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Cultura

Por The New York Times

Rage Against the Machine regresa para enfrentar nuevas batallas

Rage es una banda que está indeleblemente vinculada a la década de 1990, cuando su rap-rock anticapitalista llenaba anfiteatros y escenarios de festivales.

14.07.2022 15:14

Lectura: 7'

2022-07-14T15:14:00-03:00
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Por The New York Times | Jon Caramanica

CHICAGO— Tras interpretar cuatro canciones del set de Rage Against the Machine el lunes por la noche en el United Center, el vocalista Zack de la Rocha se detuvo y comenzó a cojear por el escenario mientras el resto de la banda cerraba “Bullet in the Head”, un genial y afilado himno antipropaganda del álbum debut homónimo de la banda de 1992. Al principio de la canción, De la Rocha había estado saltando como si quisiera tocar el techo de la arena. Al final, fue cargado hacia los bastidores por miembros del equipo técnico.

Sus compañeros de banda se fueron detrás de él, pero pocos momentos después todos estaban de regreso. De la Rocha se quedó plantado en un monitor a la derecha del escenario, con la pierna izquierda estancada en un ángulo obtuso.

“Así tenga que arrastrarme por este escenario, vamos a tocar para todos ustedes esta noche”, afirmó. “Hemos pasado por demasiadas cosas”, dijo, aderezando la exhortación con una palabra malsonante.

Con “demasiadas cosas”, podría haberse referido a los más de 10 años que habían pasado desde que la banda se presentó en vivo por última vez o las más de dos décadas desde su último disco. O quizás se refería a los intensos preparativos para retomar esta gira de conciertos, llamada Public Service Announcement Tour, la cual estaba originalmente programada para iniciar en marzo de 2020, antes de ser descarrilada por la pandemia de coronavirus.

O quizás “demasiadas cosas” significaba algo más espiritual y conceptual: Rage es una banda que está indeleblemente vinculada a la década de 1990, cuando su rap-rock anticapitalista llenaba anfiteatros y escenarios de festivales. Fue la banda política trascendental de esa década. Su éxito fue un recordatorio de que las ideas radicales podían transmitirse a través del rock delimitado con nitidez y llegar a los alineados ideológicamente, así como, casi con certeza, a muchos que no lo estaban. Para una banda con una discografía relativamente escasa —cuatro discos de estudio, uno de los cuales está compuesto por puras versiones de otros artistas—, su impacto fue enorme.

Pensemos en los dos años y medio que han pasado desde que Rage tenía previsto regresar a los escenarios: los esfuerzos para anular las elecciones de 2020 y el asalto al Capitolio, el flagelo constante de la violencia policial contra la comunidad negra, la revocación del fallo Roe vs. Wade. Quizás “demasiadas cosas” se refiera precisamente a que han pasado demasiadas cosas como para ceder terreno ahora.

Rage recibió este momento actual social y político con un torrente abrasador de caos controlado en un concierto que a ratos fue para cantar junto a la banda y elevar los puños al aire y en otros para una entrega corporal. Durante 90 minutos —la mayoría de los cuales De La Rocha, de 52 años, condujo el espectáculo desde su posición a un lado del escenario— Rage Against the Machine fue vital y feroz. “Sleep Now in the Fire” fue revoltosa y ácida y “Guerrilla Radio” usó su “groove” para comunicar mejor su letra inquieta. “Killing in the Name”, la cual cerró el concierto, llevó al recinto a una apasionante llamada y respuesta musical sobre la injusticia policial.

Tras “Wake Up”, De la Rocha pronunció un breve sermón. “La clase gobernante en este país ha demostrado que no es digna de gobernar a nadie”, sentenció e instó a la multitud a ayudar “a combatir esta marea fascista”.

En ocasiones, el grupo enfatizó sus puntos con textos y videos. Durante “Freedom”, la enorme pantalla detrás de la banda titiló con información sobre la relación entre el parto forzado y la mortalidad materna, la falta de permiso laboral parental y la carencia de atención médica universal, la cual concluyó con la exhortación: “Abortemos a la Corte Suprema”. Los videos mostraron, entre otras cosas, una camioneta de la policía prendida en llamas, un enfurecido perro policía persiguiendo a un sospechoso y un helicóptero sobrevolando un bote lleno de inmigrantes. (Con casi toda seguridad, esta será la única gira grande de este año en la que activistas locales repartieron volantes en las afueras del recinto que decían: “¿Qué familia multimillonaria de Chicago se enriquece cada vez que cae una bomba? ¿Qué se puede hacer al respecto? #CancelCrown”, refiriéndose a la familia Crown).

Bajo la vorágine había cierta finura, lo que destacó las formas en que la banda, que mantiene su alineación original (De la Rocha, Tom Morello en la guitarra, Tim Commerford en el bajo y coros, así como Brad Wilk en la batería) ha madurado en las tres décadas que han pasado desde su álbum debut. En sus primeros días, la banda podía ser en ocasiones brusca y dogmática de forma poco elegante. Pero ahora se les siente un fervor refinado. Morello exhibe en ocasiones maestría creativa en la guitarra, como con la filigrana estilo DJ de “Bulls on Parade”, y la sección rítmica combinada de Commerford y Wilk construyen una base densa y alegre. Cuando De la Rocha lanzó su primer sencillo en solitario en 2016, “Digging for Windows”, este fue producido por El-P, quien había sido una figura clave de la escena del rap independiente de Nueva York a mediados y finales de la década de 1990 y que además produjo hiphop escabroso e industrial para otros artistas, como Killer Mike, el sabio de Atlanta.

Run the Jewels —el dúo conformado por El-P y Killer Mike— son los teloneros de esta gira, lo que se traduce en una alineación que junta diferentes generaciones y filosofías del rap de protesta. Su set fue pura diversión caótica, inquieta y revoltosa. Sus palabras brotaron en descargas que a veces eran difíciles de analizar en el espacio cavernoso, pero la protesta se manifiesta de innumerables maneras, como en la producción a la vez enervante y nerviosa o la ligera sensación de caos y malicia que recubre todas sus canciones. Pero existe una mordacidad en Run the Jewels, incluso en sus momentos más apasionados. Para el dúo, la distopía estadounidense es una tragicomedia; para Rage Against the Machine, un llamado a las armas.

Dicho esto, Rage no carece por completo de sentido del humor. Al final del espectáculo, las luces del recinto se encendieron y los miembros del grupo se abrazaron durante un largo rato, luego voltearon hacia a la multitud y se quedaron observándola, como si estuvieran viendo a familiares con los que acababan de reconectarse. Cuando salieron del escenario, las bocinas de la arena comenzaron a sonar con la canción “Don’t Worry, Be Happy” de Bobby McFerrin: una pizca de ironía, otra de nihilismo y una dosis de optimismo revolucionario. Zack de la Rocha, vocalista de la banda Rage Against the Machine, se presenta frente a una pantalla que muestra imágenes de una camioneta policial en llamas, en el United Center en Chicago, el 11 de julio de 2022. (Jamie Kelter Davis/The New York Times) Miembros de Rage Against the Machine se presentan en el United Center, en Chicago, el 11 de julio de 2022. (Jamie Kelter Davis/The New York Times).