La primera vez que hablé con Fernando Cabrera fue a inicios de la década de 1990 en un taller de composición dirigido por Coriún Aharonián, donde fue un día como invitado. Debe haber sido un momento muy incómodo para él ya que uno a uno los seis alumnos del taller le confesamos nuestra admiración y la importancia de su influencia. En aquel momento Cabrera ya era un artista de culto con una importante discografía encima, disfrutada por una minoría de iniciados.
Veinte años después esa minoría creció exponencialmente y su obra se ha convertido en una referencia para miles de personas en el Río de la Plata y un poco más allá. Viva la Patria, su doceavo disco solista, editado este año, reafirma el camino de un artista cada vez más personal y único, pero, por suerte, cada vez más reconocido.
Más de una vez a lo largo de los años hablamos de la dificultad que tenía la música uruguaya en general y la tuya en particular de salir al exterior. Hoy tocás más en Argentina que en Uruguay y tu música es citada como una influencia por muchos artistas argentinos. ¿Cómo fue que se rompió esa barrera?
Como te imaginarás es una pregunta que me he hecho muchas veces. Esto empezó a pasar de forma muy gradual hace unos ocho años. Las razones para mí son varias, fue una sumatoria de cosas. Parte de ellas es que artistas como Jorge Drexler, Liliana Herrero, Bersuit Vergarabat o Kevin Johansen, empezaron a hablar elogiosamente de mí y a cantar mis canciones.
El primero de todos fue Jorge, que se tomó como una cruzada recomendar mi música a periodistas, productores o artistas.
También hicieron lo mismo periodistas como Humphrey Inzillo o Claudio Kleiman, entre muchos otros, en medios de mucha visibilidad como la revista Rolling Stone. Hubo además un lento goteo de boca a boca. Argentinos que venían a veranear acá o tienen parientes que se llevaron discos míos y los compartieron a lo largo de estos treinta años.
El otro elemento es internet. Yo voy a Bariloche, al Chaco, a La Plata, a Neuquén, a Rosario y me encuentro con una cantidad de público que se sabe todas mis canciones. Eso era algo imposible antes. De repente voy a un pueblo del interior de Santa Fe y un periodista me hace preguntas sobre toda mi trayectoria como me las podrías hacer vos. Saben todo sobre mí. Y eso es gracias a internet.
Agreguemos otro factor que no me incumbe solo a mí: el gran nivel de aceptación y admiración que despierta la música uruguaya en Argentina. Y en verdad no solo la música. En Argentina se tiene una valoración altísima de Uruguay, desde su literatura a sus políticos, pasando por nuestro modo de ser. Nos adoran, algo que nosotros no siempre correspondemos. En Argentina hay 300 mil compatriotas nuestros trabajando, y además ellos son el motor de nuestra industria turística. Deberíamos ser más agradecidos.
Al final la particularidad de la música uruguaya que en un momento parecía una tranca para su difusión, terminó siendo una virtud, su mejor carta de presentación...
Tal cual. Es parecido al fenómeno de una marca chica, cuyo principal marketing es la pequeñez, la exclusividad y la calidad que tiene. Costó mucho que esto pasara. Quizás antes el gusto y el consumo del público argentino estaban dirigidos al mainstream, a lo que venía de la industria. Se ve que algo se modificó en ese consumo, lo que es también una tendencia mundial. A través de internet también, hay más acceso a enterarse de muchas cosas. Antes te enterabas solo de lo que se pasaba por la radio, salvo que fueras muy curioso. Y lo uruguayo que antes era algo raro e inaccesible, ahora está en la vidriera junto a todo lo demás.
Siempre fuiste un artista de culto, casi desde el comienzo de tu carrera tuviste un grupo de seguidores que admiró tu música y artistas que te nombraban como principal influencia. ¿Te parece que esa relación es igual ahora solo que trasladada a más gente, o sos un artista más popular?
Un poquito de las dos cosas. El público que vos llamás "de culto" aumentó, por lo que hablábamos de internet y el boca a boca. Y también me he vuelto un poquito más popular, por fenómenos que tiene que ver con los medios y la difusión. La televisión sobre todo. Yo lo noto en la calle, es un medidor muy poco científico, pero real. Ha aumentado la gente que me saluda o me para en la calle con respecto a lo que pasaba hace diez o veinte años. En una muy modesta escala, no en un plan Arjona, noto que soy un poquito más popular.
¿No has reflexionado sobre el hecho de que esto debería haber pasado antes? Quizás sea una impresión mía, pero potencialmente tus discos de la década del 80, como Autoblues o Buzos Azules, más volcados al pop, eran más accesibles que los discos que estás haciendo ahora.
Pero se ve que no era ese mi camino. Y yo siempre tomé aquel momento como una etapa de aprendizaje. Yo necesitaba aprender algo que no se podía estudiar en ninguna escuela o conservatorio: poner en el escenario y en los discos un sonido más roquero. El que no nació en la cultura del rock, como yo, no puede aprender eso de un día para el otro. Yo consideraba que le hacía bien a mi proyecto musical adquirir algunos elementos del lenguaje musical imperante en el mundo, que es el rock y el pop. Y esos elementos son varios y tienen que ver con lo tímbrico, con lo arreglístico, con lo rítmico. El rock universaliza, es una lengua común y aprender ese lenguaje me ayudaba a no estar por fuera de lo que las orejas de la gente más o menos está acostumbrada a escuchar. Después de aprender ese lenguaje, volví a mi idea de lo que es mi música, en El Tiempo Está Después, Fines, etcétera. Ahí y hasta en este último disco, Viva la Patria, uso elementos del rock ya con otra certeza. Yo no hago rock, utilizo elementos de ese género que me encanta. Creo que lo que ha pasado a nivel de público es que la gente valora lo original de mi música. Este último disco es prueba de esto, más mío que eso no hay.
También te has liberado del formato canción. Hay temas tuyos en estos últimos discos que ya no se puede decir que son canciones...
No sé contestarte, pero me gusta que me digas eso, porque confirmás una actitud mía de siempre, de experimentación. La canción como más se la conoce o difunde pareciera que tiene reglas o límites. Pero no tiene por qué tenerlas. Mi cuna es la canción, pero también es "Tomorrow Never Knows" de los Beatles, cerrando el disco Revolver. Yo tenía nueve años cuando salió ese disco, que me formateó. O el disco de Los Olimareños y Ruben Lena Todos Detrás de Momo, que salió en Uruguay en 1971.
Ahí no hay canciones, es un misterio de forma y estructura, que rompe la canción tradicional a patadas. En mí está presente eso, como también Jobim o Piazzolla haciendo extraños experimentos formales. Y también en el mundo pop de hoy hay ejemplos de romper esos límites. En la música de Beck, Radiohead o Björk, por ejemplo, está lleno de experimentos que trascienden el formato de canción tradicional.
¿Sos de escuchar tus propios discos?
Pocas veces, una vez cada tantos años. Cuando alguien pone un disco mío en una reunión me pongo muy nervioso y pido que lo saquen. Pero a veces los escucho. Y me pasa ahora, más que antes, que encuentro algo de agrado en hacerlo. Antes siempre encontraba los defectos, me ponían de mal humor ciertos detalles. Ahora me quedo con una tranquila satisfacción.
¿Y siempre sentís que tu último disco es el mejor que hiciste, o no necesariamente?
Antes sí, pero ahora no sé, porque estoy valorando un poco más las cosas que hice en el pasado. Entonces pienso: "¿estará este disco a la altura de aquél?" Siempre me esfuerzo por tratar de mantener el nivel pero no creo estar libre de altibajos. De todos modos mi último disco me gusta mucho y también el anterior (Canciones Propias) que no son composiciones mías. Me gusta el concepto arreglístico y -si me permitís la inmodestia- me gusta cómo está cantado. A mí, una persona que he arrastrado toda mi vida una fama de que canto mal, me gusta cómo canté en ese disco. Y hace poco escuché Viveza y me gustó. Me gusta El Tiempo Está Después, pese a que tiene tantos años. Y me gusta el primero, El Viento en la Cara, pese a sus mil defectos de producción. Pero tiene la impronta de lo que yo soy. Ahí ya están todas las barajas que usé a lo largo de mi carrera. Y también me gusta muchísimo el disco de Montresvideo, que antes no me gustaba nada. Me asombra pensar que yo tenía 20 años ahí, y el material más allá de sus virtudes o defectos es muy original. Me llena de orgullo eso.
Es que esa época de la música uruguaya es increíble desde el punto de vista creativo...
Increíble sí. Hace poco leí el libro de Guilherme de Alencar Pinto sobre Los Que Iban Cantando y el hace muy bien en recalcar eso. Fue una época de una enorme libertad creativa. Yo estudiaba en la Escuela Universitaria de Música. Estudiaba composición y orquestación. Ahí conocí a un montón de gente que fue una enorme influencia para mí. Entre ellos a Jorge Lazaroff. Yo ya hacia canciones, pero nunca se me había cruzado por la cabeza dedicarme a ser cantautor. Mi idea era ser arreglador, un oficio que hoy casi no existe. Antes los sellos, las radios y los canales de televisión tenían sus orquestas y una persona encargada de los arreglos. Yo me imaginaba teniendo ese oficio. Hasta que un día estaba en una hora libre junto a Lazaroff, con una guitarra en la mano y me puse a cantar "Paso Molino" y "Vidalita fea" que eran las canciones que ya había hecho. Y él me impulsó a seguir haciendo canciones. Me llevó a los ensayos de los que iba a ser el primer espectáculo de Los Que Iban Cantando. La manija que me dio Lazaroff en lo artístico y también en lo social, con la idea militante que tenía él de la canción, fue algo fundamental en mi vida. Al margen de sus infinitas virtudes musicales, Lazaroff era un agitador. El me convenció de dedicarme a la canción. Yo tenía un amigo en el coro donde cantaba, Pacho Martínez, y con él y su hermana Marta fundamos Montresvideo. Al poco tiempo Marta dejó el trío y se integró Roberto Lieske. Luego vino Daniel Magnone y junto a él y Pacho hicimos el trío definitivo.
Aparte de Lazaroff siempre has nombrado a Eduardo Mateo, Jorge Galemire y Eduardo Darnauchans como fuentes de inspiración...
Sí, a los cuatro. No porque yo haya tomado ideas de ellos, aunque algo también, sino más bien como impulsores anímicos. Todos ellos me apoyaron, me dieron ánimo, y para mí que era una persona de muy baja autoestima eso fue fundamental.
Lo que te quería decir es que ese mismo papel lo has jugado vos con colegas más jóvenes. Quizás no en forma personal pero si a través de tu música, como una fuente de inspiración ¿Sos consciente de eso?
Yo no lo veo tanto, pero mucha gente me lo dice. Son artistas muy distintos además y de diferentes generaciones, que me escuchaban y que parece les sirvió de algo. Me asombra, y me alegra mucho. Lo que creo es que siempre hice una música pasible de ser disfrutada por públicos muy diferentes.