En su relato “Historia de los dos que soñaron”, Jorge Luis Borges narra la historia de un hombre que emprende un viaje de Egipto a Persia tras la pista de una fortuna revelada en sueños. En el extranjero se ve obligado a comparecer ante un juez, quien estalla en risas cuando escucha la historia del viajero. Para desalentarlo definitivamente, el magistrado le cuenta que él mismo ha soñado varias veces con un tesoro oculto bajo una higuera en una casa con jardín, finca que describe al detenido.
Tras recobrar la libertad, el buscador de fortunas oníricas regresa a su casa —que era la del sueño del juez— y desentierra el tesoro.
Muy distinta a la del egipcio de ficción fue la suerte de João Pimenta da Silva, un brasileño real, que también optó por dar por cierto lo soñado y terminó de mala manera.
La búsqueda culminó de forma abrupta el pasado jueves 4 de enero en una finca de la localidad de Ipatinga, en el estado de Minas Gerais.
Pimenta, de 71 años, soñó que debajo de su casa había oro. Convencido de que se trataba de una suerte de mensaje, el anciano decidió cavar debajo de su inmueble, sito en el barrio de Betania. Día tras día extrajo tierra y terminó por crear un pozo de 40 metros de profundidad y 90 centímetros de ancho. Pese a sus esfuerzos, el oro seguía sin aparecer y el buscador excavaba cada vez más hondo.
Por desgracia, la cacería del tesoro terminó ayer de manera trágica. Según informara el portal noticioso G1, cuando el hombre emergía de uno de sus habituales descensos bajo tierra, perdió el equilibrio y se precipitó hasta el fondo.
De acuerdo con el citado medio, la caída le provocó “politraumatismos, fracturas expuestas en ambas piernas, fractura de cadera, laceración en abdomen y tronco, además de traumatismo craneoencefálico severo”.
Los vecinos llamaron al servicio de emergencias y una dotación del Departamento de Bomberos acudió al lugar. Sin embargo, no pudieron hacer más que extraer el cadáver del soñador.