Por The New York Times | Kriston Capps

BEACON, Nueva York — Un día caluroso en el lago Oscawana, John Powers bañó al perro con una manguera y se puso a trabajar con madera en su casa de campo junto al lago, en el valle del Hudson.

Cuando Powers se encuentra frente a una sierra de mesa, suele hacer obras de arte. Para ello, corta bloques pequeños que ensambla en esculturas geométricas extraordinarias. Los objetos futuristas que expone en las galerías llegan a constar de cientos o miles de piezas, como si se tratara de dibujos digitales realizados en la vida real. Pero el 19 de mayo, Powers estaba cortando tapas decorativas para la barda: una tarea común, para complacer a su mujer, quizá para impresionar al vecino.

Llevaba unos cuatro cortes. Entonces, algo salió mal. Un bloque rebotó y lo golpeó en la cara. El movimiento hizo que la mano izquierda quedara en el camino de la hoja de la sierra. Un mal corte en una herramienta en la que había confiado durante 30 años.

En un instante, Powers perdió el dedo anular y el pulgar. Sus dedos índice y medio quedaron casi destruidos. Le esperaba una penosa demora, ya que la primera ambulancia que lo trasladó desde su casa se descompuso en una colina cercana del condado de Putnam.

Cuando llegó al quirófano, les suplicó a los médicos que lo atendían diciendo: “Soy un artista. Eso es parte de mí, me completa. Mira, hermano, no soy distraído, trabajo de una manera muy similar a la tuya”.

Para Powers —quien antes de recurrir a las formas abstractas hacía estatuas realistas de bronce— la lesión ponía en juego su carrera y también reveló una paradoja. Durante décadas, había perfeccionado un proceso para ocultar su maestría inigualable, el toque de artista, por así decirlo, con el fin de producir objetos que parecieran salidos de una fábrica, pero que siguieran mostrando su sello personal. Sin embargo, cada uno de los componentes era resultado de la precisión y el control.

En las semanas posteriores al accidente, Powers tuvo que someterse a varias cirugías, una de ellas para restaurar el pulgar cortado, y otra para retirarlo de nuevo, después de que el dedo se momificó.

En los meses transcurridos desde el accidente, el artista volvió poco a poco a su práctica. La primera pieza que construyó fue un ataúd en miniatura para su pulgar recuperado,el cual enterró en su patio en una ceremonia a la que asistieron amigos. Sonó “Under My Thumb”. La recuperación de Powers ha estado enmarcada por un maravilloso humor negro. En el lugar del entierro, hay una pequeña lápida.

Su próximo proyecto es más esquivo. A través de la fisioterapia, está volviendo a trazar el territorio entre su mente y su mano. Se ha enfrentado a sensaciones fantasmagóricas, similares al dolor del miembro fantasma, misterios de la textura y la percepción. Ha luchado por mantener a raya la duda.

Este proyecto también incluye la colaboración de otros escultores para diseñar prótesis personalizadas que adoptarán la forma de accesorios que se ajustarán a “pu” y “de”, como llama a los dígitos inferiores que le quedan en la mano. Puede que sean solo estéticas, incluso ornamentales o extrañas. Para las personas discapacitadas, las posibilidades que ofrece la fabricación digital son muy amplias. Para Powers, es un problema que hay que resolver a través del arte.

Según el artista, este proyecto —con el que hace referencia en términos generales a su recuperación y reorientación, en su práctica y en su cuerpo— es la obra más importante de toda su carrera.

Powers, de 51 años, nació en el South Side de Chicago. Su madre estudió en el Instituto de Arte y trabajó como diseñadora de interiores. Su padre, quien falleció en 2013, fue un sacerdote episcopal ordenado que marchó con Martin Luther King Jr. en Selma y más tarde encontró su vocación como psicólogo clínico. Powers creció en South Commons, un desarrollo urbano integrado que describe como algo “utópico”.

Después de la separación de sus padres, asistió a la escuela primaria en los suburbios de Oak Park, frente a la casa y el estudio de Frank Lloyd Wright. “En la escuela primaria se tomaban la arquitectura muy en serio”, dijo Powers.

Tuvo problemas para aprender a leer. El arte siempre fue su salida. En su último año, dice, pasaba la mayor parte del tiempo en una clase de cerámica. Una de las profesoras de Powers —quien reprobó esa materia— le contó sobre un colega que trabajaba en una fundidora de bronce en el noroeste del Pacífico. A Powers le fascinó la idea de ser aprendiz de un maestro. Le preguntó con insistencia si necesitaba uno.

Riverdog Fine Arts tenía una vacante. Así que Powers le pidió prestados 50 dólares a su padre y viajó de aventón desde Chicago a la fundidora en Chimacum, Washington.

Lo del trabajo no prosperó, pero Tom Jay, escultor y ecologista que construyó la fundición, contrató a Powers como asistente para que le ayudara a terminar un proyecto monumental en bronce, “La encantadora del salmón y el cuervo”, un mito indígena. Para la comisión, Jay tenía que crear un anillo de 3,6 metros de alto, una canoa de casi 5 metros, dos figuras de tamaño humano y montones de salmones, una gran variedad de estatuas de bronce. Hoy esta escultura ocupa un lugar privilegiado en el parque Highland de Bellevue.

Powers vivía en el terreno de Jay, sin agua corriente, en una choza que él mismo construyó. Al principio, Jay le pidió a su aprendiz que fuera a hacer estanterías en el bosque; le dio herramientas, pero no instrucciones. Powers todavía recuerda la lección que ese día le dio Jay: “Si es bonito, funcionará mejor”.

Powers aprendió a esculpir, moldear y fundir. Trabajó con modernistas de la Escuela del Noroeste, como Hilde Morris, y con escultores nativos. Y aprendió cómo vivían los artistas.

Tras seis años en la fundición, Powers se convirtió en un maestro artesano. Luego llegó a Brooklyn como pudo, para inscribirse como estudiante en el Instituto Pratt (y más tarde en el Hunter College). Pero Powers rechazó las clases introductorias. Ya había construido una casa. Tampoco le apetecía presumir de una carpintería elegante.

Así que recurrió a los sencillos bloques Froebel que habían inspirado a Frank Lloyd Wright. Powers hizo docenas de bloques rectangulares de dimensiones similares y adoptó esta geometría sagrada de Chicago como propia. “Parecía que no estaba haciendo nada”, dijo.

En 1995, Powers vio una exposición en el Museo Whitney de Arte Estadounidense que cambió su trayectoria. Se trataba de una muestra sobre los artistas de la Generación Beat que sirvió como trasfondo para exponer por primera vez en Nueva York la obra “La rosa”, un cuadro de la artista Jay DeFeo que el museo había desenterrado. El cuadro pesaba más de una tonelada, con la misma densidad de un relieve escultórico, producto de 12 años de trabajo obsesivo.

En ese momento, Powers sintió que todo tenía sentido. Todavía en Pratt, se hizo de un almacén desordenado, trajo madera contrachapada y cortó sus primeros miles de bloques. Y empezó a apilarlos.

“Su trabajo es más como un maratón en lugar de una carrera de velocidad”, afirma Magdalena Sawon, cofundadora de Postmasters Gallery, que organizó una exposición individual de Powers en 2014. Para esa exposición, el artista trabajó todas las mañanas desde el amanecer hasta la apertura de la galería, clasificando pilas de bloques —de papel, madera contrachapada, poliestireno, resina y acero— para crear collages, instalaciones y torres.

Ahora, Powers elabora encargos monumentales, como “Lanchals”, una torre de 15 metros en forma de columna vertebral de piezas de acero entrelazadas ubicada frente a un canal de Brujas, Bélgica, para un festival en 2018. También ha hecho cosas barrocas con la madera; entre ellas, varios prismas multifacéticos perforados y descortezados con esmero que abarrotan su estudio.

Tras el accidente, el artista Mark Wagner se puso en contacto con Powers para hacerle un regalo. Con una guillotina del siglo XIX, Wagner cortó miles de trozos de papel de 10 tamaños diferentes, todos ellos rectángulos en las mismas proporciones que Powers prefiere. Las piezas más pequeñas son meras virutas, de 1,5 por 4,7 milímetros.

Ahora Powers apila estos trozos de papel en capas, con las que logra obras que casi parecen dibujos. Sus años en la fundición le enseñaron que menos es más.

“El bronce tiene lo suyo”, comentó Powers. “La gente elige el bronce. Lo bueno de los bloques es lo contrario. Todo el mundo sabe cómo apilar un bloque”. Ir más allá de las soluciones funcionales

Adam Poots, fundador y propietario de una empresa de juegos de mesa con sede en Queens, Nueva York, es un experto en el ámbito de la fabricación digital. Su empresa produce Kingdom Death, un juego de fantasía y terror con cartas, dados y monstruosas figuras de plástico.

Kingdom Death crea nuevas criaturas esculpiéndolas e imprimiéndolas digitalmente o fabricándolas mediante moldes. Una de ellas es un cocodrilo sádico que se alimenta de cortisol, la hormona del estrés.

Powers pidió a Poots que le diseñara una prótesis. No solo un pulgar y un dedo, sino específicamente un pulgar y un dedo de edición de Kingdom Death.

“Me lo presentaron en un entorno informal”, dice Poots. “No me di cuenta de que él sigue una trayectoria artística”.

Bill Albertini, otro escultor, también está diseñando prótesis para Powers. Es probable que pruebe con un material de aluminio. El diseño final podría parecerse a algo de los “Pipe Dream Systems” de Albertini, una serie de esculturas que se asemejan a la tubería surrealista.

“No la hago con la idea de hacer una prótesis funcional”, dijo Albertini. “Eso está fuera de mi ámbito”.

Powers también ha recurrido a ingenieros para sustituir la función cotidiana de su mano izquierda. El 5 de enero le colocaron componentes personalizados fabricados por Naked Prosthetics, una empresa especializada en dedos impresos en 3D para amputados parciales de la mano. El seguro de Powers se negó a pagar estas prótesis, pero después de tres apelaciones, logró que lo hicieran.

Entre los artistas, Powers busca ideas que trasciendan la funcionalidad, aunque al final las piezas solo sean ornamentales y las use en las inauguraciones de exposiciones de arte. Por ejemplo, el diseño de Poots se inspira en una prótesis de guantelete que portaba un caballero alemán del siglo XVI conocido como Götz de la Mano de Hierro. Powers ha creado un sitio web, Open Paw, para invitar a los artistas a presentar sus diseños. Es posible que la Galería Postmasters los exponga. Su terapia física terminó a finales del año pasado. Powers dice que no sabe cuándo podrá levantar madera contrachapada o volver a la sierra de mesa. Tal vez sus cortes meticulosos sean descartados. Pero siempre podrá apilar bloques.

Powers dice que piensa con las manos. Por ahora, está centrado en su recuperación.

“El arte me ha dado una forma de ver esto y de ser parte de esto”, mencionó. El escultor John Powers, que perdió el dedo anular y el pulgar en un accidente con una sierra de mesa, en su casa-estudio en el lago Oscawana, en Nueva York, el 29 de diciembre de 2021. (Jasmine Clarke/The New York Times)