entrenamiento”, explicó.
“Además, después también metimos algunas salidas prácticas para ver cómo venían, para charlar un poco y hablar también del equipamiento, que no es tema menor, ya que hay que estar preparado porque donde te falle cualquier material pasás mal”, advirtió.
“Cuando la gente se empieza a anotar le pedimos el historial médico, un carnet también de aptitud física —si puede ser con un electrocardiograma, mejor— y también somos muy insistentes en el tema de la seguridad, que la persona se cuide y vaya cuidada, porque donde falle un eslabón de la cadena, arrastra todo; tiene que ser todo como en sinergia. La única forma de salir de ahí, por si pasa algún accidente, es a caballo, porque no llega auto, no llega helicóptero”, dijo.
El viaje y la experiencia
El viaje consiste en cuatro días de trekking y tres noches de campamento “al estilo rústico”. “No hay nada, prácticamente nada, pero eso también es lo que hace al montañismo y al trekking: aprender de la montaña, dónde hacer una carpa, dónde conseguir agua, el tema sanitario, como ir al baño; nosotros respetamos mucho no dejar nada a la montaña; todo lo que llevamos lo traemos. Hay muchas cositas en las que a la gente la tenemos como que ir instruyendo”, contó Lateulade.
Los profesores relataron su primera “intiaventura” en el lugar y su impresión del santuario. “Lo que vivimos en el viaje nos superó a todos. Fuimos unos cuando arrancó y, después de haber subido ese segundo día, todos somos otras personas. Fue algo mágico, bajamos del santuario siendo otras personas, sin duda, y a partir de ahí el viaje cambió totalmente”, expresó Ferreira.
“A partir de ahí, a mí por lo menos, me partió la cabeza y me pasó la ola emocional; tenía como un ahogo constante, pero no por la altura sino porque era mucho, era mucho”, remarcó, y sostuvo que la “filosofía” de la empresa pasa por ahí: “Tratar de cambiar la vida de las personas a través del trekking y de la naturaleza”.
“Cuando estábamos arriba, lloramos los 30, nos abrazábamos y rodeamos la cruz; cada uno habló de lo que le estaba pasando en ese momento y expresó sus emociones y por qué había venido”, contó.
Según Lateulade, “la montaña en sí te desnuda el alma, te deja como mucho más sensible”.
“Yo personalmente había leído muy poco hace tiempo. En un momento se me cruzó poder ir, pero lo veía tan lejano o inaccesible… Después, cuando hice el curso y vi que estaba esa salida y me decidí a ir, ahí como que empecé un poquito a interiorizarme más, pero fue sobre el viaje”, dijo el docente, tras ser consultado sobre su proximidad con la historia de los rugbiers.
“Y pasó mucho eso en la gente también: había gente que estaba como muy ligada a la historia, o la tenían muy presente, y otras personas de las generaciones más jóvenes, que capaz estaban un poquito más separadas, pero en las emociones fue todo parejo. Llegado al lugar, somos todos iguales ahí”, recordó, y agregó: “Yo particularmente sabía lo que saben la mayoría de los uruguayos. No importa si estás muy involucrado o más o menos, en algún momento te atrapa”.
El próximo viaje al santuario será en diciembre y, “seguramente”, habrá otro en marzo de 2024. “Les aseguro que va a ser un viaje inolvidable, va a ser algo que te marca para toda la vida. Es parte de nuestra historia; todos lo tenemos como muy presente y está ahí, está cerca, se puede llegar”, concluyó Lateulade.
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