A pesar de su optimismo, la Premio Cervantes de Literatura 2013 está convencida de que la crisis de COVID-19 no dará paso a sociedades más igualitarias en la región, que seguirá lastrada por las enormes desigualdades.

Poniatowska (París, 1932) aprovecha este tiempo de reclusión en su casa del sur de la capital mexicana para avanzar la segunda parte de su novela "El amante polaco", pero encuentra unos minutos para conceder una entrevista telefónica a Efe.

Pregunta: ¿Le recuerda todo esto a alguna crisis anterior que haya vivido?

Respuesta: No. Yo estuve en dos terremotos, el de 1985 y 2017. Un grupo humano que destacó muchísimo fue el de los jóvenes, que fueron con pico y pala a cargar piedras. Su presencia fue muy significativa pero ahorita con la pandemia hay muy pocas posibilidades de que eso pase. Yo quisiera que la comunidad intelectual saliera con alguna propuesta, pero en general los de cultura son muy individualistas.

P: ¿Tiene alguna propuesta?

R: El saber hacer es la salvación de un pueblo. Hay comunidades enormes que no saben hacer y yo creo que sería un buen momento para impulsar oficios útiles, más allá de filosofar de lo poco que valemos y cómo estamos a la merced de los acontecimientos. Eso ya lo harán los que lo saben hacer, o no saben, pero les creemos.

P: ¿Cree que realmente valemos?

R: Yo creo que valemos. Claro que sí. Y creo que los que más valen son los que dicen que no valen, como suele suceder.

P: ¿Qué le gustaría que quedara atrás cuando todo esto haya pasado?

R: Ayudaría mucho a nuestros países de América Latina que la vida tenga valor. En México cantamos que "la vida no vale nada camino de Guanajuato". Nuestras canciones giran en torno al tequila, la borrachera, la cantina y la muerte fácil sin ninguna razón. Todo esto parece que nos enorgullece y es tan idiota que ojalá no siga. Ojalá la vida cobre importancia.

P: ¿Teme que la cuarentena traslade esa violencia al interior de los hogares?

R: He leído que la violencia familiar del padre que pega a la madre y a los hijos se ha recrudecido. Es una conducta que tiene que ver con la pobreza y con el machismo tan asentado. Hay que luchar contra eso para que la presencia del hombre dentro del hogar no sea una amenaza.

P: También se han evidenciado las diferencias sociales.

R: Se dice a la gente que se resguarde en su casa pero hay que pensar: ¿Cuántos mexicanos tienen casa? Esta es una de las cosas que más se ve, el abismo entre una clase social y otra en América Latina. Pero es un abismo que existe desde hace años, al que el coronavirus puede evidenciar pero no eliminar. Las grandes fortunas de América Latina nunca se han repartido.

P: ¿Entonces, qué lección positiva sacaría de esta crisis?

R: Las familias se van a acercar más y espero que se adquiera una nueva filosofía de vida. Por ejemplo, hay un sector en México totalmente crítico de cualquier cosa que haga el presidente Andrés Manuel López Obrador y lo acusan a cada rato. Esa división espero que no siga porque le hace daño al país.

P: ¿Le parece que el presidente sabe cómo afrontar esta crisis?

R: Pues yo estoy con López Obrador desde hace 16 años. Creo que hace las cosas a su modo y yo estoy con ese modo. Me parece que no es un alarmista. Habla despacito, cada vez más despacito, y nos tiene esperando a ver cuál va a ser la próxima palabra. Esa pausa que a muchos irrita, a mí me da paz.

P: En su artículo "La amistad en tiempos del coronavirus" (La Jornada) usted plantea que con la cuarentena a lo mejor se ha logrado "el fin de la temible y abundante burocracia".

R: Claro, piense usted qué es la burocracia en un país con tanto "analfabetismo funcional", como decía Carlos Monsiváis. Hay gente cuyo nivel educativo es muy bajito y son víctimas de esta burocracia muchas veces displicente que mira a la gente desde su escritorio de superioridad. Porque entre más mediocre, más autoritario.

P: Se dice que también podría cambiar la forma de interactuar de las personas en América Latina, sin tantos besos y abrazos como ahora.

R: En Estados Unidos nadie se tiende la mano ni se abraza. A lo mejor nosotros vamos a ver que no es tan necesario porque a veces los abrazos también sirven para apuñalar en la espalda, como los de los políticos, que nadie se los cree.

P: Usted conoce bien Estados Unidos, el país más afectado por la pandemia ahora. ¿Cree disminuirá su influencia en el mundo?

R: No, porque su influencia es enorme desde hace años. Los que están sufriendo mucho son los mexicanos y latinoamericanos en Nueva York que, además de ser discriminados y hacer trabajos que nadie quiere hacer, no sé si habrán encontrado algún apoyo para salud.

P: ¿Le pasará factura a Donald Trump?

R: Ojalá le afecte, es lo que deseamos, pero no creo. Creo que votarán por él y Joe Biden no va a tener ninguna oportunidad. Trump es un hombre exitoso que nos puede parecer deleznable porque no se sabe con qué ha construido su éxito, pero es un triunfador y la gente no quiere a un vencido, quiere a un vencedor. Es el país del dinero, el país del dólar.

P: No prevé entonces un gran cambio en el mundo después de esta pandemia.

R: No lo sé, el mundo ha visto otras pandemias, otras pestes y creo que no ha habido cambios. Ha habido terremotos y la gente sigue asentada en zonas sísmicas. Lo que está muy arraigado es difícil de que cambie.

P: ¿Al menos todo esto da para una novela?

R: Van a salir muchas novelas. Lo triste es que ya no tengamos a un Gabriel García Márquez. Pero es un tema sobre el que van a abundar. Recuérdese a Albert Camus, el de 'La Peste'. Ya ha habido novelas sobre este tema y van a seguir habiéndolas. Más o menos realistas, pero lo que ahora necesitaríamos es una novela futurista.

P: ¿Cómo sería una novela futurista del coronavirus?

R: Yo soy claramente de la vieja escuela. El futuro lo entiendo en función de mis nietos, que son físicos y científicos. Pero ellos no se molestan mucho en explicarme cómo va a ser algo porque piensan: "bueno, la abuela ya no lo va a ver".


Eduard Ribas i Admetlla / EFE