Los reportes policiales son un género literario en sí mismos, y también un territorio lingüístico que puede presentar dificultades para los iniciados. Entre “birrodados”, “cuerpos sin vida” y “sustancias vegetales”, dichos reportes incluyen siglas, abreviaturas y voces muy características, elementos todos que pueden convertir el relato del robo de una bicicleta en un verdadero galimatías.
Sin embargo, hay excepciones a la regla. Tal es el caso de la Policía Local de Chipiona, ciudad costera de la provincia española de Cádiz, muy visitada durante el verano boreal por sus acogedoras playas.
Durante el fin de semana, un episodio sin mayor trascendencia desde el punto de vista policial se convirtió en un fenómeno viral gracias al informe que la sede oficial de la ciudad difundió en redes sociales. El hecho en cuestión, que involucraba a dos mujeres, un octogenario y un conocido fármaco, fue abordado por la policía chipionera con desenfado y profusión de emoticonos.
El parte mencionado informa acerca de un llamado recibido por los agentes, en el que se pedía ayuda para un adulto mayor que se había desvanecido en la playa, mientras se encontraba en compañía de su mujer y de una amiga.
“Acude la patrulla de playa, y mientras lo atiende inicialmente a la espera de que lleguen servicios médicos, se comprueba que no era su mujer y que el desvanecimiento y la bajada era de otra cosa...”, expresa el envío.
“Entre todos explicaron, con cierta vergüenza, que Pedro (llamémosle así), octogenario, había conocido el día anterior por la red social #Tinder a dos amigas (2), y quedaron todos en venir a la localidad para tomar algo… y lo que surgiera”, prosigue el texto.
“Después de una noche dándolo todo con las dos amigas a la vez (gracias a su juventud y a la ayuda de algunas pastillas azules, —quizá demasiadas…—), su cuerpo al sol dijo que ya bastaba, y que tocaba descansar… y en ese estado se requería asistencia real”, añade el reporte.
Por fortuna el incidente no pasó mayores, más allá de involucrar a alguien muy mayor. El tal “Pedro” superó el trance y vivió para contarlo.
“Los agentes agradecimos la sinceridad de los tres para así poder ser atendido adecuadamente, le quitamos hierro al asunto, nos reímos un rato y acompañamos al alertante a la ambulancia (él siempre iba andando el primero, por eso de evitar algún alcance innecesario)”.
“Al final, todo quedó en un susto”, concluye el relato, no sin antes ceder a la didáctica tentación de extraer una enseñanza del asunto.
“¿Qué aprendemos de todo esto? Que para todo hay un momento”.
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