Por The New York Times | John Leland
Porque... ¿qué? ¿Compañía de espíritu?
Todd McCormick, un inversionista de valores bursátiles especiales en el Upper West Side de Manhattan, decidió que no lo va a hacer. “No creo que regrese a una oficina jamás”, dijo. Mientras hablaba, su perro mestizo de 13 años, Higgins, pidió una galleta.
Por supuesto, hace tiempo que muchos neoyorquinos volvieron a sus oficinas, o nunca dejaron de asistir, pero para los que se plantean la transición en este momento, y para sus perros, ha llegado el momento de la verdad.
Más de 23 millones de hogares estadounidenses adquirieron un gato o un perro durante la pandemia, según la Sociedad Estadounidense para la Prevención de la Crueldad hacia los Animales, y muchos de ellos nunca han sabido lo que es quedarse solos todo el día. Han aparecido de sorpresa en las reuniones por Zoom, han tecleado mensajes crípticos en las computadoras portátiles de sus humanos y han encontrado otras maneras de contribuir al ambiente de trabajo entre especies. Para muchas personas, los perros fueron el único cuerpo cálido que tuvieron cerca: terapeuta, compañero y sistema de entretenimiento, todo en uno.
Ahora sus empleadores quieren que renuncien a eso.
Ni en sueños, dijo McCormick, que ni siquiera pretendía demorar al darle las galletas de premio a Higgins.
“Si salgo para sacar el reciclaje o la basura, o voy a buscar mi correo, aúlla como un mono y suena como si estuvieran matando a alguien en mi casa”, narró, al describir un comportamiento que surgió solo desde el comienzo de la pandemia. “Sabe que solo voy a estar afuera tres minutos, pero eso no impide que pueda escucharlo hasta abajo en el ascensor”.
McCormick ha dejado de ir a restaurantes y no se ha ido de vacaciones desde que empezó la pandemia, en gran medida para evitar separarse de su perro.
“Pero tengo que decirte que, a pesar de todo, ha sido un compañero increíble”, dijo.
Los perros que viven en departamentos de la ciudad siempre han tenido que adaptarse a condiciones poco ideales, pero el regreso al trabajo ha hecho que, de repente, miles de ellos pasen por la misma transición al mismo tiempo, comentó Kate Senisi, directora de adiestramiento de School for the Dogs, en el East Village de Manhattan. “Nos han llegado muchos casos de separación”, dijo.
Los perros que estaban acostumbrados a quedarse solos antes de la pandemia suelen adaptarse con una rapidez relativa, explicó. “Pero en el caso de los cachorros pandémicos” (perros nacidos y adoptados durante la pandemia) “no se les ha dejado solos en absoluto, y ahora están en una edad sensible, la adolescencia”, dijo. “Puede ser bastante difícil. Hay que enseñarles estas habilidades nuevas”.
Consejo profesional del adiestrador: no le des a tu perro ese juguete especial solo cuando te vayas, porque el juguete se convertirá en un desencadenante de la angustia. Pam Reid, vicepresidenta del equipo de ciencias del comportamiento de la ASPCA, señala que los perros que se quedan solos de repente pueden sentirse “confundidos, solos y preguntarse por qué todo el mundo sale corriendo por la puerta en lugar de quedarse en casa”. Reid sugiere que se practiquen separaciones breves antes del gran regreso a la oficina, y que se programen los paseos y las comidas para adaptarse al futuro horario laboral.
“Asegúrate de estar atento a las señales de ansiedad cuando te preparas para salir, como un andar nervioso y jadeos, vocalizaciones o tratar de irse contigo”, afirmó.
Estas señales son demasiado conocidas para Millet Israeli, una psicoterapeuta que vive en Chelsea. Desde la pandemia, estas conductas angustiosas se han vuelto parte de la rutina diaria con sus perros Milton y Rufus, ambos son una mezcla entre caniche y Cavalier King Charles spaniel, conocidos por sus adeptos como cavapoos, en inglés.
Si Israeli y su esposo salen del departamento al mismo tiempo, los perros les hacen saber su desaprobación, explicó. “Con eso me refiero a que voltean el bote basura o un tazón de comida y, por ejemplo, puede que no usen los tapetes entrenadores que dejamos en casa si necesitan ir al baño”.
Como terapeuta, Israeli considera que la ansiedad por separación es una “calle de doble sentido”. ¿Acaso estaba fomentando la ansiedad de sus perros? O más contundente, ¿estaba proyectando su propia ansiedad en los animales?
Su solución: eliminar la separación. Ahora se los lleva a su consultorio, donde a veces forman parte de sus sesiones terapéuticas, que suelen ser virtuales.
“En muchos sentidos me estoy dando el gusto”, reconoció. “No le aconsejaría esto a un padre que está batallando con la ansiedad de separación de su hijo”.
Muchas empresas tecnológicas, como Amazon, Google, Squarespace y Etsy, recibían a los perros en algunos de sus lugares de trabajo incluso antes de la pandemia y, desde entonces, algunas otras empresas han hecho excepciones como una manera de atraer y mantener a los trabajadores, comentó Andy Challenger, vicepresidente sénior de la empresa de bolsa de trabajo Challenger, Gray and Christmas. Los perros suelen enfrentarse a un periodo de prueba y en ocasiones tienen que permanecer con correa. Una mordida suele tener como consecuencia la expulsión; para las infracciones menores hay más margen de maniobra.
No obstante, Challenger cree que la tendencia puede ser efímera.
Mientras tanto, la verdadera ansiedad por la separación podría recaer en los propietarios, no en los animales. Raf Astor, quien cuida y pasea perros en East Village, dijo que los perros que atiende se han adaptado bien al cambio, pero en el caso de las personas, aseveró que “muchos de estos perros se han convertido en animales de apoyo emocional. Así que ahora, cuando tienen que dejar a su perro, una buena parte de la ansiedad proviene del dueño, no del perro”. Esta pandemia le ha dado a toda persona que tenía un poco de neurosis una licencia para darle rienda suelta, y los perros, de alguna manera, no han padecido eso”. Nala, una goldendoodle, se consuela con la radio pública y los zapatos y calcetines de sus dueños cuando estos están fuera. (Adrienne Grunwald/The New York Times) Todd McCormick, inversionista de valores bursátiles especiales, no puede imaginar el momento en el que dejará a Higgins, a la izquierda, y regresará a una oficina. (Adrienne Grunwald/The New York Times)