Hace un tiempo se hablaba en esta columna de que es lo que convierte en "clásico" a un disco de rock o pop y cómo algunas otras cosas podían llegar a ser tanto o más importantes que la música en sí.
El pasado 24 de setiembre se cumplió un cuarto de siglo de la salida de Nevermind, el segundo disco de la banda estadounidense Nirvana, un álbum que tuvo todos los componentes para llegar al status de clásico del rock que goza hoy.
Hay generaciones que marcan a Nirvana -y especialmente a Nevermind- como el kilómetro cero de la música rock. El grupo y ese álbum fueron la cara más visible de una movida musical, pero también de una sensibilidad que estaba en el aire a inicios de la década de 1990. Como sucede en unos muy contados casos, Nevermind fue una mezcla perfecta de timing, buena música, producción y estrategia comercial.
Pero también jugó su carta, ayudando al mito, la figura de su cantante y principal compositor, Kurt Cobain, que encaja a la perfección dentro de todos los clisés del héroe trágico de la mitología roquera. El ascenso meteórico a la popularidad masiva con su banda Nirvana, reivindicando la pureza del rock y trayendo a la luz a toda una cantidad de artistas subterráneos, su integridad artística a prueba de balas, su polémico casamiento con una mujer de moral ambigua y dominante que lo apartó del ‘buen camino' y su muerte a los 27 años -nada menos- suicidándose por no poder resistir el peso de la fama, son lugares comunes que se han repetido hasta el cansancio y que además de explicar en parte el culto creado, muestran la parte más fea de la mitología roquera.
El trío formado por Cobain, Krist Novoselic y Dave Grohl era parte de una movida mayor, que luego se conoció mundialmente como grunge o simplemente ‘sonido de Seattle', la ciudad principal del estado de Washington.
Como en algún momento pasó en Uruguay y también en los países nórdicos europeos (principalmente Suecia e Islandia), la escena roquera de Seattle tiene la particularidad de poseer esa insularidad bien informada, donde el caudal de información musical llega puntualmente pero es procesado de manera única y sin prejuicios de ningún tipo.
De esa manera puede explicarse cómo en la década de 1980 en Seattle y aledaños los adolescentes consumían como si fueran la misma cosa el hard rock de los setenta y el punk, vistos en sus lugares de origen como géneros antagónicos. Y además renegaban de todas las poses roqueras, poniendo siempre a la música en primer lugar.
Los integrantes de Nirvana no eran los primeros ni, tal vez, los mejores en hacer esto pero sin duda tenían algo especial, que hizo que llamaran la atención mucho más que otros. En parte tal vez, por su sensibilidad pop, o quizás por sus explosivas actuaciones en vivo, donde Cobain mostraba una increíble mezcla de furia punk desbocada y autodestructiva, total apatía adolescente y fragilidad casi femenina.
Bleach, el álbum debut de Nirvana editado en 1989, es una buena muestra de esto. Una original relectura del rock pesado de los setenta pasada por un tamiz punk, añadiendo además - en ese disco muy tímidamente-una sensibilidad pop, herencia de los Beatles, quizás de segunda mano a través de los Pixies, una de las bandas que más influyó en su música.
Uno de los puntos altos del mito Nirvana es el clisé de su sentimiento de culpa por haberse "vendido" al sistema.
Sin embargo, uno de los grandes méritos extra artísticos de Nirvana fue el tener una ambición de trascendencia o de búsqueda de ampliar su popularidad mucho mayor que la mayoría de sus co-generacionales. Fueron ellos quienes buscaron con ahínco un contrato con un sello multinacional, tratando de ampliar sus horizontes comerciales luego del moderado éxito de su disco debut. Nevermind fue un disco pensado para el éxito desde el inicio, aunque lo que vino después fuera totalmente desmesurado y fuera de cualquier cálculo.
El productor Butch Vig tiene el derecho a llevarse parte del crédito del enorme éxito del disco, entendiendo a la perfección la propuesta de la banda y "traduciendo" sin perder la esencia esa propuesta a una audiencia masiva. Esa audiencia encontró en el sonido del disco la dosis justa de novedad y territorio familiar en una propuesta que mezclaba la desprolijidad grunge con las técnicas de producción pop. Esa mezcla fue la que llevó a que Nirvana fuera una puerta de entrada al rock más realmente alternativo para miles de oyentes y futuros músicos.
Cobain y los suyos entraron en el momento justo en el que audiencias mucho más informadas y menos permeables necesitaban algo con lo que identificarse y lo hicieron combinando una gran cantidad de información.
El propio Cobain, siempre generoso a la hora de acreditar sus influenzas, declaró que la canción "Smells Like Teen Spirit" y en general la búsqueda de casi todo el álbum, mezclando dinámicas contrapuestas entre versos y estribillos, es una inspiración más que directa en los Pixies. El porqué de que los Pixies quedaran como una banda de culto conocida solo por aquellos con inquietudes musicales y no haya nadie que no conozca a Nirvana, entra dentro de los imponderables usuales del universo de la música pop. Y lo mismo pasaba con otras influencias directas y menos conocidas para la mayor parte de la gente como The Vaselines, Meat Puppets o Melvins.
De todas maneras y más allá de robar ideas y plantearlas de manera creativa, y de encajar perfectamente en el aire de los tiempos, Nirvana hizo muy buena música en Nevermind.
La seguidilla de seis canciones que arranca con "Smells Like Teen Spirit" y termina con "Polly" demuestra todo el talento de Cobain como melodista y letrista y lo afiatado que era el trío en su interacción y dinámica. Butch Vig tuvo su gran mérito, pero hay que decir que el material que tenía entre manos era ya excelente.
Es posible que In Utero, el álbum que la banda editó en 1993, fuera aun mejor que Nevermind en algunos aspectos, pero el éxito masivo de su segundo álbum y el impacto global que causó fueron incomparables, convirtiendo a Nirvana en uno de los últimos fenómenos globales roqueros.
Los 25 años de Nevermind se han recordado en casi todos los medios. Entre la mitología roquera y las fotos actuales del hoy adulto y en aquel entonces bebé que ilustraba la tapa, sigue estando la música, que se sigue manteniendo joven y fresca pese al paso del tiempo.
Por Andrés Torrón