Por The New York Times | Emma Bubola
La primavera pasada, mientras las fuerzas rusas asediaban la ciudad ucraniana de Mariúpol, los niños huían de las casas grupales y los internados bombardeados. Separados de sus familias, siguieron a los vecinos o extraños que se dirigían al oeste, buscando la relativa seguridad de la zona central de Ucrania.
Pero fueron interceptados por las fuerzas prorrusas en los puestos de control de la ciudad, según entrevistas con los niños, testigos y familiares. Las autoridades los subieron a autobuses que se dirigían al territorio controlado por los rusos.
“Yo no quería ir”, comentó Anya, de 14 años, que escapó de un hogar para enfermos de tuberculosis en Mariúpol y ahora está con una familia de acogida cerca de Moscú. “Pero nadie me preguntó”.
En la prisa por huir, aseguró, dejó un cuaderno de dibujos con el número de teléfono de su madre. Lo único que recordaba eran los tres primeros dígitos.
Desde que comenzó la invasión rusa de Ucrania a finales de febrero, las autoridades rusas han anunciado con fanfarria patriótica el traslado de miles de niños ucranianos a Rusia para que sean adoptados y se conviertan en ciudadanos. En la televisión estatal, los funcionarios ofrecen osos de peluche a los recién llegados, a quienes presentan como niños abandonados, rescatados de la guerra.
En realidad, ese traslado masivo de niños es un posible crimen de guerra, no importa que sean huérfanos. Y aunque muchos de los niños procedían de orfanatos y hogares grupales, las autoridades también se llevaron a niños cuyos parientes o tutores quieren recuperarlos, según entrevistas con niños y familias de ambos lados de la frontera.
A medida que los soldados rusos se adentraron en Ucrania, niños como Anya, que huían de los territorios recién ocupados, eran acarreados. A algunos se los llevaron después de que sus padres fueran asesinados o encarcelados por los soldados rusos, según funcionarios locales ucranianos.
Este reasentamiento sistemático forma parte de una estrategia más amplia del presidente ruso Vladimir Putin de tratar a Ucrania como parte de Rusia y presentar su invasión ilegal como una causa noble. Su gobierno ha utilizado a los niños —incluyendo a los enfermos, los pobres y los huérfanos— como parte de una campaña de propaganda que presenta a Rusia como un salvador caritativo.
A través de entrevistas con padres, funcionarios, médicos y niños en Ucrania y Rusia, The New York Times identificó a varios niños que habían sido llevados. Algunos volvieron a casa. Otros, como Anya, siguen en Rusia.
El Times entrevistó a Anya varias veces a través de mensajes instantáneos, intercambió notas de voz con ella y verificó detalles clave a través de sus amigos, fotografías y un diario que llevaba en el que identificaba a otros niños con los que había estado. Pidió a los periodistas que no se pusieran en contacto con sus padres de acogida, quienes le habían dicho que no hablara con extraños.
Anya había vivido separada de su madre y solo mantenía contacto esporádico con ella antes de la guerra. Sin el número de teléfono, Anya dijo que no podía comunicarse con su mamá.
Al principio, los periodistas tampoco pudieron hacerlo.
El Times no proporciona el nombre completo de Anya, que es una chica tímida a la que le apasiona dibujar; ella afirmó que su familia de acogida rusa la trataba bien, pero que ansiaba volver a Ucrania. Sin embargo, señaló que pronto se convertiría en ciudadana rusa. “No quiero hacerlo”, expresó. “Mis amigos y mi familia no están aquí”.
Anya y otras personas describieron un proceso desgarrador de coerción, engaño y fuerza que ocurrió durante el envío de niños a Rusia desde Ucrania. En conjunto, sus relatos se suman a un creciente número de pruebas de los gobiernos y los informes de noticias sobre una política de traslado y adopción que se dirige a los niños más vulnerables en las situaciones más peligrosas.
El traslado de personas fuera de un territorio ocupado puede constituir un crimen de guerra, y los expertos afirman que la práctica es especialmente delicada cuando se trata de niños, los cuales no pueden dar su consentimiento. Las autoridades ucranianas acusan a Rusia de perpetrar un genocidio. El traslado forzoso de niños, cuando se pretende destruir un grupo nacional, es un acto de genocidio según el derecho internacional.
Los funcionarios rusos han dejado en claro que su objetivo es sustituir cualquier apego de la infancia al hogar por el amor a Rusia. Aunque el reasentamiento de niños de los territorios recién ocupados hasta ahora ha sido esporádico, el gobierno ruso hace poco anunció planes para reasentar a estos niños de manera más eficiente, lo que hace prever muchos más traslados.
La táctica rusa en tiempos de guerra saca provecho de algunas de las dinámicas familiares más complicadas e íntimas. Las familias rusas hablan de la adopción como una cuestión de patriotismo, pero también expresan un sincero deseo de proporcionar una vida mejor a los niños. Y aunque muchos padres ucranianos intentan recuperar a sus hijos, otros no lo hacen, ya sea por motivos económicos o porque sus relaciones se rompieron incluso antes de la guerra.
En la ciudad siberiana de Salekhard, a lo largo del Círculo Polar Ártico, Olga Druzhinina comentó que adoptó a cuatro niños, de entre 6 y 17 años, de los alrededores de la ciudad ucraniana de Donetsk, a más de 2575 kilómetros de distancia. Hace poco, Rusia anexionó de manera ilegal la región de Donetsk y otras tres del este y el sur de Ucrania.
“Nuestra familia es como una pequeña Rusia”, señaló Druzhinina en una entrevista. “Rusia se apoderó de cuatro territorios, y la familia Druzhinin acogió a cuatro niños”.
Aseguró que estaba esperando un quinto hijo y que consideraba a los niños como rusos totalmente. “No vamos a tomar lo que no es nuestro”, afirmó.
‘Así, sin más, se llevaron a todos los niños’
Anya vivía y se recuperaba de la tuberculosis en un hogar grupal en un campus arbolado con un columpio rojo. Cuando las explosiones volaron las ventanas y puertas del edificio, los niños huyeron al sótano. Anya leía cuentos a los más pequeños y pasaba el tiempo dibujando. Muchos padres rescataron a sus hijos del edificio de Anya. Otros no lo hicieron, porque no pudieron atravesar la zona de guerra o porque, como la madre de Anya, no los localizaron.
Un voluntario ucraniano metió a Anya y a los veinte niños que quedaban en una ambulancia con destino a la ciudad de Zaporiyia, según recordaron otros niños. Sin embargo, fueron desviados en un puesto de control ruso, relataron, y acabaron con decenas de niños en un hospital de la ciudad de Donetsk, la capital de una región que Rusia ocupa desde 2014.
Esta región es el corazón de la política de expulsión y adopción de Rusia. Desde que comenzó la invasión, el gobierno de Putin ha promovido el traslado sistemático de niños de los orfanatos y hogares grupales de la zona.
Para Anya y otros que fueron llevados desde los territorios recientemente ocupados en Ucrania, Donetsk también sirvió como una especie de estación de paso en ruta hacia Moscú.
Ivan Matkovsky, de 16 años, dijo que él también terminó en un hospital de Donetsk después de huir de un internado gubernamental en Mariúpol y ser desviado en un puesto de control ruso.
Entre los otros niños del hospital, aseguró Ivan, se encontraba un niño de 8 años llamado Nazar, quien se había escondido con su madre en un teatro de Mariúpol que fue bombardeado durante una de las atrocidades definitorias de la guerra. Él sobrevivió pero jamás encontró a su madre.
Las autoridades locales alrededor de Mariúpol contaron historias similares de niños que sobrevivieron a ataques rusos y terminaron en hospitales cercanos. Un niño pequeño llegó en una carriola junto con una nota escrita a mano que decía: “Este es Misha. ¡Por favor, ayúdenlo!”, señaló Vasyl Mitko, oficial de la ciudad de Nikolske que ayudó en el hospital.
No obstante, uno por uno, aseguró Mitko, desaparecieron los niños. “Así, sin más, se llevaron a todos los niños que se quedaron sin padres”, acusó. “Aún no sabemos dónde están esos niños”. ‘Nuestros pequeños conciudadanos’
El gobierno ruso organiza con cuidado la línea de traslado desde la región de Donetsk hasta Moscú. Putin instituyó en mayo un proceso simplificado que permite la nacionalización rápida de los niños ucranianos. El primer grupo obtuvo la ciudadanía rusa en julio, según anunciaron las autoridades.
“No reconocí a esos niños con los que viajamos en abril en el tren hacia su nueva vida”, afirmó en un comunicado Ksenia Mishonova, comisionada para los derechos de los niños en la región de Moscú. “¡Ahora son nuestros pequeños conciudadanos!”. Tras más de un mes de realizar este trabajo para el Times, los reporteros encontraron a la madre de Anya, Oksana, en Ucrania. Sin trabajo, sin acceso a internet, con una pequeña pensión de invalidez y en plena guerra, dijo que no tenía idea de cómo encontrar a su hija.
“Estoy buscando por todas partes, pero no puedo encontrarla”, se lamentó. “Ella me está buscando”.
Comentó que no sabía que Anya había sido llevada a Rusia.
Los reporteros dijeron a Anya y a Oksana cómo ponerse en contacto. Pero no está claro cuántas posibilidades hay de que Anya vuelva a casa. Las autoridades ucranianas no han dicho nada sobre cómo han recuperado a decenas de niños de Rusia.
“¿Este de verdad es su número?”, preguntó Anya. El símbolo de la “Z” utilizado por los militares rusos es pintado con aerosol dentro de un aula de jardín de niños en una escuela que fue utilizada por los soldados rusos durante su ocupación de Kapytolivka, Ucrania, el 18 de septiembre de 2022. (Nicole Tung/The New York Times)