Hace unos ocho años vi a Juana Molina tocar en un prestigioso boliche de Nueva York en un recital con entradas agotadas desde hacía una semana.
Juana abrió el recital diciéndole a su público angloparlante "crecí escuchando música cantada en un idioma que no entendía, bienvenidos a mi mundo", despachándose luego con unos versos del Martín Fierro musicalizados por ella. Sus canciones etéreas, sencillas e hipnóticas a la vez, no parecían necesitar del accesorio del lenguaje hablado, algo no tan común en la música popular.
Por esta parte del mundo, en su país Argentina, y aquí en Uruguay, no hacía mucho que su faceta musical había dejado de ser desconocida y Juana era aún recordada como una excelente actriz cómica. Cuando comenzaron a leerse las reseñas entusiastas de revistas estadounidenses y se difundía que David Byrne la había invitado a abrir sus conciertos, los rioplatenses terminaron provincianamente de convencerse que la ex protagonista de "Juana y sus hermanas", había cambiado para bien la televisión por la música. Le costó diez años y tres discos.
El año pasado Juana editó su sexto disco Wed 21. El 19 de marzo estará presentándolo en el Teatro Solís.
-¿Cómo es tu proceso al hacer un disco? ¿Qué viene primero, las canciones o el concepto?
Ninguna de los dos. En todos los casos fue distinto. En "Segundo" compuse mucho y en un momento me di cuenta que tenía un disco. En "Tres Cosas" me puse a componer especialmente para un disco. En "Son" yo venía reinterpretando las canciones de mis otros discos en vivo de una manera nueva. Y me pareció que era un desperdicio no usar esos recursos en temas para otro disco. Con "Un día", decidí que tenía que hacer un disco. Fue el que me salió más rápido. Para este disco ("Wed 21") no tenía nada. Y, el año pasado me puse a tocar la guitarra y grababa las canciones filmándome con la computadora. Como cambio mucho las afinaciones de la guitarra me filmo para saber luego que fue lo que toqué. Y me entusiasmé con hacer un disco solo de guitarra. Hice como ocho canciones que me gustaba mucho tocar, pero cuando me puse a grabarlas no me entusiasmaban, les faltaba algo. En un viaje a Estados Unidos me compré una guitarra eléctrica y empecé a tocar esas mismas canciones en versiones muy distintas. Ahí si me puse a toda máquina a componer y a trabajar en un disco nuevo, porque hacía cinco años que no sacaba nada.
- ¿La guitarra eléctrica te cambió la manera de componer?
Lo que tiene la guitarra eléctrica es que te lleva a tocar de otra manera. Se me abrió un mundo tímbrico nuevo; más punzante, más directo, con más fuerza. Entendí por qué todos tocan con guitarra eléctrica y entendí todo lo del rock. De pronto es como que te viene Angus Young al cuerpo, aunque no puedas tocar así. Genera un poder y una adrenalina únicos.
-¿Ves este disco como algo muy distinto a los anteriores?
Si, muy distinto. Pero esa es mi perspectiva, comparando a los discos entre sí. No lo veo como "la obra de Juana Molina comparada con la música del mundo" Ahí los discos son todos iguales. A veces ponés la lupa en algo y surgen las diferencias entre las cosas. Es como si hablaras de una especie. Mis discos son de una familia, son todos parecidos si los comparás con otros. Pero entre sí son de distinta especie.
-Con el tiempo, ¿te es más fácil o más difícil hacer canciones y discos?
No diría más fácil. Lo que me pasó en este disco es que busqué evitar una manera de hacer las cosas. Había llegado a una fórmula propia en donde hacía algo y sabía que estaba bien, más allá de que fuera trascendente o no. No quería transitar esas calles aunque llegara al mismo lugar después. Para mi dinámicamente este disco es muy distinto de cualquiera que haya hecho antes. No tiene esa progresión mántrica de un loop que se va llenando de cosas, que es lo que me sale más naturalmente y lo que quería evitar. Si llegué a lo mismo por otro lado no sé, pero el proceso fue muy distinto.
-¿Y sentís presión al editar un nuevo álbum? Porque ahora hay un número importante de gente en el mundo que está esperando un disco tuyo...
Sí, la siento. Pero a la vez es algo contra lo que no puedo hacer nada. No hay nada que yo pueda hacer para gustar o no gustar. Siempre vas a desilusionar a alguien y a otro lo vas a entusiasmar. Son cosas que no dependen de mí, pero siempre está presente esa expectativa de cómo va a reaccionar la gente en el próximo disco. Pero, al final siempre confío en lo que el disco me dice a mí. La prueba máxima es cuando yo se lo muestro a alguien. No es que me importe lo que al otro le pase, sino lo que a mí me pasa frente al otro. Hay una canción de este disco, por ejemplo, que tuvo mucha resistencia en mis amigos, y que terminó siendo uno de mis favoritos. De hecho es el tema que da nombre al disco "Wed 21".
Foto: Marcelo Setton/Alejandro Ros
-Ese tema te define un poco, porque uno siempre piensa en una canción como algo donde el texto tiene una importancia igual o mayor que la música. No es tu caso, pero a la vez tampoco hacés música instrumental...
Es difícil cantar todo el tiempo sin decir nada. Yo nunca quiero trasmitir una idea. Por eso nunca dejo que haya palabras "importantes" que vengan a molestar a la melodía. Hay palabras que veo como gatos en una bolsa tratando de salir.
A veces tengo la suerte de que cuando hago la melodía aparezcan un par de palabras o una oración entera. En esos casos ya sé cómo es la canción, porque lo que tengo que hacer es desarrollar lo que se gestó junto con la melodía. Cuando vienen las melodías solas, cada palabra es como una irrupción, un desacato, alguien que viene a perturbar algo que está armónicamente funcionando. La letra se tiene que disfrazar de melodía, para que esté tranquilita y no perturbe la canción. La canción ya está terminada cuando yo hago las letras. Para mí es un trabajo que no pertenece al mundo musical. Yo trato siempre de que las letras me gusten y no sean solamente algo fonético que quede bien.
-¿Esa manera de componer te parece que facilitó el hecho de que mucha gente que no habla o no entiende español disfrute de tu música?
Para mí lo que tiene que ver, más allá de cómo haga las letras, es la música. Lo que llega universalmente es la música, creo yo. Igual yo estoy convencidísima que si yo cantara en inglés la historia hubiera sido otra. Esa barrera sigue existiendo, hay algunos que la pasan, pero otros no pueden.
-A veces me parece que acá en el Río de la Plata desarrollamos un gusto más abstracto por la música, al escuchar música cantada en inglés, sin entender o sin prestar atención a las letras...
Totalmente. Yo escucho la radio solo cuando manejo y como acá siguen pasando las mismas doscientas canciones desde hace treinta años, me encuentro con canciones que escuchaba cuando crecí. En esa época no hablaba inglés y ahora sí, y de repente es un shock entender las letras de algunos temas. Lo que para mí era un sonido, de golpe tiene un significado concreto y muchas veces no me gusta nada.
Pero también me pasa eso con las canciones en castellano. Por ejemplo estoy segura que no hay nadie en este planeta que haya escuchado más que yo el disco Mateo solo bien se lame de Eduardo Mateo. Yo escuché ese disco todos los días durante años en mi infancia. ¡Y no sé las letras del disco! No te puedo cantar ahora "Yulelé". Me quedan frases.
"Cuando el verde del musgo vuelva a cubrir la pared en sombras (del tema de Mateo, 'Canción para renacer'), me parece una frase divina, pero no sé más nada de esa canción. La música siempre es más importante que la letra. No escucharía a un compositor que hiciera letras lindísimas, pero una música fea.
Misterio uruguayo by Juana Molina on Grooveshark
-¿No te ha pasado pensar qué pasaría si un oyente anglosajón entendiera tus letras? ¿Si tu música le gustaría más o menos?
Prefiero no pensarlo. Pero capaz que hay algunas canciones que les gustarían más. Ahora que viene un montón de gente a verme a los shows en Argentina, cosa que antes no pasaba, hay muchos que me dicen cosas como "ay, cómo me gustan tus letras, te juro que desde que escuché tal canción me cambió la vida". A mí me sorprende mucho, pero me gusta. Quiere decir que el trabajo enorme que me da hacer las letras llegó a buen puerto.
Foto: Marcelo Setton
-Siempre pensé que a nivel de influencias musicales parecés más una artista uruguaya que una argentina. No solo por Mateo y tu gusto por la música uruguaya, sino también por tus influencias de la música de Brasil, que en Argentina no está tan presente y acá sí. ¿Estás de acuerdo?
No sé, puede ser. En casa mis viejos escuchaban bossa nova todo el día. Joao Gilberto sonaba constantemente. Por más que no lo pusiera yo como al disco de Mateo, me entró por algún lado. A mí me gustaba mucho en la adolescencia un disco que se llama Caymmi visita Tom, que es un disco de Dorival Caymmi y Tom Jobim, que es lindísimo.
Pero las influencias no son siempre lo que uno elige. A veces te puede influenciar la música de un comercial, un aviso de televisión de cuando eras chico. Yo me acuerdo siempre de los diálogos entre Borges y Bioy Casares donde hablan de un poema y dicen "es una porquería, pero tal verso es una genialidad". A mí me pasa eso a veces con la música. Hay canciones que me parecen asquerosas, pero hay justo un pasaje o una frase lindísima. Y eso te queda.
-El año pasado retomaste tus personajes televisivos para una publicidad. Leí en algún lado que te ofrecieron volver a tener un programa y que aunque lo rechazaste, estuviste a punto de decir que sí. ¿Qué cosas te hicieron dudar?
Es que, viste como es el vil metal. Y, uno piensa, "si hago un programa de televisión y me salvo diez años con eso, vale la pena". Y después aunque dudé, la verdad es que primero no me salvaba nada y segundo es que el disco no habría salido y yo estaría desesperada por haberme alejado de la música. Estos cinco años de pausa que hubo entre Un día y Wed 21 los estoy padeciendo. El mundo es arrolladoramente prolífico en discos y la gente tiene mucho material para escuchar. No es que están todos sentados esperando a que salga un disco mío. Hay que estar en carrera todo el tiempo porque sino perdés.
Por Andrés Torrón
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