Por The New York Times | Nicole Hong
Aunque China canceló hace años la dura restricción de la era de Mao sobre las familias con un solo hijo, e incluso después de los incentivos más recientes que instan a las familias a tener más hijos, su población se está reduciendo constantemente, un cambio trascendental que pronto dejará a la India como el país más poblado del mundo y generará una reacción en cadena de consecuencias, tanto a nivel nacional como mundial.
El cambio pone a China en la misma trayectoria de envejecimiento y reducción poblacional que muchos de sus vecinos en Asia, pero su trayectoria tendrá efectos descomunales no solo en la economía regional, sino también en el mundo en general.
Estas son las razones por las que los economistas y otros están alarmados por los acontecimientos.
La reducción de la fuerza laboral de China podría obstaculizar la economía global.
Durante años, la enorme población china con edad para trabajar impulsó el motor económico mundial, abasteciendo a los trabajadores de las fábricas cuya mano de obra barata producía bienes que se exportaban a todo el mundo.
A largo plazo, la escasez de trabajadores de fábrica en China, impulsada por una fuerza laboral mejor educada y una población de jóvenes cada vez menor, podría aumentar los costos para los consumidores fuera de China, lo que exacerbaría la inflación en países como Estados Unidos, dependientes en gran medida de productos chinos importados. Ante el aumento de los costos laborales en China, muchas empresas ya comenzaron a trasladar sus operaciones de fabricación a países con salarios más bajos, como Vietnam y México.
Una población cada vez más pequeña también podría provocar una disminución en el gasto de los consumidores chinos, lo que amenazaría a las marcas globales que dependen de las ventas de productos a China, desde los teléfonos inteligentes de Apple hasta los zapatos deportivos de Nike.
Los datos son malas noticias para el crucial mercado inmobiliario de China.
A corto plazo, una tasa de natalidad en picada representa una gran amenaza para el sector inmobiliario chino, que comprende aproximadamente una cuarta parte de la producción económica del país. El crecimiento de la población es un impulsor fundamental de la demanda de vivienda, y la propiedad de vivienda es el activo más importante para muchos chinos. Durante los confinamientos pandémicos generalizados que frenaron el gasto de los consumidores y el crecimiento de las exportaciones, la economía de China se volvió aún más dependiente del debilitado sector de la vivienda.
Hace poco, el gobierno intervino para ayudar a los desarrolladores de bienes raíces en dificultades, en un intento por detener las consecuencias de su crisis de vivienda.
Es posible que la mano de obra china, cada vez más reducida, no sea capaz de mantener a su creciente y envejecida población.
A largo plazo, con menos personas en edad laboral, el gobierno podría tener dificultades para mantener a una enorme población que envejece y es más longeva. Un informe de 2019 de la Academia China de Ciencias Sociales predijo que el principal fondo de pensiones del país se quedaría sin dinero para 2035, en parte debido a la reducción de la fuerza laboral.
Los economistas han comparado la crisis demográfica de China con la que estancó el auge de la economía japonesa en la década de 1990.
Pero China no tiene los mismos recursos que un país como Japón para proporcionarle un sistema de seguridad a su población que se hace más vieja. Sus hogares viven con ingresos mucho más bajos en promedio que en Estados Unidos y en otros lugares. Muchos residentes chinos mayores dependen de los pagos de pensiones estatales como fuente clave de ingresos durante la jubilación.
La mayoría de los trabajadores chinos se jubilan a los 60 años, lo que convierte a China en uno de los países con las edades de jubilación más bajas del mundo. La situación ha ejercido una enorme presión no solo sobre los fondos de pensiones estatales, sino también sobre el sistema hospitalario del país.
La crisis lleva décadas gestándose.
China introdujo la política del hijo único a fines de la década de 1970, con el argumento de que era necesario evitar que el crecimiento de la población alcanzara niveles insostenibles. El gobierno impuso multas onerosas a la mayoría de las parejas que tenían más de un hijo y obligó a cientos de millones de mujeres chinas a abortar. Muchas familias favorecieron a los niños sobre las niñas, a menudo abortando a las niñas o abandonándolas al nacer, lo que resultó en un gran excedente de hombres solteros en la población china.
China anunció la relajación de las restricciones sobre el tamaño de la familia en 2013, pero muchos expertos en demografía dijeron que el cambio llegó demasiado tarde para alterar la trayectoria que lleva la población del país.
No hay soluciones fáciles.
Las iniciativas del gobierno para provocar una explosión de natalidad que resuelva la crisis demográfica, incluida la oferta de donaciones en efectivo y la flexibilización de la política de hijo único para permitir tres, no han logrado estabilizar la caída de las tasas de natalidad. Las mujeres chinas educadas retrasan cada vez más el matrimonio y eligen no tener hijos, desalentadas por los altos costos de la vivienda y la educación.
China tampoco ha estado dispuesta a relajar las reglas de inmigración para aumentar la población, y a lo largo de los años ha emitido relativamente pocas tarjetas de residencia para reponer su fuerza laboral cada vez más reducida.
Para abordar la escasez de mano de obra, China ha subcontratado la producción poco calificada a otros países de Asia y ha agregado más automatización a sus fábricas, con la esperanza de depender más de los sectores de inteligencia artificial y tecnología para el crecimiento futuro. Una pareja con un bebé en un parque de Pekín, el 12 de junio de 2022. (Gilles Sabrié/The New York Times) Trabajadores de la fábrica de ropa Guangzhou Basin, en Cantón, China, el 28 de diciembre de 2022. (Gilles Sabrié/The New York Times)