Por The New York Times | Paul Krugman
Ese fue el verano de nuestro descontento. A principios de este año, muchos de nosotros esperábamos ver mejoras drásticas en nuestra calidad de vida. Las vacunas milagrosas ofrecían la esperanza de que la pandemia terminaría pronto y volveríamos a la vida normal. También esperábamos que la vuelta a la normalidad sentaría las bases para una rápida recuperación económica. Cuando el presidente Joe Biden predijo un “verano de alegría”, no parecía descabellado.
Pero eso no sucedió. Tras el éxito inicial, la campaña de vacunación se estancó ante la resistencia generalizada, intensificada por la desinformación y la manipulación de la información con fines políticos; y, en un país con una tasa de vacunación deficiente, la variante delta provocó una tercera ola mortal de contagios. Aunque el crecimiento del empleo ha sido rápido en comparación con los estándares históricos, la economía se vio afectada tanto por la prevalencia de la COVID-19 como por la paralización de las cadenas de suministro. Y el aumento de los homicidios ha reavivado algunos de los viejos temores distópicos de descomposición social.
El resultado ha sido una frustración generalizada y mucha gente predice que las cosas seguirán mal o empeorarán en los próximos meses.
Pero, ¿y si el pesimismo actual es exagerado? Como saben los lectores habituales, no soy optimista por naturaleza y estoy tan aterrado como debería estarlo todo el mundo por la amenaza que el radicalismo de la derecha supone para la democracia estadounidense. Pero existen buenas razones para pensar que en un futuro bastante cercano veremos avances sustanciales contra las tres C: la COVID-19, los contenedores (es decir, los problemas de la cadena de suministro) y el crimen. No tuvimos el verano de alegría prometido, pero puede que estemos en camino hacia una primavera de alivio.
Empecemos por el estado de la pandemia. En este momento, es evidente que la ola de la variante delta está retrocediendo en Estados Unidos. Además, hay razones para esperar que esto no sea otro falso amanecer, porque el gobierno federal y un número creciente de empleadores privados se tomaron en serio la exigencia de vacunación para los trabajadores.
Y el muro de la resistencia a las vacunas está resultando mucho menos sólido de lo que parecía. Hace unos meses, las encuestas sugerían que muchos trabajadores renunciarían antes que aceptar la vacunación obligatoria. En realidad, los empleadores que ya han impuesto este tipo de mandatos, por ejemplo en el sector médico, suelen ver que solo el uno o el dos por ciento de sus trabajadores cumplen esta amenaza.
Nada de esto significa que en el corto plazo dejemos de preocuparnos por la COVID-19. Pero parece que, por fin, estamos en el camino hacia una situación en la que los estadounidenses que se vacunaron pueden sentirse bastante seguros para volver a la oficina, salir a comer y, lo más importante de todo, enviar a sus hijos a la escuela.
¿Qué pasa con los problemas de la cadena de suministro? Creo que es justo decir que casi nadie predijo el “gran enredo”, el lío logístico que tiene a decenas de buques portacontenedores yendo y viniendo de California a la espera de un lugar para atracar, a los fabricantes de automóviles sin poder satisfacer la demanda debido a la escasez de chips semiconductores y mucho más. Pero dos de los principales factores de este desorden parecen estar cediendo.
En primer lugar, la atenuación de la pandemia debería ayudar a mitigar los problemas de suministro de manera directa, ya que al menos algunas interrupciones han sido ocasionadas por cierres relacionados con la COVID-19 y la incapacidad o falta de voluntad de algunos trabajadores para realizar actividades de riesgo. A medida que la tasa de nuevos casos disminuye, estas interrupciones deberían ser más raras.
Tal vez lo más importante sea que muchos de nuestros problemas en la cadena de suministro se debieron a la condición inusual de la demanda durante la pandemia, que hizo que los consumidores compraran menos servicios pero más cosas: compraron equipos de ejercicio porque no podían ir al gimnasio, sistemas de entretenimiento para el hogar porque no podían ir al cine. Las compras de bienes de consumo duraderos se dispararon muy por encima de la tendencia anterior a la pandemia y el mundo no tenía capacidad para trasladar todos esos bienes sin grandes retrasos.
Pero la prisa por comprar cosas ha disminuido mucho en los últimos meses y debería disminuir aún más a medida que vuelva la normalidad. Esto debería reducir la presión sobre el sistema. Puede que los regalos de Navidad sigan siendo un poco difíciles de conseguir, pero sería sorprendente que la tensión no se redujera de manera significativa a principios del próximo año.
Por último, el crimen. El año pasado se produjo un fuerte aumento de los homicidios, aunque las tasas de homicidio todavía son inferiores a las de la década de 1990. Sin embargo, ¿el aumento de los asesinatos anuncia una vuelta a los malos tiempos o fue una aberración relacionada con la pandemia?
Bueno, los datos de Nueva York, al menos, sugieren que 2020 no fue el comienzo de una tendencia. En lo que va del año, los homicidios se han situado por debajo de su porcentaje en el periodo correspondiente del año pasado; en las últimas cuatro semanas, han bajado un 14 por ciento con respecto al año anterior.
En definitiva, es muy probable que a principios del año que viene nos sintamos mucho mejor que ahora.
Sin duda, esta mejora en el estado de ánimo de la nación seguro tendrá grandes implicaciones políticas y deberíamos esperar que los republicanos harán todo lo posible para empeorar las cosas de nuevo; puede que Mitch McConnell se haya acobardado ante la perspectiva de crear una crisis financiera mundial por el techo de la deuda, pero sin duda hay muchas más travesuras por delante.
Pero, con cautela, me siento optimista. ¿Será por algo que comí? Gente en el Parque de la Plaza Washington en Nueva York, el 25 de julio de 2021. (OK McCausland/The New York Times)