Por The New York Times | Clyde Lawrence
EL CONTROL DE LIVE NATION, LA EMPRESA QUE SE FUSIONÓ CON TICKETMASTER, SOBRE EL ECOSISTEMA DE LA MÚSICA EN VIVO ES PASMOSO.
La mala gestión de Ticketmaster de la venta de entradas para la nueva gira de Taylor Swift llevó a todos, desde los fans de Swift hasta los políticos de Estados Unidos, a analizar la excesiva influencia de Live Nation sobre la música en vivo. Pero el problema viene de mucho antes.
Desde la primera gira de mi banda, en 2016, hemos sufrido la frustración del asimétrico mecanismo de los conciertos en vivo. Por eso mi banda, Lawrence, lanzó el año pasado “False Alarms”, una canción sobre los problemas a los que nos enfrentamos al emprender una carrera musical. En la letra decimos: “Live Nation es un monopolio”. Se ajuste o no a la definición jurídica de monopolio, el control que ejerce Live Nation sobre el ecosistema de la música en vivo es anonadante.
He aquí cómo se supone que debe funcionar el sistema y cómo, en su mayor parte, funcionaba antes de que Ticketmaster y Live Nation se fusionaran en 2010 (mucho antes de que nosotros tocásemos por primera vez en vivo). Los dos principales actores en una gira de conciertos son el promotor y el artista, y ambos coinciden en el interés común de maximizar los beneficios del concierto y al mismo tiempo proporcionar una experiencia disfrutable a los fans. El promotor coordina y anticipa los pagos necesarios para organizar un concierto, como el alquiler del recinto, la negociación de un contrato con una empresa de venta de entradas y la dotación de personal para el evento. Los beneficios son la cantidad resultante de la venta bruta de las entradas menos los costos.
Es importante tener en cuenta que, en un gran ecosistema de recintos para conciertos, donde los promotores y las empresas de venta de entradas operan de forma independiente, la competencia permitía a los artistas tener más opciones y más control. El sistema no era perfecto, pero en gran medida funcionaba.
Y entonces se produce la fusión de Ticketmaster y Live Nation. Hoy, Live Nation Entertainment controla el 70 por ciento del mercado primario de venta de entradas y de recintos para eventos en vivo en Estados Unidos. Live Nation también compró, a lo largo de la década de 2010, una serie de empresas de todo el ecosistema de la música en vivo, promotoras incluidas. De modo que, si un artista toca en un recinto de Live Nation, se le suele exigir que contrate con una promotora propiedad de Ticketmaster y Live Nation.
Este es el resultado desde el punto de vista de un músico. Imaginemos que acabamos de tocar, con todas las entradas agotadas, en un recinto que Live Nation posee y gestiona. Los costos se habrán comido la mayor parte del dinero ganado esa noche: 30.000 dólares por los costos operativos (el importe fijo que cobra el recinto), 10.000 dólares por el marketing e incluso 250 dólares por tener toallas limpias. Una vez deducidos estos costos, de los cuales algunos van a parar a filiales de Live Nation, el resto se reparte entre Live Nation y la banda. El precio de las entradas era de 30 dólares, y la parte de los beneficios correspondiente al artista acabó siendo de unos 12 dólares por entrada, es decir, el 40 por ciento del total bruto. (Live Nation le aseguró a The New York Times que los artistas perciben la mayor parte de lo recaudado de la venta de entradas).
Pero en esta situación hipotética —los contratos varían mucho, aunque este ejemplo va en la línea de lo que recibe mi banda—, el fan no pagó 30 dólares por la entrada. El fan pagó 42 dólares, porque Ticketmaster añade una considerable comisión a la entrada. De modo que, de los 42 dólares que el fan se gastó en la entrada, el artista recibió 12. Y, con esos 12 dólares, el artista tiene que pagar los gastos de la gira, como el alojamiento, el transporte y su propio personal para los conciertos. Alrededor del 50 por ciento de nuestra parte se utiliza para sufragar los costos de la gira, una cantidad que coincide con la de algunos artistas con los que he hablado, aunque otros han dicho que les cuesta mucho siquiera cubrir las pérdidas. Eso lo deja en 6 dólares para el artista; en nuestro caso, una banda compuesta por ocho personas. Tengamos en cuenta que de esa cantidad hay que deducir los impuestos, y nosotros nos pagamos nuestro seguro médico.
No todo es malo. Tenemos relaciones positivas con varios representantes de Live Nation, que hacen todo lo que pueden por defender nuestros intereses en la medida en que lo permite el sistema. Y el porcentaje de los ingresos que recibe el artista puede variar mucho, en parte porque Live Nation suele ofrecer un mínimo garantizado, lo que significa que al final de la noche tendremos o bien la cantidad garantizada o bien un porcentaje de los beneficios del concierto, la que sea mayor.
Aun así, muchos músicos, y en particular los de menor o mediano cartel, tienen escasa o nula idea de cuánto se lleva Live Nation del pastel. Por ejemplo, Live Nation le entregará a nuestra banda una “hoja de liquidación” después del concierto, en la que se indica que tampoco ellos han ganado mucho con él. Pero en esa hoja faltan varias fuentes de ingresos adicionales, como las altas comisiones de Ticketmaster, la caja de los bares y la venta de merchandising, que a menudo van a parar a empresas que son propiedad de Live Nation.
A medida que Live Nation se sirve de su poder en todo el ecosistema de los conciertos para aumentar su margen de beneficio, el público ve subir el precio de las entradas y a los artistas se les complican mucho las cosas para salir de gira. Para el artista, los costos de salir de gira se han vuelto especialmente caros, lo que genera dificultades económicas para los artistas de menor o mediano cartel. Santigold canceló hace poco una gira debido a los costos desorbitados, al igual que Animal Collective. Sin embargo, Live Nation está registrando un récord de ingresos.
Todo esto está sucediendo en un momento en el que los músicos dependen de los conciertos. Las plataformas de streaming pagan entre un tercio y la mitad por reproducción, lo que dificulta que los artistas pequeños y medianos puedan ganarse la vida. Los músicos utilizan ahora los servicios de streaming para darse a conocer y generarse un público, pero al final la mayor parte de sus ingresos proviene de las giras. Incluso ahora que nuestra banda está gozando de más éxito en las plataformas de streaming, este año nuestros ingresos de la gira han triplicado con creces los del streaming.
¿Qué se puede hacer al respecto? Aunque el Departamento de Justicia estadounidense dice que está investigando a Live Nation y sus prácticas, los artistas, los fans y los actores de la industria están cooperando para presionar y conseguir cambios que mejorarán la experiencia de la música en directo para todos.
Debemos presionar a Live Nation para que reduzca su proporción de las ventas de merchandising, en especial para las bandas que están empezando. Si Live Nation aduce que merece una parte de nuestras ventas de merchandising porque ponen el espacio para venderlo dentro de su recinto, entonces nosotros deberíamos llevarnos una parte de los ingresos complementarios de Live Nation en los recintos que posee y gestiona. Al fin y al cabo, ellos están poniendo el espacio de venta, pero nosotros estamos poniendo a la gente. Que Live Nation se lleve en torno al 20 por ciento de la venta bruta de merchandising, pero nosotros no nos llevemos nada de las comisiones de las entradas, de la caja de los bares, de lo recaudado en el guardarropa y el estacionamiento no me parece que tenga mucho sentido.
Podemos ampliar la venta de entradas más allá de las plataformas. Actualmente, los contratos de venta de entradas de muchos recintos permiten que alrededor del 10 por ciento de ellas se vendan a “clubes de fans”, de modo que los artistas pueden controlar las tarifas y mantener una relación directa con los fans. Muchos artistas con los que he hablado ni siquiera sabían que tenían esa opción. Están surgiendo otras empresas de venta de entradas más justas, pero, sin ampliar el porcentaje de entradas que Live Nation permite vender en otras plataformas, estas innovadoras empresas no pueden cobrar relevancia en el ecosistema de las giras.
Y los artistas deberían vigilar los costos. Las hojas de liquidación deberían reflejar una lista de ingresos más clara y completa, de modo que las cifras que aparecen al final, las que indican cuánto han ganado el artista y Live Nation, se ajusten más a la realidad. También debería haber más transparencia en el desglose de costos respecto a qué comprenden conceptos como “gastos operativos” y “uso de las instalaciones”, y debería incluir más de los gastos de gira del artista, y no solo los de Live Nation.
Músicos: no le confíen a Live Nation su sustento. Lo que sé sobre los matices de los contratos viene de repasar los números línea por línea después de muchos conciertos, a menudo con la misma ropa sudada que llevaba en el escenario solo unos minutos antes. Mi compañero de banda Jordan Cohen y yo nos encontramos con frecuencia discrepancias o errores administrativos que significan pasarse más de una hora recalculando, rescatando correos electrónicos antiguos y manteniendo debates intensos, todo eso después de la medianoche. No estoy diciendo que este tipo de problemas sean deliberados o se deban a una mala fe, pero, todo sea dicho, corregirlos puede hacer que dejemos de ganar hasta miles de dólares por noche, como habría ocurrido si no los hubiésemos hecho (Live Nation declaró a The New York Times que los artistas rara vez discuten las liquidaciones después de los conciertos).
Si bien muchos de los problemas que he descrito no son específicos de Live Nation, sí es, por su poderosa posición en la industria, la que fija la norma en las relaciones entre el promotor y el artista, y su voluntad de cambiar algunas de estas cosas podría lograr un importante progreso. Podemos crear una industria musical más justa y accesible para todos.
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