Por The New York Times | Ronda Kaysen
La primavera pasada, cuando Valerie Weisler se disponía a mudarse a Nueva York para vivir con su pareja, se dio cuenta de que quería tener su propia habitación. Había vivido sola durante sus estudios de posgrado en Irlanda, y la idea de compartir cuarto, aunque fuera con su pareja, le daba pavor. Pero la alternativa la llenaba de dudas.
“¿Hay algo malo en mí por querer esto?”, recuerda haber pensado Weisler, de 24 años. “Conoces a alguien, te enamoras y se van a vivir juntos. Y vivir juntos significa compartir habitación. Y así es la vida”.
Su pareja, Ky Dates, de 22 años, que en aquel momento estaba terminando la universidad en Pensilvania, había dado por sentado que dormirían en el mismo cuarto —¿qué no es eso lo que hacen las parejas?— y se sintió sorprendida por la sugerencia de que tomaran otra decisión. “Me quedé consternada”, aseguró Dates, que temía que aquello pudiera ser señal de una relación con problemas. “Fueron muchas respuestas de miedo, claro”.
Después de que Weisler le explicara cómo había llegado a valorar el espacio personal durante su estancia en el extranjero, a Dates le pareció bien la idea. Y en septiembre, la pareja se mudó a un departamento de cuatro dormitorios en Brooklyn, que comparte con dos compañeros de piso. Cada uno tiene su propia habitación.
Dormir separados es más común de lo que se piensa: una de cada cinco parejas duerme en habitaciones distintas, y casi dos tercios de estas personas duermen separadas todas las noches, según una encuesta realizada en enero a 2200 estadounidenses por la International Housewares Association para The New York Times. Y los diseñadores de interiores han reconfigurado las casas para transformar dormitorios separados en dormitorios contiguos, un arreglo que las parejas piden cada vez más, según los diseñadores, quienes han observado un aumento de las peticiones de parejas que duermen separadas y quieren que una habitación secundaria esté tan cuidadosamente decorada como la principal.
Quizá estas parejas hayan encontrado el secreto de la felicidad doméstica: una habitación propia. Todo el mundo duerme mejor, sin que le molesten los ronquidos incesantes de su pareja, su afición a robar mantas o su devoción por revisar TikTok hasta altas horas de la noche.
Además, si añades un poco de espacio, tendrás sitio para más pasión.
‘Una muy ligera señal de alerta’
Los terapeutas sexuales y los consejeros matrimoniales tienen sus dudas. A Katherine Hertlein, profesora del Programa de Terapia Familiar y de Pareja de la Universidad de Nevada en Las Vegas, le preocupa la motivación que hay detrás de la decisión de dormir en habitaciones separadas. ¿Se debe realmente a que la pareja se mueve mucho al dormir? ¿O es una excusa para evitar hablar de problemas mayores en casa? ¿O una forma no conflictiva de escapar de una pareja infeliz? “¿Qué pretendes no saber?”, se preguntó. “Hay gente que me dice cosas como esta: ‘Me mudé a ese otro dormitorio por mi espalda’, y yo digo: ‘¿En serio? ¿De verdad?’”. Si eliminamos el tiempo que pasamos juntos, por no hablar de la facilidad para practicar sexo al final del día, acurrucados juntos en la cama, los amantes pueden convertirse en compañeros de piso engrandecidos.
“Para mí, se trata de una muy ligera señal de alerta”, explicó Cheryl Fraser, psicóloga clínica, terapeuta sexual y autora de “Buddha’s bedroom”. “La línea entre la soledad saludable y un poco de distancia es muy delgada”.
En sus encuestas a 3000 parejas en relaciones duraderas, Fraser ha descubierto que cerca del 33 y el 40 por ciento afirman tener una relación sin sexo, definida clínicamente como mantener relaciones sexuales juntos no más de seis veces al año. Si se suprimen los momentos de intimidad en la cama compartida, el sexo también desaparece. “Cuando se duerme en la misma cama, el sexo es algo natural”, aseguró. “Nos casamos por amor y por eso queremos estar en la misma cama y tener sexo el uno con el otro”.
Pero según la International Housewares Association, el 31 por ciento de las parejas encuestadas que afirmaron dormir separadas declararon que ese arreglo no tuvo ninguna repercusión en su relación, y el 21 por ciento señaló que su relación mejoró gracias a eso. (Es cierto que la mitad restante de los encuestados no veían el arreglo de forma tan positiva).
Diseñando una habitación propia
Rich Newhart dice que se siente más cerca de su mujer —y con más ganas de intimar con ella— porque tienen sus propias habitaciones en su casa del condado de Burlington, al sur de Nueva Jersey.
“Ya no tienes que buscar la manera de separarte de tu familia y pasar tiempo a solas”, afirmó Newhart, de 31 años, que trabaja en una compañía de seguros médicos.
La pareja empezó a dormir separada al principio de la pandemia, cuando vivían juntos las 24 horas del día en una casa de Houston de planta abierta. Todo ese tiempo en familia era más de lo que su mujer, Cara Newhart, podía soportar.
Cara Newhart, de 30 años, se mudó a una habitación de invitados.
“Soy introvertida y necesito tiempo a solas para recargar energía”, relató la diseñadora de interiores y presentadora de un pódcast llamado “Make Space”.
Una vez hecha la mudanza, le encantó. Se dio cuenta de lo que se perdía, ya que únicamente había vivido sola un tiempo en la universidad y se había vuelto madre a los 24 años.
Con su propia habitación, tuvo la oportunidad de expresarse. “Tuvimos que lanzarnos a ser padres; los dos nos perdimos. A medida que nuestra hija crece, resurgimos y nos preguntamos: ‘¿Cuáles son mis aficiones? ¿Quién soy?’”, opinó Cara Newhart. “Tener un espacio físico para ese proceso nos ha ayudado mucho. No tenemos la sensación de estar pegados a alguien”.
El pasado junio, la pareja decidió hacer permanente su manera de dormir en Texas cuando se mudaron a una casa de tres habitaciones en Nueva Jersey. Cara Newhart diseñó su habitación con tonos naranja quemado y azul marino, madera clara y natural, y una atrevida pared estampada detrás de la cama. La habitación de Rich Newhart la diseñó con azules fríos, grises y tonos de madera más oscuros. Su hija de 6 años duerme al final del pasillo. “Quiero que mi espacio se parezca a mi personalidad, y eso es muy importante para mí”, aseguró. “Quería una habitación en la que no mezcláramos nuestros estilos de diseño”. ‘Él prefiere su habitación y yo prefiero la mía’
En los trece años que Laura Perna y Geoffrey Glass llevan juntos, la pareja nunca ha compartido dormitorio. Viven en una casa de cuatro dormitorios que comparten con un compañero de piso en Austin, Texas. A Perna, de 40 años, directora de comunicaciones de una organización de defensa de los derechos de los discapacitados, le gusta tener un espacio propio, limpio y ordenado. Y Glass, técnico veterinario del refugio de animales de la ciudad de Austin, prefiere su espacio lleno de cosas y acogedor. “Él prefiere su habitación y yo la mía, pero lo importante es que estemos el uno con el otro”, aclaró Perna.
De vez en cuando, pasan una noche entera juntos, como cuando ven una película de miedo, o en momentos en los que necesitan consuelo, como tras la muerte de uno de sus gatos hace un año. “Hay momentos en los que dormimos juntos como apoyo emocional”, reveló Glass, de 47 años. “A menudo es algo de lo que ni siquiera hablamos. Si estamos pasando por un mal momento, a menudo es lo que hacemos”.
Como muchas parejas entrevistadas para este artículo, Glass no veía el sexo y el sueño como dos actividades necesariamente relacionadas. “En cuanto a coquetear, abrazarse y besarse, lo hacemos bastante, y eso es muy espontáneo”, comentó Glass. “Pero, normalmente, si nos vamos juntos al cuarto, es algo aparte y hay un aspecto más deliberado en ese nivel de intimidad”. Ermelinda y Jay Wood llevan 40 años casados. Durante los últimos veinte, han dormido en habitaciones separadas porque Jay Wood ronca fuerte y le amontona a su mujer todas sus almohadas. Ermelinda Wood no lo tolera.
“Hay que ser práctico con el matrimonio si quieres seguir casado”, sugirió Ermelinda Wood, de 67 años, que vive con su marido, de 66, en un departamento de dos dormitorios en Pacifica, California, una ciudad costera al sur de San Francisco. “Tienes que entender que no siempre vas a estar de acuerdo y no siempre vas a estar cariñoso”.
Pero a Ermelinda Wood le preocupa el estigma social asociado a que una pareja duerma separada. (Cuando su madre aún vivía, solía regañarla por eso hasta que una vez oyó roncar a Jay Wood. Entonces cedió).
“Es casi como un secreto sucio”, comentó Ermelinda Wood. Le preocupa que si contara a sus amigos cómo viven, ella y su marido serían juzgados por romper una regla cardinal del matrimonio: los casados duermen juntos.
Pero Ermelinda Wood ha llegado a apreciar tener su propia habitación, y empieza a preguntarse si es un espacio al que renunciaría en cualquier circunstancia. “¿Por qué esperar a que alguien muera para dormir bien?”, dice, y añade: “Quizá la pregunta sea esta: ¿qué es un dormitorio? ¿Es un espacio para tener sexo? ¿Es un lugar para leer un libro? Para mí, el dormitorio siempre ha sido el lugar donde voy a rejuvenecer y dormir”.
Y a veces, es mejor dormir solo. Geoffrey Glass, de pie en su dormitorio mientras su novia, Laura Perna, está en el suyo en su casa de Austin, Texas, el 4 de febrero de 2023. (Brandon Thibodeaux/The New York Times) Cara y Rich Newhart, que empezaron a dormir separados al principio de la pandemia y siguieron así cuando compraron una casa nueva, en su casa de Medford, Nueva Jersey, el 7 de febrero de 2023. (Tony Cenicola/The New York Times)