Por The New York Times | James Wagner
En algún momento de la temporada 2012, Alcides Escobar de los Reales de Kansas City tomó una botella de su casillero y roció parte de su contenido sobre Salvador Pérez. Tomado por sorpresa, Pérez le advirtió a su compatriota venezolano y amigo cercano que no lo molestara, y enfatizó su emoción con una expresión subida de tono en español.
Sin embargo, horas más tarde, Pérez no estaba para nada molesto. Ese día conectó cuatro hits y olió muy bien durante todo el proceso. La misteriosa sustancia de la botella, desde su punto de vista, se había convertido en un potenciador de rendimiento: era perfume de mujer.
“De ahí en adelante comencé a comprar todo lo de Victoria’s Secret que encontrara”, recordó Pérez recientemente, en español.
El béisbol está lleno de tradiciones, supersticiones y peculiaridades. Pero pocas son tan divertidas o aromáticas como la que Pérez, Escobar y un sinfín de jugadores más —muchos de ellos de América Latina— practican a diario: empaparse de colonia o perfume antes de salir al terreno.
“Cuando la gente sale a trabajar —hombre o mujer— se alistan y se visten”, afirmó el primera base de los Astros de Houston Yuli Gurriel, quien es de Cuba. “Así lo veo: este es mi trabajo y me gusta lucir bien, y también me gusta oler bien”.
Aunque un campo de béisbol es quizás el último lugar donde la gente esperaría oler mixturas de flores, frutas y aceites de árboles, los jugadores tienen sus razones. Entre las más citadas: no quieren oler mal cuando sudan, y las emociones asociadas a sus colonias y perfumes (ocasiones especiales, un estado de ánimo específico, vibraciones positivas) son recordatorios útiles durante las tensas competiciones.
“Todos estos tipos tienen amplias capacidades físicas”, afirmó el mánager de los Gigantes de San Francisco Gabe Kapler, de 46 años, quien estuvo en el lado receptor cuando el extoletero Manny Ramirez rociaba colonia a sus compañeros de equipo antes de los juegos cuando estaban en los Medias Rojas de Boston.
“Todos son muy atléticos, bastante fuertes y talentosos como para tener éxito en el campo de béisbol”, continuó Kapler. “Pero la confianza va y viene dramáticamente durante la temporada. Quizás me esté complicando mucho con los detalles, pero si oler bien o lucir bien en el terreno de juego hace sentir seguros a estos muchachos, tal vez eso mejore ligeramente su desempeño”.
Aunque pocos jugadores pueden explicar los orígenes de esta tradición, esta existe desde hace décadas. Varios de América Latina aseguran que usar colonia o perfume en su vida cotidiana es algo común y, naturalmente, eso se trasladó al campo.
“Si no me pongo perfume, me siento extraño”, afirmó el tercera base venezolano Eugenio Suárez, de los Marineros de Seattle. “Aunque suene loco, siento que no me he duchado si no me rocío perfume antes de jugar” (Suárez, de 30 años, aclaró que sí se ducha).
“Es algo cultural”, agregó Carlos Santana, de 36 años, primera base dominicano de los Reales.
El lanzador abridor de los Azulejos de Toronto, Alek Manoah, quien tiene ascendencia cubana, dijo que desde niño se ha rociado con colonia —cada Navidad las recibe como regalos de sus abuelas— tras bañarse. El lanzador de relevo de los Yankees de Nueva York, Wandy Peralta, aseguró que aprendió el hábito de aplicarse fragancias de los jugadores dominicanos mayores.
En las menores, donde los jugadores a menudo ganan salarios miserables, Pérez dijo que no vio a muchos jugadores rociarse colonia antes de los juegos. Pero en las mayores todo es más grande, desde los sueldos hasta la notoriedad.
“Tienes que lucir bien”, sentenció el jugador cubano de los Astros Aledmys Díaz, de 31 años. “Por algo a esto lo llaman el show”.
Antes de desertar de Cuba en 2016, Gurriel dijo que usaba una colonia de la Colección Antonio Banderas, la única marca de colonia que pudo encontrar. En Estados Unidos tiene más opciones y dinero, por lo que compra con más frecuencia. Y debido a que juega en la primera base, recibe visitas de los oponentes durante todo el juego.
“Todos los jugadores constantemente me dicen: ‘Siempre hueles bien’”, cuenta, riéndose. Por todo el béisbol, el culto a las fragancias se ha extendido más allá de los jugadores de América Latina. Cuando estaba con los Rojos de Cincinnati, el lanzador de relevo Amir Garrett, quien es oriundo de Las Vegas, afirmó haber visto a sus compañeros de equipo Raisel Iglesias, Peralta y Suárez echarse colonia antes de los partidos. Fue allí cuando Garrett, de 30 años, comenzó a asaltar la mercancía de Suárez con su permiso, y ahora que está con los Reales ha seguido la práctica de aplicarse colonia.
Jordan Romano, el cerrador canadiense de los Azulejos, aseguró que nunca había usado colonia hasta que un compañero de equipo, el dominicano Rafael Dolis, le regaló su primera botella el año pasado. A medida que Romano, de 29 años, comenzó a amar el ritual, los dos comenzaron a regalarse colonias nuevas y Romano terminó desarrollando su propio método. Ahora rota entre tres colonias: una para cuando se siente bien, otra para cuando dice sentirse “arriesgado” y otra para cuando intenta romper la racha perdedora de su equipo.
“La rocío sobre los muchachos”, afirmó. “La ofreceré si creo que la necesitamos”.
Sin embargo, algunos jugadores no creen necesitarla. Cuando camina por un clubhouse perfumado, el lanzador abridor de los Yankees, Nestor Cortes Jr., suele bromear para sus adentros: “Bueno, ¿vamos a jugar béisbol o a una cita?”.
Al considerar lo polarizante que puede ser una fragancia, este es un tema propicio para dividir opiniones en el clubhouse. O al menos, para algunas bromas en buen tono.
Bo Bichette, el campocorto de los Azulejos, bromeó diciendo que a veces puede oler a los jugadores “como a 6 metros de distancia”. Más allá de una agradable cena con su esposa, el lanzador de relevo de los Nacionales de Washington, Sean Doolittle asegura que la única vez que también usa colonia es “cuando camino a través de una nube perfumada luego de que alguno de los chicos se la aplica en el clubhouse”. El mánager de los Astros, Dusty Baker, de 72 años, quien solía recibir rociadas de colonia del dominicano Manny Mota, su compañero de equipo en los Dodgers de Los Ángeles en la década de 1970, dijo que sus jugadores siempre se acercan a él a propósito para un chequeo previo al partido. “No dicen: ‘huéleme’, pero me pasan por al lado”.
Nadie lo hace más que el lanzador abridor Framber Valdez. Gurriel, de 37 años, aseguró que Valdez, que es dominicano, usa “un montón” de fragancia.
“Sudas mucho y a veces te gusta oler bien y sentirte cómodo, fragante y libre”, agregó Valdez, de 28 años. Cuando se le preguntó si eso lo ayudaba a lanzar mejor, Valdez, una pieza clave de los Astros, equipo que llegó a la Serie Mundial la temporada pasada, respondió sin dudarlo: “Por supuesto”.
Pérez, quien ahora tiene 32 años, sentía lo mismo por su viejo perfume de Victoria’s Secret. Escobar, hoy con 35 años y con los Nacionales, y Pérez, dijeron que encontraron el aroma floral por primera vez en un centro comercial cercano en Kansas City y que la compañía posteriormente les envió el perfume durante años luego de que se hiciera público que los jugadores lo usaban.
En sus mentes funcionó: llegaron a la Serie Mundial en temporadas consecutivas y la ganaron en 2015. Tras escuchar sobre una tradición exitosa, otros jugadores son propensos a tener ideas.
“Probablemente he llegado a oler muy mal”, confesó Casali, de 33 años, quien no usa fragancias. “Quizás debería llamar a Victoria’s Secret para que me envíen algo”. El béisbol está lleno de tradiciones y supersticiones. Muchos jugadores utilizan una buena dosis de colonia o perfume de mujer como el potenciador de rendimiento más insospechado. (Chris Morris/The New York Times)