Esta semana se presentarán los resultados del escaneado tridimensional más completo hecho nunca a la misteriosa pintura de Leonardo da Vinci, la Gioconda, la obra más famosa y reverenciada del mundo.
La obra, pintada entre 1503 y 1506, fue escaneada por ambas caras para obtener datos de imagen de alta resolución tridimensional que, según el NRC, podrían arrojar nuevas luces sobre la historia y condiciones de la obra, informó Reuters.
El examen también revelará detalles sobre la técnica de Leonardo, incluyendo el método de "esfumado" mediante el cual el artista creaba un efecto difuso que, aseguran los especialistas, contribuye al ambiente de misterio remoto de la pintura.
La joven que sirvió de modelo al cuadro fue identificada como Lisa Gherardini, esposa de un mercader florentino llamado Francesco de Giocondo, aunque no es ése el único punto de interés de una pintura con muchas historias famosas.
Historia de un robo
Hace casi un siglo, en 1911, la obra sufrió el único robo que se recuerde desde que está en el Louvre.
El 22 de agosto de 1911, un pintor llamado Louis Béroud entró al Louvre, al Salón Carré, con el objetivo de ver a la Mona Lisa, lugar donde estaba desde hacía cinco años. En el sitio donde debía estar la Gioconda, sin embargo (entre obras de Correggio y Alfonso d Avalos), sólo se veían cuatro soportes de hierro.
Béroud se contactó con el jefe de guardia, quien pensó que la obra estaba siendo fotografiada. Unas horas después, las autoridades del museo confirmaron que no era así, y que la pintura había sido robada. El Louvre cerró una semana para investigar el hurto.
El 6 de setiembre, el famoso poeta francés Guillaume Apollinaire (que en una ocasión había pedido que quemaran al Louvre) fue arrestado como sospechoso del robo. Su amigo Pablo Picasso también fue detenido para ser indagado, aunque ambos fueron liberados luego por falta de pruebas.
Todos creyeron que la pintura se había perdido para siempre. Dos años después del hurto, se supo la verdad. Vincenzo Peruggia, empleado del Louvre, la robó al entrar al museo en horas normales, la escondió en un armario y la sacó escondida bajo su capa, luego de que el museo cerró.
El artífice del robo, sin embargo, fue su cómplice, un ex convicto llamado Eduardo de Valfierno. Había contratado al artista francés Yves Chaudron para hacer copias exactas y venderlas como si fueran el original. Sin embargo, Valfierno nunca se contactó nuevamente con Peruggia y éste comenzó a ponerse nervioso. Dos años después del robo, Peruggia intentó vender la obra a un comerciante de arte de Florencia, pero lo hizo con tanta torpeza que fue atrapado. La pintura se exhibió en toda Italia y regresó al Louvre en 1913.