El legendario cantautor y poeta canadiense Leonard Cohen falleció este jueves a los 82 años. Hace pocos días, con motivo de la salida de su último disco, You want it darker, nuestro colaborador Andrés Torrón escribía esta columna.
El tiempo pasa y nos hemos acostumbrado a ver estrellas de la música "joven" septuagenarios. Este año tuvimos el privilegio de ver en vivo en Montevideo nada menos que a Los Rolling Stones, a John Cale y a Iggy Pop, por ejemplo.
Dentro de ese grupo de artistas casi ancianos pero aparentemente incombustibles, hay uno que nunca pareció ser joven, que es una liga en sí mismo sin casi contacto con el mundo del pop y que acaba de sacar un nuevo álbum a los 82 años.
Leonard Cohen ha sido siempre un caso aparte, no porque su música sea especialmente rara o experimental sino porque ha seguido un camino tan distinto que su pertenencia al mundo de la música popular parece casi un accidente. Sin embargo es casi imposible hacer una historia de ella sin tenerlo en cuenta. Artistas tan distintos como Nick Cave, U2, REM o Eduardo Darnauchans lo han nombrado como una influencia fundamental. Y hasta alguien tan poco afecto a hablar de los méritos de otros músicos como Bob Dylan ha dicho que Cohen es sin dudas el número uno. Teniendo en cuenta que estamos hablando de un músico que editó su primer disco a los 34 años en 1967 -en un momento donde tener 30 era visto con desconfianza por parte de la cultura juvenil- y que en casi medio siglo ha editado solo 14 álbumes, su arco de influencia es sorprendentemente grande y poderoso.
Cuando Cohen llegó a la música era ya un escritor premiado y reconocido con dos novelas y cuatro libros de poesía en sus espaldas y hasta un documental sobre su carrera literaria.
Pero no empezó de cero como músico. Además de que todo poeta que se precie debe tener en cuenta la musicalidad de las palabras, había estudiado guitarra con un profesor español en su natal Quebec y formado parte de bandas cercanas al country.
Con su primer disco solista, Songs of Leonard Cohen (1967), fue rápidamente asociado a la movida folk estadounidense (pese a ser canadiense) y comparado con la música de Bob Dylan. Si bien la asociación es lógica, su estilo tenía más parecido con la tradición francesa de cantautores, también muy ligada con la poesía. Autores como Jacques Brel o Serge Gainsbourg son más fácilmente comparables a lo que hacía Cohen que el folk estadounidense de la década del 60.
Se ha escrito muchísimo acerca de Cohen como poeta. Lo cual está muy justificado ya que el ganador del Premio Príncipe de Asturias a las Letras de 2011 debe ser uno de los escritores vivos más trascendentes del último medio siglo. Pero su enorme talento con la palabra escrita y la importancia que le damos a la escritura como medio de expresión, han hecho que sus dotes musicales queden a veces opacadas. Cohen decidió hacer canciones además de escribir libros y lo hizo de una manera única.
La construcción de sus canciones no es nada clásica y la aparente simpleza de su música muchas veces no es tal. Las composiciones de sus primeros discos como "Suzanne", "Sisters of Mercy", "Famous Blue Raincoat" o "Chelsea Hotel"; además de presentar estructuras inusuales alejadas de cualquier clisé pop, tienen melodías bellísimas de aparente simpleza. Son de esos temas que quedan en la memoria, que son recordables y recordados, pero que no son nada fáciles de interpretar. La seducción de esos temas y la fuerza de ese primer Leonard Cohen como intérprete, se muestran muy claramente en la filmación de su increíble presentación en el mítico festival Isle of Wight en 1970. En el documental lanzado recién en 2009 puede verse como hipnotiza a medio millón de personas que unas pocas horas antes habían prendido fuego (literalmente) el escenario y ya habían obligado a bajarse a varios artistas.
Cohen además nunca se quedó nunca quieto musicalmente, al punto que un disco de los años 60 comparado con un álbum de la década del 80, puede hacer pensar a alguien que no lo conozca que se trata de dos artistas distintos.
En 1977 se juntó nada menos que con Phil Spector para hacer el álbum Death of a Ladies Man. La unión fue un desastre, pero mostró a Cohen en una nueva dirección musical, y el tiempo mostró que el álbum tenía un gran valor artístico. En 1979 lanzó Recent Songs, un disco con toques jazzeros y flamencos. En 1984 cambió la guitarra española por un teclado Casiotone y alienó por igual a fans y a su sello discográfico -que se negó a editar el álbum en un principio- con Various Positions, que terminaría siendo uno de sus discos más exitosos. Ese álbum, además de canciones como "Dance Me to The End of Love", incluía la canción "Hallelujah", un tema que no fue un éxito inmediato pero con los años se transformaría en una de las canciones más versionadas en la historia de la música popular.
Aunque el humor siempre había estado presente en su obra, el tono negro y cada vez más irónico de sus letras fue profundizándose en ese tiempo. Los álbumes Various Positions, I'm Your Man (1988) y The Future (1992) -quizás los mejores de su carrera- muestran a un artista cada vez más oscuro e irónico y con un sonido cada vez más pop y maquinal.
Como compositor e intérprete Cohen tiene el talento de los grandes instrumentistas, esos que suenan a sí mismos, no importa el género que toquen, ni la calidad del instrumento que utilicen. Su opción por lo acústico, su etapa synthpop de los 80 y su onda de jazz de restaurant de este nuevo siglo parecen siempre las opciones adecuadas para cada una de sus obras. Porque Cohen sintetiza lo mejor de un género tan viejo como siempre vigente, el de la canción, la conjunción de melodía y palabra de una manera tal que es imposible separar los ingredientes.
Tras un silencio de casi diez años Cohen retornó en 2001 con un nuevo álbum (Ten New Songs), la voz aun más grave que en su etapa de los 80's y una mezcla perfecta de todas sus facetas. Tenía ya 70 años. Ha seguido haciendo música de manera constante desde ese momento y debe ser uno los pocos artistas surgidos en la década del 60 cuyo nivel creativo se ha mantenido constante.
Así llegó hace una semana You Want It Darker su álbum número 14, editado un mes después de su cumpleaños número 82.
Como su nombre lo indica el disco tiene un tono muy oscuro y como sus anteriores Old Ideas (2012) y Popular Problems (2014) el tema de la muerte está presente en casi todas las canciones. También están muchos de los temas que han marcado su obra: el diálogo con un dios ausente, cruel y seguramente imaginado, la poca fe en la humanidad, pero a la vez la esperanza en lo individual, las imágenes bíblicas, la reconciliación, el arrepentimiento, el amor y su falta. Pero no están ni la lujuria ni el sexo que marcaron gran parte de su obra anterior, ni está tan presente el humor.
Musicalmente, el disco, producido por su hijo Ari Cohen es mucho más rico que su antecesor. Hay más balance entre las programaciones y los instrumentos acústicos, hay precioso arreglos de cuerdas y muy buenos arreglos corales. Cohen sigue bajando su registro y sigue siendo un maestro al manejar su cada vez más menguado caudal vocal.
La canción que da nombre al álbum, "Treaty", "Travelling Light", "It Seemed the Better Way" o "Steer Your Way" son composiciones perfectas, donde cada palabra, cada giro melódico y cada acorde parece estar en el lugar y el momento justos.
Muchos han visto en las canciones de este disco una despedida. Cohen recientemente se desdijo de su declaración a la revista New Yorker de que estaba "pronto para morirse". Es muy probable que todavía tengamos un par de discos suyos más. Pero si por alguna razón You Want it Darker es su última obra, es una despedida maravillosa.
Por Andrés Torrón