Contenido creado por Gerardo Carrasco
Sin casete

Un outsider popular

Sin casete: Jorge Nasser

“A nosotros el público siempre nos respondió pero nos salteamos a cierta elite intelectual, que era minoritaria pero estaba en lugares clave” cuenta Jorge Nasser, quien en breve presentará en la Sala Zitarrosa su reciente álbum doble llamado “Pequeños Milagros. Por Andrés Torrón.

17.10.2013 07:37

Lectura: 10'

2013-10-17T07:37:00-03:00
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Después que salimos del bar y nos despedimos me doy cuenta que no le pregunté absolutamente nada a Jorge Nasser acerca del recital que va a dar el próximo 24 de octubre en la Sala Zitarrosa, presentando su reciente nuevo álbum Pequeños Milagros. El disco, producido por su hijo Francisco, fue grabado en un momento complicado en su vida, pero que resultó ser extremadamente prolífico y creativo. Es un disco doble con 24 canciones, donde Nasser además de continuar la veta de milonga pop que comenzó a principios del siglo XXI, muestra de nuevo su faceta roquera y blusera, su veta de baladista y su amor por Los Lobos. También, sin dejar la cara luminosa, vuelve a dar cuenta de ese lado oscuro que estaba en alguna de las mejores canciones de Níquel, el grupo que lo llevó a los primeros lugares de popularidad en un momento en que rock y masividad parecían palabras opuestas en Uruguay.

El periplo con Níquel -que recorrió siempre junto al guitarrista Pablo Faragó- comenzó en 1985 y finalizó en 2000. Al año siguiente editó el disco Efectos Personales, que inicio la carera solista que dio origen a Pequeños Milagros, su quinto disco de estudio. Antes de eso, Jorge Nasser había sido periodista musical e ilustrador en el Buenos Aires "alternativo" de los 80's, cantautor con toques de candombe-beat en el Montevideo de 1984, bajista de la banda de Jaime Roos, colaborando con él en el impresionante disco 7 y 3 de 1986 y productor artístico de artistas tan disimiles y en principio tan alejados de la imagen que muchos podían tener de él, como el Cuarteto Zitarrosa, Roberto Darvin o Eduardo Da Luz.

-Editar un disco doble con 24 canciones en 2013 y en Uruguay, parece una locura...

Lo es. La gente tiene muy poco tiempo para escuchar un disco. Si hacés un álbum doble sabés que va a llevar un tiempo largo escucharlo. Pero cuando un pintor hace una obra, no creo que piense en quien la va a ver o si van observar todos los detalles de la pintura. La hace. Yo me basé en lo mismo.

-En la música es raro, porque la obra tuya son las canciones, pero a la vez el recipiente de esas canciones, el disco, es una obra artística en sí.

Es exactamente eso lo que pasa. Yo traté de cumplir con el estándar personal que entendía para cada cosa. Por un lado realizar las canciones y por el otro hacer un álbum que no se atara a parámetros comerciales. Que el vehículo donde mostraba esas canciones -el disco- contuviera todo lo que yo quería decir, más allá de que fuera muy grande y me costara encontrar un lugar donde estacionarlo. Es como un Chevy de los 60's. Es un auto divino, pero después andá a mantenerlo y a buscar donde estacionarlo. Este es un disco alumbrado en un momento donde yo no estaba tocando en vivo. Venía de una recuperación de un problema físico muy grande. De hecho no sabía si iba a seguir tocando o no. Capaz que ahora mismo no haría un disco así. Pero así salió y lo respeto. Siempre me pasó que yo hacía un montón de canciones y para el disco hacia una selección. Esta vez traté de poner todo lo que tenía a disposición y dejé que fuera el público el que hiciera su selección.

-El disco tiene una apertura de estilos que no practicabas desde Efectos Personales, tu primer disco pos-Niquel. En los otros siempre estaban las milongas...

Pasa que los otros discos perseguían un fin. Había una declaración de principios. Yo quería llamar la atención sobre un tópico cultural, sobre la identidad. Había algo ideológico. "Por milonga", Milongas del querer", ahí había algo así como "las milongas son importantes, el toque de guitarra es importante. Se pueden hacer milongas en el siglo XXI, se puede ser actual dentro de este estilo". Y eso me consumía todo el disco. Tenían una teatralidad, digamos, una puesta en escena. Y en este disco no hay nada de eso. Es un disco difícil de explicar si no lo escuchás. Ahora me doy cuenta de que quizás tendría que haberlo dividido en dos. Un CD con los temas más folclóricos y otro más experimental. Pero lo hice todo mezclado, porque la vida es así también.

Yo creo que a veces los artistas se la hacemos fácil al público. No es que esté mal. Cuando vos estás en la cadena industrial de editar discos, presentarlos, recibir dinero a cambio de todo eso, tomás en cuenta una cantidad de parámetros, que en este disco no están. Este álbum parece la obra de un tipo que hace música pero labura de otra cosa. Tiene una libertad extraña para alguien, como yo, con treinta años de carrera atrás.

También es el resultado de mi trabajo con Fran, mi hijo. Es algo que los dos como artistas nos debíamos. Antes hacíamos cosas y decíamos "no, esto no puede ir en este disco".

-¿El plantearte ese camino de las milongas que está en los discos anteriores, no podía encorsetar tu creación?

Si, pero un corset es algo que apreta y limita, pero a la vez reúne. Yo necesitaba encorsetarme en algo, porque siempre fui muy disperso musicalmente. Incluso cuando hacía rock era disperso. Yo que sé, canté "Amo este lugar". Un tipo con pinta de Axl Rose cantando esa canción, algo menos encorsetado que eso difícil.

Pero mas allá de todo fue una resolución interna, un memo que circuló dentro mío, que me decía "marcate una guía porque sino nadie te va a entender"

-¿Pensás que tu pasado como periodista under durante la década del 80 en Buenos Aires, le aportó algo a tu carrera como creador?

-Si claro. Para empezar me permitió conocer de primera mano a músicos que son referentes, míos y de la cultura rioplatense. Estar en contacto con la música de primera mano es buenísimo para alguien cuyo destino era ser compositor. Estuve presente en los ensayos de la reunión de Almendra, por ejemplo. Y supe lo genial e importante que era Edelmiro Molinari para el sonido de Almendra. Y además junto con eso vinieron otras cosas, como cierta aversión al establishment. Siempre fui un outsider y creo que tiene que ver con ese pasado. Un outsider a ultranza. En mi conformación como artista la presencia de tipos como Enrique Syms o Skay y Poli de los Redondos fue fundamental. La aversión a los sponsors, al mecenazgo en el arte es algo que me sigue acompañando. Prefiero ser comercial yo y no hacer un arte complejo y que me lo pague una cerveza. Eso tiene que ver con mi pasado under.

-Un under que siempre le rehuyó a lo under...

Pasa que también me di cuenta de lo malo del under, de su carácter de gueto prejuicioso y acotado. Y cuando volví a Uruguay ya conocía esos límites y sabía de los pro y los contra que podía tener. Muchos de los movimientos culturales que se dan en el Montevideo de siempre son cosas que pasaron en Buenos Aires cuatro años antes, y yo justo estaba cuatro años antes allá, entonces me resultaba como de juguete el under uruguayo. Pero reconozco que a la vez todas las cosas marcan tendencias y son importantes. Sucede que yo ya tenía la idea de que el rock uruguayo tenía que romper esa barrera y hacerse socialmente aceptable. Y esa fue la función que cumplió Níquel.

-Fue una posición que a la vez te hizo sufrir bastante, a vos y a Níquel.

Yo tenía mucho contacto con Jaime Roos. Alguien a quien le pasó a su manera, lo mismo. Al vivir en Europa tenía una data de lo que son las contribuciones culturales del under y también las de la crítica cultural. Llegó acá y encontró esa estrechez, esa cosa prejuiciosa, esos amiguismos y le costo muchísimo Y tuvo que cargar con una leyenda negra y una cosa crítica muy jorobada Yo creo que a mi todo eso me agarró más blando.



A nosotros el público siempre nos respondió pero nos salteamos a cierta elite intelectual, que era minoritaria pero estaba en lugares clave. Al final resultó que yo en el fondo era medio tierno, para resistir eso. No tenía la armadura para defenderme. No es casualidad que también haya conocido a Pappo, un tipo tierno con disfraz de duro que también sufría enormemente la incomprensión de los cenáculos intelectuales.

Ser intelectual está bárbaro. Lo malo es ser un mal intelectual, no aportar a tu cultura y usar tu intelectualidad para hablar bien de tus amigos y a los que no son amigos tuyos o te caen mal por algo dejarlos de lado. Nuestra cultura está pagando el precio de no tener una crítica vertebrada, propositiva, que tenga un ida y vuelta con los artistas como la hay en Brasil o incluso en Argentina.
Ahora me tomaría todo de otra forma, pero cuando pasó me perturbó Lo que más lamento es que me impidió hacer cosas. No se si llegó a teñir mi música, pero si me sacó las ganas de hacer rock. No estuvo bueno eso. Porque si vos escuchás los discos de Níquel, están fenómenos. Incluso Prueba Viviente, el último disco que hicimos, tiene una cantidad de proyecciones musicales, proyectos de "art rock" que quedaron ahí.

-Recuerdo una entrevista que te hice por el año 2005, en plena efervescencia del rock uruguayo, donde vos tenías una sensación agridulce con ese momento. Por un lado te parecía buenísimo que el rock se hubiera vuelto tan masivo, pero también te dolía un poco el no haber sido reconocido. ¿Seguís sintiendo eso?

No tanto. Creo que ahora mi sensación es más dulce que agria. Creo que las cosas se van poniendo lentamente en su lugar. Capaz que más lento que lo que uno vive, pero bueno. Creo que hay una nueva generación que no está contaminada por todas estas cosas que hablamos, que escuchó los discos y se basó en eso para relacionarse conmigo

-Hace un par de años se hizo toda una movida acerca de Níquel. Hubo una muestra en La casa del autor de Agadu, se reeditaron los discos. Parecía lógico que el grupo se juntara para hacer una serie de recitales. ¿Porque no lo hicieron?

Por una serie de factores. El principal fue que en ese momento apareció mi enfermedad. Igualmente había "mixed emotions" con respecto a tocar, pero creo que si hubiera estado sano, la inercia de lo que se estaba produciendo nos hubiera puesto en un escenario. De hecho tocamos en la muestra repetidas veces, para quien quisiera vernos, que nunca fueron más de cien personas. Fue súper under, lo cual estuvo muy bien. Porque el verdadero under es eso: hacer algo que está muy bueno para quien quiera verlo, y generalmente son pocas personas. Pero es verdad que quedó picando aquello de la reunión física de Níquel. Hay que ver también quien de nosotros querría participar si esa reunión se convocara ahora.

-¿No te parece viable hacer esa reunión en algún momento?

Si, es viable. Me parece que no es descabellado pensar que en algún momento toque las canciones de Níquel con el sonido que creamos. Eso es más importante aun que la reunión física de las personas, que esté ese sonido que ayudé a crear desde las canciones y como productor artístico en los álbumes.

Me gustaría alguna vez, antes de morirme, tocar "Nancy y Sid" y decir, "guau que bien que suena esto".