Heinz B. parece un vagabundo. Deambula por las calles y come alimentos de la basura, y sin bien posee una cuenta bancaria, en ella hay solo 15 euros.
Sin embargo, las apariencias engañan. La cuenta esta casi vacía porque a este hombre de 80 años le gusta tener su dinero bajo la forma de inmuebles. Si alguien hubiera sacado un estado de cuenta hace apenas unos días, comprobaría que el alemán tenía entonces unos 700.000 euros, dinero que retiró recientemente para comprar una casa: la décima que posee.
Pese a contar con semejante patrimonio, Heinz hace —valga la contradicción— gala de su modestia. Afirma haber sido frugal toda su vida, razón por la que en realidad no necesita dinero para sobrevivir. Dice que es más que feliz viviendo de la comida que encuentra en los contenedores de basura y acumulando todo tipo de cosas que otras personas desechan.
“Tal vez compre un poco de aceite para freír o algo así si se acaba, pero encuentro la mayor parte de la comida en la basura”, dijo Heinz recientemente al tabloide alemán Bild. “¡La gente derrocha y tira tanto que se podría alimentar a toda una familia! Por ejemplo, compran un paquete de salchichas, se comen una y luego simplemente tiran el resto a la basura”, lamentó.
Jubilado y residente en Darmstadt, en el suroeste de Alemania, Heinz apareció por primera vez en los titulares de las noticias en 2021, cuando se supo que era propietario de siete casas y dos apartamentos, y que tenía alrededor de 500.000 euros en su cuenta bancaria. Desde entonces ha ido aumentando su fortuna y adquiriendo más bienes inmuebles. Curiosamente, se asegura de comprar propiedades en su zona, para poder llegar a ellas en bicicleta en caso de que necesiten reparaciones, porque dice que no está dispuesto a pagarle a alguien para que las haga cuando él mismo puede encargarse.
“Cualquier técnico cobra unos 55 euros la media hora”, se queja el acaudalado geronte, y añade que la mayoría de sus casas ni siquiera están alquiladas porque el alquiler no cubre los gastos de mantenimiento. Además, tampoco necesita esa fuente de ingresos.
Su jubilación de ingeniero eléctrico es de 3.600 euros, y goza también de una pequeña pensión de 156 euros. La mayor parte de ese dinero va a parar a su cuenta bancaria, porque realmente no tiene en qué gastarla. Aparte de los cinco euros que gasta cada mes en comida, sus gastos fijos se limitan a la conexión a internet para su laptop. No tiene celular, porque eso le costaría 10 euros más al mes.
Heinz pasa la mayor parte de su tiempo acumulando cosas que otras personas tiran a la basura, pedaleando en su bicicleta por Daarmstadt en su incesante búsqueda de cosas nuevas. Casi no utiliza la mayor parte, sino que se las entrega a sus vecinos, normalmente a cambio de alimentos que ellos no necesitan.
Sin familia cercana con quien compartir su considerable fortuna, Heinz B. no sabe realmente a quién le dejará su riqueza cuando fallezca. Tiene algunos primos lejanos, pero dice que no pueden pagar el impuesto a la herencia, por lo que está considerando dejar algunas de las propiedades a los inquilinos.
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