Durante mucho tiempo, la industria musical de la era MTV se entretuvo en modelar la imagen de lo que debe entenderse por una estrella de rock, fomentada por la reproducción de los estereotipos más deleznables y sometiendo a varias generaciones a una colección de clichés del género. Como resultado, todos debimos sufrir la recreación del rocker-personaje hasta el hartazgo, caracterizado por tomarse a sí mismo demasiado en serio y por justificar su hedonismo, excesos y excentricidades como parte de su condición privilegiada.

En este panorama, bandas como Weezer, They might be giants, los Rentals, Fountains of Wayne o incluso el propio Frank Black (más allá de antecedentes que van desde Buddy Holly a Devo) nacieron apuntaladas en el nerd rock más auténtico con un objetivo: demostrar que cualquier tipo normal podía hacer rock. Los contrahechos, los literatos, los estudiosos, los miopes, los granujientos, tímidos, anti sociales -en definitiva, los perdedores- llegaban para demostrar que se podía hacer pop rock sensible, inteligente y sin imposturas. Incluso aunque metieran un hit cada tanto y se llenaran los bolsillos. 

Desde el año '96 los Fountains of Wayne vienen especializándose en dejar un auténtico legado de humor nerd, plagado de chistes sobre mutaciones como Korn o Puff Daddy, alusiones recurrentes a la cultura pop e himnos irónicos sobre su propia condición de perdedores y adolescentes tardíos. Lo hicieron de la mejor forma: a puro power pop lleno de melodía y actitud coral a la Beach Boys. En su último disco, Traffic and Weather, la banda preferida de Rivers Cuomo sigue apuntando a las situaciones cotidianas y encontrando un giro melancólico e irónico a las vidas de los trabajadores norteamericanos de cuello blanco. Después del éxito masivo que significó Stacy´s Mom -el single y video sobre una madre ultra cachonda que fue pasado hasta el cansancio incluso por MTV Latinoamérica- los Fountains of Wayne regresan con el mismo talento para hacer canciones, aunque carezcan de la frescura e inmediatez de los primeros discos y suenen más pop, new wave y livianitos que nunca.

Con dos kilos de azúcar en cada estribillo y la voz melosa del cantante-con-eterno-aspecto-de-estudiante-de-matemática-con-trastornos-sociales Chris Collingwood (la otra mitad creativa es Adam Schlessinger), Traffic and Weather es pop dulce hasta el tuétano. Siguen haciendo canciones new wave como nadie desde los Cars (New routine, Hotel Majestic), country edulcorado (Fire in the canyon), una cruza de punk-pop y disco que increíblemente funciona (Someone to love) y las baladas bizarras acostumbradas: por ejemplo, Michael and Heather in the baggage claim y Planet of weed, un tema que demuestra que una canción de amor al porro -lo siento, Enano- sólo es posible a través de un enfoque autoconscientemente paródico y no sentimental.

Aunque por momentos esté descaradamente sobreproducido (Strapped for cash), se trata de un disco de pop perfectamente bien hecho, toda una rareza en un género tan bastardeado y manoseado en estos días. Al final, el valsecito sublime de Seatbacks and traytables up pone el cierre perfecto a un viaje que hace catarsis en las rutinas, los amores no correspondidos y el aburrimiento urbano.

Traffic and Weather
Fountains of Wayne
Edita: Virgin, 2007