Por Lorena Zeballos
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Pareciera utópico eso de hablar de "salir de la zona de confort" en un año donde pocos disfrutan de mantenerse. Por suerte quedan valientes que mueven el cuerpo y hacen que lo imposible se haga realidad.
Diego Traverso venía de 10 años de estabilidad: una banda (Santé les Amis) con estilo propio, que gustaba a diferentes públicos, con invitaciones a los mejores escenarios y nominaciones de todos los colores. Pero un día, sin mayor explicación que un mensaje amistoso para sus fans, Santé llegó a su fin. ¿Y después qué?
Probablemente la separación haya sido la confirmación que le faltaba a Traverso de que esos temas que tenía en el cuaderno tenían que salir a la luz. Con gente que no conocía y con la menor cantidad de elementos posibles.
Así nació El silencio del agua (2021), un disco minimalista, rico en referencias musicales y literarias. Un trabajo luminoso, que apela al juego como leitmotiv porque la vida es muy corta para tomarse las cosas demasiado en serio, y vaya si vale la pena disfrutarla.
¿Cómo fue ese arranque post-Santé? ¿Tuviste miedo, ansiedad, o ya sentías la necesidad de ir por otro lado?
En la última etapa de Santé Les Amis, y previo a grabar Sueño Animal (Nacional Records, 2018), ya había empezado a componer temas que iban por un lado más personal y con la separación de la banda retomé eso que había dejado. Inmediatamente a la separación de Sante comencé el proyecto electrónico instrumental Los Bosques con Tejo Mattioli con quien sacamos un EP y empezamos a tocar en vivo y el primer año estuvimos con eso que por otra parte vamos a seguir porque nos divierte mucho y es un lugar de encuentro para nosotros. Pero después de eso me metí de lleno a terminar el disco para volver sobre esos temas y terminarlos pues necesitaba expresarme en un formato más de canción.
¿Qué cosas has ido aprendiendo en este trayecto en solitario?
Creo que la creación artística tiene mucho de autoconocimiento. Hay cierta necesidad de expresión que al final se torna algo importante en la vida, hasta pasa a ser algo necesario. Y lo interesante es que ese impulso creador nunca se satisface, uno tiene que empezar siempre de nuevo, y en ese empezar de nuevo hay algo de autodescubrirse. Tal vez en este proceso visualicé que hay que tener cierto equilibrio entre ser crítico con lo que uno hace, pero tampoco tomarse muy en serio. Desde mi adolescencia hago música y es la primera vez que hago un disco completamente solo y eso te lleva a tomar todas las decisiones, a veces eso hace que los procesos se den más rápido, pero otras más lento, pues uno carga con mucho trabajo.
También a la hora de terminar el disco me puse a pensar en cómo presentar este proyecto en vivo. De forma intencional busqué personas que no conocía previamente, para empezar algo realmente de cero, me entusiasmaba la idea de conocernos tocando juntos. En este momento estamos ensayando y los temas adquieren otra personalidad, ni mejor ni peor a lo que grabé, sino distinta y a mí personalmente me tiene contento cómo están sonando las canciones. La banda está compuesta por Alejo Solano en bajo, Sofía de León en guitarra, Nahuel Zamit en batería, Stephanie "Ete" Martinez en teclados, y yo en guitarra y voces.
¿Cuál ha sido tu dinámica de trabajo para la creación de El silencio del agua?
Cualquier cosa que haga desde el punto de vista creativo empieza como un juego, la música para mí es un espacio de libertad y en ese sentido todo empieza jugando. Después de todo no tiene que ser algo tan serio hacer un disco. Desde hace unos años me interesa todo lo referente al mundo de la creatividad y a veces me pregunto por qué hago determinadas cosas y no otras cuando hago canciones. Pero lo que sí tengo claro es que el arte es un lugar donde debemos ser libres y sinceros con nosotros mismos, si no lo somos hay una parte de nosotros que no va a llegar a quien esté escuchando del otro lado.
Después de ese juego resultan muchas ideas que son descartadas y otras que sobreviven en el camino. Hubo 3 canciones que grabé en Buenos Aires, en estudio allá por comienzos de 2019 y todo el resto fue material que grabé en mi casa con mis guitarras, mi bajo, teclados y una caja de ritmos Roland TR 08. Quería que el disco fuera minimalista, con pocos elementos jugando, pero al pasar el tiempo se fue complejizando y ahí apareció mi amigo Nacho Rodríguez, músico y productor argentino, quien me dio una mano para darle el punto final a las canciones.
Aunque todavía hay ciertas reminiscencias a tu pasado musical, este disco me transmite mucha tranquilidad. ¿Qué querías que se viera reflejado en este trabajo?
Me interesaba que el disco tuviera cierta energía contenida. Para mí es un disco crepuscular, pues no es ni luminoso ni oscuro, es para ese momento del día donde el sol ya bajó pero queda cierta luminosidad en el aire que nos hace ver las cosas de una manera distinta. Creo que la forma de producirlo, en el silencio de mi casa, hizo que la composición de las canciones tuviera cierta intimidad, o que los instrumentos sean tocados con más delicadeza. En ese sentido, hasta el momento yo siempre había terminado los temas en una sala con una batería al lado y equipos de guitarra sonando alto, y eso hace que uno tenga que expresarse de otra manera, mucho más estridente. Acá paso lo contrario.
También me interesó la idea de plasmar las canciones en un lenguaje audiovisual y para eso saqué 3 videos de los 3 primeros simples que tratan de reflejar un poco el espíritu del disco, que va por explorar caminos nuevos, dejarse llevar por el tiempo en un mundo donde todo es inmediato; me interesaba reflejar otra cosa, la pausa. Y por último quería reflejar algo lúdico, el tener presente que la magia está en las cosas más chicas si nosotros lo queremos.
¿Qué referencias tuviste para el disco?
Desde el punto de vista estrictamente musical creo que conecté con algunas bandas que escuchaba hace años, a principios de mis veinte. Conecté con una parte de mi vida donde en lo musical tenía todo por delante y estaba en un momento de querer hacer muchas cosas, escuchaba bandas como The Cure, Radiohead, de cierto rock melancólico, y eso lo mezclé con influencias que tuve otra persona que fui yo 15 años después, que escuchaba cosas un poco más rítmicas, como Lcd Soundsystem o Talking Heads. También estuve escuchando mucho el disco Clics Modernos de Charly García, porque el hizo ese disco solamente con la máquina de ritmos 808 de Roland y yo tenía como su prima hermana 40 años después, una TR08, y dije bueno Charly hizo uno de los mejores discos de rock en español con una caja de ritmos, ¿por qué no puedo probar? No creo que me haya influenciado en la música, pero sí me dio un impulso de que sí se podían hacer cosas buenas con recursos limitados.
Desde lo lírico me gustaría que la literatura que leo y me interesa se traspasara mucho más a las letras que hago. Hubo frases que escribí que atienden a la problemática de la incomunicación en un mundo hipercomunicado, algunos autores que hablaron de esto van desde Onetti a Bolaño. También hay una pequeña cita a Levrero que alguien capaz descifra, pero como dije anteriormente me gustaría poder trabajar las letras más desde lo narrativo o incluso desde lo cinematográfico. Cada canción es una ficción en sí misma, con sus propias reglas, pero con un poder de síntesis extraordinario, donde a veces juega más el cómo se dicen las cosas que lo que se dice. En ese sentido son primas hermanas de la poesía y te podría decir que estuve leyendo mucho a Amanda Berenguer en la parte final del disco y algunas imágenes de la naturaleza fueron muy influenciadas por ella y su libro El río.
¿La pandemia y el aislamiento fueron un disparador creativo?
En el momento que llegó la pandemia a Uruguay yo justo tenía que ir a Buenos Aires a grabar las voces y algunos arreglos. Íbamos a decidir si grabar o no una batería a tracción humana. Todo esto no pasó y terminé el disco en mi casa, yendo a grabar algunas cosas al estudio y mezclando el disco acá en Montevideo. Por lo tanto, la pandemia me agarró en la última etapa del disco, con las canciones ya compuestas, con los arreglos casi terminados, pero sí me sirvió ese primer encierro para poder grabar algunas cosas en casa.
No es que yo compuse el disco en la pandemia y eso de algún modo se vio reflejado, sino que el disco fue compuesto anteriormente. Algunas canciones o frases que compuse en el pasado se resignifican, como se resignificó buena parte de nuestra vida en este último tiempo. Hay una frase en la canción "Oferta" que dice "peligro de muerte los viernes" y yo la compuse pensando en algo y ahora me lleva a lo que estamos viviendo. Pero también la parte más luminosa del disco adquiere otro significado en este nuevo contexto como "lo desconocido podrá salvarte, de todas esas cosas que no te dejan dormir" de la canción "Bosques". Creo que la pandemia y el encierro puede ser un disparador creativo, pero también es difícil ponerse a crear cuando hay un contexto de incertidumbre tan grande. Por otro lado, puede ser una forma de aislarse e ir a otros mundos más bellos, más acogedores y solidarios del que estamos viviendo.
En un contexto complejo para los artistas, teniendo en cuenta lo difícil que se hace hacer presentaciones en vivo, ¿Se te pasó por la cabeza la idea de sacar el disco más adelante cuando se calmara el panorama o tuviste claro desde un principio que salía como fuera?
El disco estuvo terminado más o menos a fines de la primavera de 2020 y era sacarlo apurado a fin de año o esperar a febrero o marzo y decidí esperar. Me di cuenta que tampoco me corría nadie, había sacado 3 simples, con 3 videos y el proyecto con la banda recién había empezado a formarse para poder tocar estos temas en vivo. Por otra parte, tenía la necesidad de comunicar el disco, pues sentía que se ponía viejo y sinceramente ya tengo ganas de empezar a trabajar ideas nuevas.
La pandemia creo que también resignificó el lugar del arte en la sociedad. Donde se vio claramente que es algo que necesitamos más que nunca para entender lo que está pasando o para cuestionarlo pero, sin embargo, esta crisis reflejó ciertas problemáticas del sector que vienen de hace años y sobre todo su lugar en la sociedad, donde nos cuesta aún ver en pleno siglo XXI que hay mucha gente que vive de la creatividad. Es un momento muy difícil sobre todo para las artes escénicas, un sector que emplea a miles de personas y mueve mucho dinero, no solo hablo de artistas, sino también de técnicos, productores, managers, salas, fletes, empresas de alquiler de equipación, etc. Es un sector en crisis en el mundo entero que necesita de apoyo si queremos que subsista. Como dijo alguien por ahí el mundo sin arte no tiene sentido y no podemos dejar que eso pase.
Por Lorena Zeballos
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