Por Diego Castro

Corría el invierno de 1983 cuando Pablo Pinocho Routin, por entonces un joven de 19 años, daba sus primeros pasos en el Carnaval. Llegó a la murga La Justa, una de las tantas murgas cooperativas que había en la época, gracias a la amistad de su hermano con Enrique Rivero y con Daniel Radío, actualmente en la Secretaría Nacional de Drogas, que en aquel momento era el director escénico de esa murga.

Pinocho vivía en Playa Pascual, pero iba a los cumpleaños de los amigos de su hermano en la zona de Mesa 1, en Camino Carrasco y Felipe Cardozo. “Ahí nos reuníamos y se armaban grandes cantarolas. Y como les gustaba cómo cantaba, me arrimaron a la murga”, cuenta Routin en diálogo con Montevideo Portal.

“La murga tenía un auge impresionante, había como 70 tablados en todo Montevideo y la murga tenía una polenta y se volvía a poder cantar con más libertad”, recuerda. Y, según las crónicas de la época, la murga anduvo bien. La crítica del momento era buena y La Justa superó ampliamente el centenar de tablados, algo totalmente impensado para una murga hoy en día.

Dos carnavales duró Pinocho en La Justa, hasta que un día, actuando en el tablado del Larre Borges, Raúl Castro vio a Routin cupleteando y puso el ojo en él. “Un día me llegó una llamada de Julio Julián para que me fuera a probar a Falta y Resto”, señala.

La prueba fue un éxito, y de repente se vio cantando con el Canario Luna o el Bananita González, entre otros. “La Falta estaba en un proceso de renovación y ahí caímos, con el Quique Rivero (actual componente de Doña Bastarda), a un grupo que se estaba renovando y que estaba apostando a tipos jóvenes como nosotros, Ronald Arismendi y el Pitufo Lombardo”, recuerda.

La explosión de Pinocho Routin como cupletero fue en 1988, cuando interpretó el cuplé “La gente”, el año en que la Falta ganó por primera vez el primer premio. La murga se había desarmado el año anterior y eso implicó cambios profundos. “Me acuerdo de que, en una reunión, en el Sindicato de Postales, el Flaco Castro decidió que el Pitufo [Lombardo] agarrara la dirección escénica de la murga y que yo tomara el rol del cuplé central”, relata Routin.

A partir de allí llegaron más y más cuplés, y el renombre de Pinocho Routin en Carnaval. Al año siguiente llegó el Pepe Revolución y un nuevo primer premio. Después Curtidores de Hongos, A Contramano, La Reina de la Teja y Don Timoteo.

En el medio, y fuera del Carnaval, llegó a cantar con Jaime Roos. Todo gracias a su participación en Falta y Resto.

Foto: Javier Noceti / Montevideo Portal

Foto: Javier Noceti / Montevideo Portal

Un bastardo más

Había terminado el Carnaval de 2017 y Routin, como casi toda la murga, tenía la intención de que el proyecto Don Timoteo continuara, pero ni el Chino Recoba ni Rafa Perrone estaban en condiciones de seguir. “Nos dio mucha pena porque se había formado un grupo muy unido”, recuerda. “Un día me llamó Emiliano Tuala y me dijo que estaban encarando un proyecto murguero nuevo, donde tenían que interpretar a unos monstruos y que querían hacer ese proceso conmigo”, contó.

“Yo soy un tipo agradecido de las oportunidades, y entonces me fui hasta el Club Congreso, donde ensayaba la murga. Los vi cantar y quedé impresionado con la Bastarda, y ya me quedé”, dice.

Así nació la relación con Doña Bastarda, murga a la que le hace la puesta en escena desde su primera temporada en 2018, y en la que este año cupletea junto a Emilia Díaz e Imanol Sibes en el espectáculo denominado Enter.

“Esta murga viene haciendo un proceso desde hace años, desde murga joven, y algunos desde las promesas. Y tienen una columna vertebral que están creciendo juntos. Además, me parece totalmente gratificante el intercambio generacional”, afirma Routin.

Desde 2018 y hasta 2022, Pinocho se dedicó únicamente a la puesta en escena de la murga. El año pasado se sumó al equipo de letristas y este año se subió al escenario para interpretar a Tito, un viejo militante que prueba una nueva y ficticia droga llamada Enter, que es el disparador del espectáculo 2024 de Doña Bastarda.

“Estoy muy contento con lo que hacemos. Creo que pudimos elegir qué decir y cómo decirlo. Nada de lo que pasa en el espectáculo es casual”, dice Pinocho, que agrega: “Cuando se participa de un espectáculo donde se dicen cosas importantes, y se le hace honor a la hoja en blanco, uno se siente feliz”.

Foto: Agostina Vilardo / Daecpu

Foto: Agostina Vilardo / Daecpu

El Carnaval y la política

La discusión se instaló hace tiempo. El carnaval está politizado, hay un sesgo a la izquierda en los libretos de los conjuntos de carnaval. Algunos carnavaleros se sienten decepcionados por eso y dejaron el escenario.

Sin embargo, Routin no opina igual. “Yo hablo de los espectáculos en los que participo”, dice, y recuerda su participación en Don Timoteo 2017. “En ese espectáculo dábamos duro y parejo. Sin ir más lejos, yo escribí un texto en el que se apuntaba fuerte a Astori por el aumento a los jubilados”, recuerda.

“Yo sé que esta mirada está promovida por sectores de derecha, que están en todo su derecho de hacer una lectura de lo que ven y lo que escuchan”, plantea.

También señala que las murgas no se juntan para decir “vamos a pegarle a esto”. “Entonces, si hay 20 murgas que están dando palo a lo mismo, hay que pensar si eso que están diciendo no tiene su razón de ser”, concluye.

“Además, yo creo que hay una realidad política que rompe los ojos. ¿Cuál es el problema de decir de todo lo que está pasando?”, interpela, pero también marca la cancha con su propia murga. “La Bastarda hunde el cuchillo en la izquierda, en el machismo de la izquierda, la minería a cielo abierto y en el veto al aborto”, asegura.

“Estigmatizar es muy fácil, pero hay que ver Carnaval para decir que el Carnaval es de izquierda, y no solo guiarse por una cuarteta”, señala.