"Esta nota la estoy dando con los pies en el pasto, acá en donde me encuentro, en el campo, donde soy feliz y cargo las pilas. Porque son semillas muy fuertes que mamá plantó en mi corazón, el sentimiento de pertenencia de dónde vengo y cómo soy", me dice al otro lado del teléfono Lucas Sugo un sábado tempranito a la mañana. Y lo decía en el sentido más literal porque ni bien terminamos la charla me pasó una foto del hermoso jardín que lo rodeaba.
Pasaron años desde que un adolescente de 14 años ingresó a cantar en una orquesta gracias a la confianza depositada de su mamá, esa que siempre creyó más en él que ninguna otra persona. Las levantadas a las cinco de la mañana, las idas a caballo a campaña o las cenas cantando folklore y tango fueron semillas que Lucía fue plantando para que Lucas, su tesoro, llegara a ser quien es hoy: un soñador, con los pies en la tierra.
Han pasado muchos escenarios, premios, colaboraciones... Pero este tiempo de pandemia le permitió a Lucas Sugo reencontrarse con aquel adolescente que solo quería agarrar la guitarra por el placer de hacer música.
El 8 de mayo se presentará en el Antel Arena con su show "El reencuentro", un nombre "que podría parecer obvio", dice el artista, "pero es lo que es: los reencuentros cuando son cargados de afectos, están cargados de emociones". Presentará nuevas canciones, habrá momentos divertidos y otros íntimos, canciones clásicas con su ropa de siempre y otras "con la ropa cambiada". Un show para abrazar el amor por la música y el privilegio de volver a estar juntos.
*
¿Cómo estás? ¿Cómo has pasado este año?
He tratado de rescatar cosas positivas durante esta realidad, que no se malinterprete lo que uno dice porque son momentos difíciles, pero tener autoencuentros tan necesarios para ubicarte, compartir con la familia... Son cosas que me permitieron no perderme y no tener problemas emocionales. Tener el respaldo de mis afectos me permite decir que el saldo no es tan negativo en estos tiempos.
¿Pudiste componer o aprovechaste para reflexionar?
Ha sido un año de abusar de las dos cosas (Risas). A veces ciertos valores uno los tiene medio dormidos por la vorágine creativa. Tengo un estudio de grabación y aproveché a estudiar más sobre sonido, estudio... Todo el meollo técnico. Y también estuve escribiendo canciones y asociándome con otros compositores para explorar otra paleta de colores.
¿Y cómo viviste el hecho de no poder viajar, hacer giras?
Pegó fuerte. Pero me di cuenta de que yo nací para esto. Venían los fines de semana y no me aguantaba, me ponía a cantar en casa como si estuviera en un show. Qué lindo que uno se pueda autoalimentar de esa necesidad. Obvio que esto es un trabajo, una carrera seria, pero se trata también de un sueño: mi vida es la música. Agarro la guitarra y me pongo a cantar cosas que cantaba cuando era niño o adolescente, porque en los tiempos fuertes laborales cuando agarraba la guitarra era pensando en qué componer o qué arreglar, todo de forma mecánica, perdiendo la posibilidad de simplemente agarrar la guitarra por cantar. Me reencontré con el folklore, tango, boleros...
¿Hubo alguna cuota de miedo?
Estuvo presente, siempre está (risas). Con pandemia o sin pandemia tenemos ese temor, como una especie de fantasma. Y creo que es bueno porque si no lo tenés, te ponés en un sillón bien cómodo de la aceptación popular. Obvio que se agudizó con la pandemia, al no tener contacto con el público uno se pregunta "¿se enfriará esto?". Felizmente la inmediatez de las redes sociales te permite comunicarte, hacer cosas en vivo y compartir el mismo sentimiento de querer vernos. Eso me dio cierta calma, pero siempre están los temores.
Esta nota la estoy dando con los pies en el pasto, acá en donde me encuentro, en el campo, donde soy feliz y cargo las pilas. Porque son semillas muy fuertes que mamá plantó en mi corazón, el sentimiento de pertenencia de dónde vengo y cómo soy. Soy de esta tierra y fruto de un género que me permitió llegar, siempre voy a tener ganas de bucearlo además de querer buscar otros para darle otro color, no para desvirtuar la carrera, sino para enriquecerla.
Y ya que buscás en esa paleta de colores, ¿qué está sonando en tus reproductores?
Yo vivo en la frontera norte, doy un paso y estoy en Brasil. La cultura brasilera entra y entra, la recibimos, no la abrazamos como propia, pero escucho muchísima música de Brasil. Tienen eso de actualizarse, pero sin perder identidades. Y después viajo con las playlists. Muchísimo folklore, música latina... Antes yo trataba de escuchar "lo que estaba sonando" de una manera crítica direccionada a lo laboral. Ahora escucho Larbanois y Carrero, Santiago Chalar, Gardel... Porque me retrotrae a momentos muy lindos, a olores, sensaciones y emociones que me hacen bien.
¿Qué te parece que se haya instaurado un mes de la tradición criolla?
Es muy lindo porque como te decía antes, yo que consumo mucho la cultura brasileña, me paro desde la vereda de enfrente para decir "qué linda manifestación cultural", pero yo pertenezco a este lugar. Si me ponen canciones movidas del canadiense The Weekend, ¡yo me pongo a bailar! Y si me ponen un Bruno Mars, me levanta el ánimo... Pero suena Pepe Guerra o una milonga y a mí me pasan cosas. Eso es la identidad. No es solo encasillarme y encerrarme en eso, sino dignificar tu expresión cultural para que más personas la puedan disfrutar. La tradición no viene por la forma radical de defenderla sino adecuarla en nuestros tiempos y ponerla en el mapa. Yo prefiero que a un pueblo lo identifiquen por defender lo suyo y recibir lo de afuera que por defender lo suyo, ciegamente, sin disfrutar de otras expresiones culturales, de todas las artes.
Antes hablaste del "fantasma de la comodidad" de la aceptación popular. A finales de 2019 te presentaste en el Antel Arena, pero unos días antes hubo una polémica en las redes por tu participación en un acto de Partido Nacional. ¿Cómo lo viviste?
Sigo sin adaptarme a lo ofensivo de las redes sociales. Me planto en una postura consciente de que no puedo estar pendiente de esos comentarios y no pueden incidir en mi estado anímico. Mi interior me dice "Discúlpame, Lucas, pero me duele cuando leo cosas así". Me duele cuando hablan de mi madre o mi familia o mis códigos y valores.
Realmente me puse triste porque se generó una especie de campaña para que no fueran al Antel Arena. Felizmente fueron dos noches y se agotaron todas las entradas, fueron noches soñadas y que no me voy a olvidar jamás. Y no quiero mezclar. Solo hice un videíto casero, me llamaron los medios en su momento y no quise aprovechar para sacar un rédito de promoción. Ahora creo que uno puede hablar porque ya pasó.
Realmente he abrazado mi carrera y la he nutrido con el trabajo, poniendo el foco solo en el arte mismo. Tengo mis gustos por el deporte, tengo mis maneras de pensar en lo ideológico, político y religioso. Pero no trato de mezclar. Hay muchas personas que creen que el artista tiene que tener un compromiso político y en todos los aspectos de la vida y utilizar el arte en pos de defender ese compromiso; es loable esa manera de encarar, la valoro y la respeto, pero yo no voy por ese lugar. Yo trato solo de difundir el arte y los valores que quiero inculcar son el amor, el buen trato y el respeto. Las demás cosas las comparto con los míos. Felizmente la gente se ha dado cuenta de que uno tiene esa mochila de responsabilidad social pero siempre desde el lado del trabajo.
¿Te parece que nuestra sociedad es intolerante?
Estamos intensificando la lucha por la tolerancia, pero a veces es tan radical que se va para el otro lado. Veo que la intolerancia no se toma vacaciones. Goza de muy buena salud y el caldo de cultivo que son las redes sociales le dan una vida muy importante. No sé lo que podemos hacer para poder disminuir la intensidad de la intolerancia. Pero felizmente hay muchísimas personas que mantienen el respeto, valor que uno quiere compartir y recibir.
Has mencionado cosas que tomás prestadas de otros artistas, pero, ¿qué te parece que otros artistas pueden tomar prestado de vos?
Quizás el trabajo prolijo. Ser constante en la prolijidad. Y el buscar todos los días darles desalojo a las excusas. No sé si tanto en lo musical o los logros... Sin obviar lo que hemos conseguido, porque vuelvo a mirar los premios que hemos ganado y emociona hasta las lágrimas, pero creo que lo que puede quedar de mí es por el lado de no desistir y generar una continuidad.
Antes hablabas de la semilla que plantó tu mamá y no puedo evitar preguntarte por tu infancia. ¿Por qué es tan importante tu mamá?
Lucía Rodríguez ha sido mi madre, mi padre, mi amiga. Mamá está laburando conmigo ahora. Ha sido clave en mi vida, era mi núcleo familiar. Se vino en el 80 a Rivera con una mochila a cuestas conmigo y se iba a trabar como maestra a las escuelas de campaña. Mamá cocinaba de noche, cantando, y al otro día a las 5 teníamos que volver a campaña. En este tiempo saldamos deudas y disfrutamos intensamente del afecto. Una persona que tenía que ir a caballo por caminos vecinales, una mujer con entereza y fuerza de voluntad, valores que quedaron y marcaron. ¡Por eso la constancia en mi camino! Hubo una semilla bien plantada desde el vamos. Yo a los 14 años cantaba en concursos acá en Livramento, y me ofrecieron para cantar en una orquesta en bailes. Y mamá decía que se me notaba demasiado fuerte mi amor por la música y firmó el papel para que yo fuera a esas actividades. Me dijo que empezara a volar. Sabiendo además que uno no se iba a desviar, nunca me anduve codeando con excesos y tenía confianza de que la semilla era recontra buena en eso, con 300 millones de errores ¡obvio! Pero tratando de ser responsable y respetuoso siempre, eso lo tomo prestado de mi mamá.
Asumo que con tan buen ejemplo, tu prioridad es imitarla bien...
Lo que más quiero es estar cerca de mis hijos. El "te amo" está presente todos los días. Los primeros que ven las huellas en el camino son los pichones. Y lo que más quiero es que esa secuencia de semillas que plantaron en mí se mantengan limpias para poder pasarlas a mis hijos.