Por The New York Times | Laurie Gwen Shapiro

Esa fue la esencia de los mensajes transmitidos a Anthony Twiggs, quien heredó el casco de cuero hace más de 20 años, cuando su madre murió.

Aún después de todos estos años, el gorro todavía seguía siendo notablemente flexible y tenía una rasgadura mínima justo debajo del bolsillo para comunicaciones en forma de media luna en la solapa izquierda. El gorro se parecía mucho al casco de aviador que Earhart usó en su primer vuelo transatlántico, en 1928. Había estado desaparecido desde una carrera aérea en 1929. Esta fue la misma carrera en la que las gafas de cuero de Earhart se perdieron y que luego fueron encontradas sin sus lentes y donadas al Instituto Smithsoniano en 1957.

La historia del casco icónico de Earhart comienza como parte de una estrategia de mercadeo en una oficina en Times Square en 1928, donde se creó la idea de “Lady Lindy”. Cómo Twiggs, ahora de 67 años, llegó a tener posesión de este famoso gorro comienza con una historia que su madre solía contar sobre el día en 1929 en el que vio a Amelia Earhart en el Aeropuerto Municipal de Cleveland. Era la línea de meta del Women’s National Air Derby (Derbi Aéreo Nacional Femenino), por siempre conocido como el Powder Puff Derby (Derbi del Maquillaje) gracias a un chiste de Will Rogers, estrella de cine y humorista campechano.

La carrera comenzó en Santa Mónica, California: 20 mujeres, 20 aviones, despegando uno tras otro a intervalos de un minuto. Earhart, quien ya era mundialmente famosa y la favorita para llevarse el triunfo, llegó a Cleveland después de ocho días agotadores. Solo 11 mujeres lograron llegar a la meta, donde las esperaban 18.000 espectadores, incluida la madre de Twiggs, Ellie Brookhart.

A pesar de que Earhart quedó en tercer lugar, los fanáticos la rodearon en la pista de aterrizaje. Ellie y un grupo de amigos del colegio se encontraban entre quienes corrieron hacia el Lockheed Vega de un solo motor de Earhart, tras su ruidoso y accidentado aterrizaje. Según la descripción de su madre, la situación en la pista fue un caos (Twiggs encontró en YouTube imágenes de un viejo reporte de noticias para confirmar su testimonio).

Según su relato, un chico que estaba enamorado de ella se la llevó aparte después del evento. Le dijo que tenía el casco de cuero de Earhart y quería que ella lo tuviese. Ellie le preguntó si se lo había arrancado de la cabeza. El chico le dijo que lo había encontrado en el suelo.

En las raras ocasiones en que su madre contaba la historia, si se lo rogaban, sacaba el casco para que alguno de sus cuatro hijos lo viera. Lo había guardado cuidadosamente en una bolsa de plástico transparente sin sellos, “como una bolsa Ziploc sin cierre”, la cual reposaba con cuidado sobre papel de seda dentro de una pequeña caja.

Y allí permaneció durante la mayor parte de un siglo hasta que Twiggs decidió que estaría mejor en un museo que en un armario en Minnesota. Nadie en su familia estaba tan fascinado por el casco como él.

La primera vez que le contó el relato a un experto, uno que vio en “Antiques Roadshow”, casi le colgaron la llamada entre risas. No importaba a quien contactara para contarle su encantadora historia, siempre era desestimado. “Quizás todos pensaban que solo era un pueblerino de Minnesota”.

Con el tiempo, comenzó a tener dudas. ¿Podría su madre haber inventado todo? Después de todo, se había quitado algunos años de su nacimiento. Nunca le gustó ser mayor que su marido.

Amelia Earhart hizo lo mismo. Un año antes del Derbi, Earhart era una joven trabajadora social con una licencia de piloto, que mintió sobre su edad en una entrevista que le cambió la vida en la ciudad de Nueva York. Estaba reunida con George Palmer Putnam en el famoso Edificio Putnam, con su gigantesco letrero PUTNAM en el techo, en Times Square.

La habían reclutado en Boston y ahora estaba en una entrevista con Putnam, el heredero de una industria editorial, quien quería que ella se uniera al primer vuelo con una pasajera femenina a través del Atlántico. Earhart pensó que sonaba mejor decir que tenía 29 años en vez de 31. El año anterior, 1927, Charles Lindbergh había cautivado al mundo al realizar un vuelo sin escalas desde Garden City, Nueva York, hasta París. Putnam, a través de maniobras inteligentes, se convirtió en su editor y lideró la rápida creación de la autobiografía de Lindbergh, “NOSOTROS” —el plural es una referencia a él y su avión— de principio a fin, la cual vendió una sensacional cantidad de 650.000 ejemplares en su primer año de publicación.

Putnam sabía que una Lindbergh femenina generaría otro buen libro. Y tras Lindy, Earhart sabía que la gloria sería para la primera mujer en cruzar el Atlántico, incluso como pasajera.

En el año transcurrido desde el vuelo de Lindbergh, media docena de mujeres lo habían intentado y fallado, e incluso cuatro de ellas murieron. Pero Putnam no era de los que les prestaban atención al peligro y, para su deleite, Earhart —con quien se casaría posteriormente— dijo que sí. Se uniría al vuelo.

Días antes de la primera etapa del vuelo transatlántico, de Boston a Terranova, Earhart llegó para una sesión fotográfica secreta en el techo del Hotel Copley Plaza con la chaqueta de cuero marrón, las botas con cordones y el casco de cuero que había usado en vuelos durante años. El fotógrafo posicionó su perfil para que se pareciese mucho a las fotos de Lindbergh. Las fotos estilizadas de Earhart con su indumentaria de vuelo saldrían en The New York Times, que le estaba pagando a Putnam por el acceso exclusivo a los aviadores, si el vuelo tenía éxito.

Y así fue, el 18 de junio de 1928. Earhart regresó triunfante a Estados Unidos —por barco— y fue recibida con un desfile con serpentinas en el centro de Nueva York, igual que Lindy. Por supuesto, la celebración también era por Wilmer Stultz y Louis Gordon, los dos hombres que en realidad pilotearon el avión, pero ¿a quién realmente le importaban ellos? Todos querían ver a “Lady Lindy”, quien mostró una presencia gallarda mientras saludaba a la multitud desde la parte trasera de un descapotable.

Nueve años después, Earhart desaparecería en algún lugar cerca de la pequeña isla Howland, apenas un punto minúsculo en el océano Pacífico.

Este octubre, Anthony Twiggs pensó en intentar entregar su famoso artefacto una última vez. Había leído sobre el creciente campo del emparejamiento de fotos, el cual compara fotos de objetos en subasta de forma digital con fotos o películas antiguas. Se han logrado cifras de subasta extraordinarias con esta nueva forma de autenticación: gracias al emparejamiento de fotos, una camiseta de Lou Gehrig fue vendida en una subasta por 2,58 millones de dólares en 2019.

Twiggs, quien es un fotógrafo retirado, le dio una oportunidad e intentó hacer coincidir el recuerdo de su madre con fotos antiguas de Earhart extraídas de internet. De inmediato, se quedó sin palabras. Las fotografías que le había tomado al casco en el patio de su casa (en las que posicionó cuidadosamente el objeto sobre un fondo oscuro) coincidieron de forma exacta con las imágenes de su famoso primer vuelo a través del Atlántico en 1928.

Tras prepararse mentalmente para más burlas, contactó a otra casa de subastas.

Le dijeron que sus propios análisis forenses fotográficos eran alentadores, pero que sería de gran ayuda si pudiera proporcionar el visto bueno de un equipo profesional de emparejamiento de fotos, uno que las casas de subastas utilizaban para establecer sus precios. Le recomendaron Resolution Photomatch en Seattle, pionera en la comparación de fotos desde 2016.

Tendría que pagar el servicio de su propio bolsillo, que cuesta 2000 dólares, pero sería una inversión valiosa si lograba obtener la validación.

Poco después de recibir las fotos, el propietario de Resolution Photomatch, John Robinson, llamó a Twiggs y, tratando de moderar su emoción, le dijo que la evidencia era definitiva. En su opinión experta, ese casco de aviador era de Earhart.

Las imágenes coincidieron con varias fotografías tomadas en su lugar de aterrizaje en Gales y el emparejamiento definitivo fue con una foto sin fecha tomada muy probablemente de la sesión de fotos en la azotea del Copley Plaza. Se observaron de forma clara pliegues y arrugas distintivas en el frente y los costados del casco. Había un desgaste notable en el borde de las orejeras del casco que también coincidió con las fotos. “Es una pieza única y distintiva”, determinó Robinson y agregó que estaba 100 por ciento seguro de su autenticidad.

Robinson le sugirió a Twiggs que contactara de inmediato a Heritage Auctions, uno de los comerciantes de artículos de colección más grandes del mundo. “Dile que vas de mi parte”, le dijo a Twiggs. “Es un hallazgo extraordinario”.

Heritage ha incluido el casco de Earhart en la categoría de recuerdos deportivos. “Los coleccionistas deportivos están acostumbrados al emparejamiento de fotos”, dijo Chris Ivy, director de subastas deportivas de Heritage. El precio esperado por el casco es de más de 80.000 dólares. “Pero es único en su clase”, dijo Ivy. “Podríamos llegar a ver hasta ofertas de seis cifras, ¿quién sabe?”.

La subasta se realizará en línea en el sitio web de Heritage. La puja terminará a las 10:00 p. m. del 26 de febrero. El casco de aviador que Anthony Twiggs está subastando. Se requirió de persistencia —y una empresa profesional de emparejamiento de fotografías— para vincular de manera concluyente el casco de su madre con Amelia Earhart. (Shelby Tauber/The New York Times) El casco de aviador que Anthony Twiggs está subastando. Se requirió de persistencia —y una empresa profesional de emparejamiento de fotografías— para vincular de manera concluyente el casco de su madre con Amelia Earhart. (Shelby Tauber/The New York Times)