La vieja dicotomía mente-cuerpo ha estado siempre muy presente en la música popular. Por un lado está la falsa oposición entre música para escuchar o para bailar. En la historia del pop todos los géneros musicales parecen volverse respetables y dignos de ser reconocidos como "arte", cuando dejan de ser pensados para bailar y empiezan a apelar solo al gusto intelectual. A la vez, cuando alguien critica alguna propuesta por estar pobremente hecha o ser demasiado obvia, puede recibir la respuesta de que "es solo música para divertirse", como si la diversión anulara toda capacidad de raciocinio.
Hay innumerables ejemplos artísticos que desmienten estos prejuicios en todos los campos de la música.
La banda británica Hot Chip es un buen ejemplo de esto. Rescatando elementos de la música disco, de lo mejor del tecno pop de la década de 1980, con pequeñas dosis de rock alternativo, música house, electro y hasta algo de folk, el grupo liderado por Alexis Taylor y Joe Goddard, marcó desde el año 2000 un nuevo camino en la música de raíz bailable.
En parte siguieron el camino de otras propuestas que mezclaron rock y música dance a inicios del siglo XXI, retomado la línea comenzada en la década del 80 por bandas como Gang of Four, entre otras. Hot Chip se diferenció por no estar tan asociada a la vertiente roquera -como si loe estaba LCD Soundsystem, la propuesta de James Murphy que compartió guitarrista con Hot Chip (Al Doyle)- y sí más cercana al pop.
En sus primeros discos ese costado pop, luminoso y alegre era disfrazado con buenas dosis de ironía y humor absurdo, como para que los escépticos tuvieran la excusa de sonreír socarronamente, mientras bailaban. La estética del grupo, alejadísima de cualquier tipo de glamour o pose pop (sus integrantes tiene más pinta de profesores universitarios que de miembros de una banda) ayudaba a este distanciamiento.
Desde One Life Stand, editado en 2010, el grupo había adoptado un aire un poco más reflexivo y menos irónico en sus letras, sin dejar de lado la diversión y el costado bailable.
In Our Heads, de 2012 fue un paso más allá. Lleno de una alegría vital, no tan común de encontrar en la música pop, las canciones de ese disco trasmiten una enorme energía positiva con grandes melodías y grandes arreglos.
Este año el grupo editó Why Make Sense?, su sexto álbum. El disco mezcla en parte el aire de sus dos trabajos anteriores, haciendo un mayor énfasis en el sonido "orgánico" de una banda tocando en vivo. Aunque Hot Chip siempre fue un grupo pop en el sentido clásico del término (el de la banda que compone, canta y ejecuta instrumentos musicales), una parte de su música se basa en sonidos programados. En Why Make Sense? las programaciones están menos presentes y el sonido de batería acústica, bajo eléctrico, guitarras y teclados pasa más al frente.
Hay muy buenos momentos en el álbum. Canciones como "Huarache Lights", "Cry For You", "White Wine and Fried Chicken" o la canción que cierra y da nombre al disco, son una buena muestra de los muchos recursos de la banda para hacer música que parece sencilla y "para bailar", pero que siempre tiene una vuelta de tuerca.
Hot Chip estará en Montevideo en poco menos de un mes, el 1 de diciembre en el Velódromo, como parte del festival Primavera 0. La presencia de Chemical Brothers en ese mismo festival ha concitado comprensiblemente la mayor expectativa. Pero Hot Chip promete ser también un gran espectáculo, de una banda muy interesante que llega además en un muy buen momento.
Por Andrés Torrón