Fotos: Javier Noceti | @javier.noceti
No es novedad que cada uno de nosotros tiene gustos disímiles. Es algo que se ve día a día y en cada lugar. Tampoco sería muy arriesgado pensar que, en caso de existir el cielo, el paraíso o como queramos llamarlo, sería de forma diferente para todos. Dependiendo, claro, de lo que valoramos y nos gusta. Es así que, para los amantes uruguayos de los vinilos, no queda duda alguna de que este sería, al menos, parecido a Discomoda (Tristán Narvaja 1614). Incluso, hasta podríamos imaginar que la canción de Dylan puede remitir a los melómanos que concurren asiduamente a este reservorio cultural.
Al entrar por sus puertas - no hay que tocar, quédense tranquilos -, uno ya se deslumbra por la cantidad de rincones y cajones llenos de música. Y no solo eso: esos cajones también están llenos de historia. Porque sería un lindo ejercicio calcular los años de todos los discos que se esconden allí, ordenados según su género y quién sabe por qué criterios más. Sin duda, al hacer la suma, esta daría una cifra astronómica. Hay milenios de vida guardados entre sus cuatro paredes. Y también miles de recuerdos. Si uno presta atención, los puede llegar a sentir.
Hoy regenteada por Mauro Correa, Mariano Balderramo y Andres Coutinho, la icónica tienda de Tristán Narvaja tiene también una historia que remonta al pasado. De hecho, dentro de no mucho cumplirá cincuenta años. Pero antes que ellos estuvo "Pinocho" o Don Arsenio, histórico fundador del local, que lo estableció en 1974.
En ese tiempo, cientos de clientes pasaron por la disquería, entre ellos, el propio Correa. Fue él quien, cuando a causa de la pandemia cerró, llamó a Arsenio y le dijo para hacerse cargo del lugar. Con un detalle no menor: manteniendo el nombre, lo que manifiesta el deseo de darle la impronta personal, pero manteniendo el legado de lo que significa Discomoda para la gente, los consumidores de vinilos y la zona. "Conservar el espíritu", en sus propias palabras.
"Él ya estaba amagando hace un tiempo; recuerdo en alguna charla que tuve con él como cliente que andaba con ganas de terminar ese ciclo. Pero, obviamente, una vida entera llevó acá adentro", cuenta Correa a Montevideo Portal, que también es director del sello Little Butterfly Records.
Porque esa es la otra pata fundamental para entender, no solo la disquería, sino también gran parte de la actualidad de la industria del vinilo hoy. Desde 2005, fueron proliferando y desapareciendo tiendas con ese nombre hasta llegar a configurar la metamorfosis a sello discográfico. El primer lugar en que estuvieron fue la Galería Anford, luego se mudaron a Visual Key, hubo un párate de 2009 a 2016, hasta que llegaron a Sinergia Design, se fueron a Mercado Ferrando y, finalmente, desembarcaron en Discomoda.
Pero en ese tiempo sucedieron muchas cosas, experiencias o aprendizajes que llevaron a que, en 2015, aparecieran finalmente sus primeros vinilos propios, en línea con su misión de "redescubrir la música uruguaya". Estos serían Ideación y Psiglo II, ambos de la legendaria banda de rock predictadura, y les seguirían muchos más.
Es así que llegan hoy con esa doble identidad. Por un lado, la tienda heredera de todas las experiencias anteriores, ahora rebautizada como Discomoda y, por otro, el sello, Little Butterfly Records, con el que se dedican al trabajo típico de una discográfica, sacar discos, pero con el objeto de que sean obras fundamentales de la música de nuestro país, muchas de ellas desaparecidas o inencontrables, a causa de su escasa tirada o de las vicisitudes del contexto de su publicación original.
"La mayor cantidad de los discos originales de música uruguaya no están en Uruguay. Ya se los llevaron hace rato", asegura Correa al respecto.
Alta fidelidad
Correa, que es oriundo de Las Piedras, relata que en su juventud ya había desarrollado su fanatismo por la música y sus vinilos. Pero, claro, eran otros tiempos y no era fácil conseguir discos, tanto por la ausencia de volumen causado por la dificultad de su llegada a nuestro país, las circunstancias de la época, como por lo monetario.
"El tema es que vos como guacho no tenés un mango. Entonces iba a las disquerías, estaba el flaco que atendía y nos quedábamos en la puerta escuchando discos todo el día. Y compraba uno cada tres meses", recuerda. Y ejemplifica: "Por ejemplo, el Nevermind de Nirvana lo escuche 150 millones de veces. Uno, porque está buenísimo, otro, porque es un disco generacional, pero, además, porque era uno de los pocos CDs que tenía".
En su momento, jamás imaginó que iba a tener una tienda propia y, mucho menos, un sello. Es de esta forma que, en cierto sentido, tener ambas cosas serían como una suerte de "sueño del pibe". Pero, como en la película High Fidelity que trata, justamente, de una disquería de vinilos, y es protagonizada por Jack Black, como trae grandes alegrías, también trae grandes dificultades. No es un negocio para hacerse millonario.
Al igual que en el film, Correa destaca que entre los disqueros hay un "denominador común" que puede graficarse en la "locura extrema" de buscar las ediciones difíciles, las "selladas" o rasgos de los discos que escapan al consumidor promedio.
"Están las historias del disco que aparece y se lo compra otro. O la del tipo que vendió la colección y te encontraste una discoteca increíble, que no podés creer cómo apareció. O que no controlabas bien y vendés un disco importante por poca plata y después te enterás que valía un montón", relata, en claros ejemplos que podrían perfectamente ser parte de la película y que hacen al folklore de la tienda de discos.
En ese no imaginar que iba a tener un día un sello, surgen también historias gratificantes como discos que no salieron en vinilo en su momento, a causa de la situación o las circunstancias, pero que, desde la primera escucha, el pensamiento fue que el CD era el formato equivocado.
"Hay un disco que nosotros hicimos que es Maravilla de Buitres, que salió originalmente en CD, pero fue pensando originalmente para vinilo. Con un lado A, con un lado B. Pero nunca salió, fue justo cuando las fábricas dejaron de hacer vinilos acá, en el año 93", cuenta Correa.
Y estas cosas pueden parecer detalles, pero no lo son. En realidad, engloban la magia y la impronta de un sello que, en gran parte, también busca hacer justicia con la música, los artistas y con las cosas que tendrían que haber sido, pero no fueron. Es también una forma de corregir errores y que las nuevas generaciones tengan a mano el material como siempre tuvo que ser. Y, además, el gusto propio de personas que hoy pueden hacer las cosas como a ellos les hubiera gustado que fueran.
La fiebre de la púa
Desmitificando la idea de que el vinilo por un tiempo desapareció, Correa explica que siempre se siguieron vendiendo discos, pero admite que el consumo cambió y creció mucho en los últimos años. Primero en el mundo y luego en Uruguay, que no se quedó rezagado y siguió la tendencia global.
"Lo que cambió es el valor de los discos y la cantidad de consumidores. O sea, el vinilo nunca desapareció: siempre hubo coleccionismo y personas vendiendo. Y hay disquerías como esta, o como El Astro de los Discos acá a la vuelta, que nunca cerraron. Venías y había discos", cuenta.
En este sentido, buscando una explicación al porqué de esta resurrección del consumo del formato es cuando aparecen diversas causas: primero, obviamente, la global, que incluso puede leerse como moda. También tiene que ver con un cambio de accesibilidad tecnológica. Por último, puede que sea un acto de resistencia a la vertiginosidad y velocidad con que vivimos estos días.
De cierta forma, el vinilo aparece como el opuesto al valor que parece primar en nuestra vida hoy, que es la rapidez. Lo efectivo, lo fugaz, lo instantáneo. En un mundo que pareciera vivir sin freno, el consumo en bandeja puede leerse como un ritual que implica una pausa al frenetismo de la rutina e, incluso, un bajar la pelota al piso.
"Creo que está pasando en estos tiempos en los que hay mucha locura y todo es muy efímero que mucha gente encontró un cable a tierra con esto", ensaya Correa como respuesta. "A mí me gusta mucho ver a clientes que tenemos que vienen una vez por semana y se llevan un disco. Todas las semanas, de manera religiosa, y estoy seguro de que esas personas se conectan ese fin de semana", agrega.
A su vez, el productor lo diferencia con otras formas de consumo de música por su totalidad. Va más allá de solo el sonido o la canción, existen más aristas. "Tiene que ver no solamente con tener un disco en tus manos. También con ver el arte. Donde encontrás una historia y te lleva un rato. Es esa magia de darte el tiempo para valorar todo lo que hay atrás de la obra", subraya.
Y la pandemia, quizá, haya colaborado su parte en aumentar el consumo y atraer personas que, quizá, no eran tan adeptos. El imperativo de quedarse en casa, a no salir tanto, puede que haya llevado a buscar otro tipo de actividades de ocio. Y también a un concepto que repite Correa y parece más que acertado a la hora de pensar las formas de consumo en confinamiento. Llevar la fiesta a tu casa, dice, eligiendo los discos según tu estado de ánimo, con quién te juntás o qué es lo que buscás. Parece una forma de entretenimiento pandémico a medida.
Nadie es profeta en su tierra
Como explicaba Correa anteriormente, la mayoría de los discos originales uruguayos no están en nuestro país. ¿A qué se debe esto? A que, desde temprano, desde Europa, Estados Unidos y otros países se valorizó entre los coleccionistas la música vernácula. Se los fueron llevando.
Vinilos de bandas como Opa, Totem o El Kinto son verdaderos materiales de colección en el mundo y se valorizan como tales. Por ende, ya no solo es difícil para los uruguayos conseguir sus discos porque hay pocos en nuestro mercado, sino que los que hay están a precios poco asequibles desde estas latitudes. Esto llevó también a que, desde esos países, se hicieran sus propias reediciones.
En parte, este fue el motor para que Little Butterfly Records comenzara su trabajo arqueológico de reeditar estos discos que no se consiguen, pero esta vez para uruguayos y que sean accesibles para el público en general.
"Nuestro concepto es recuperar grandes obras de la música uruguaya en formato vinilo, de una forma que no tiene necesariamente una unión estética entre los discos. Algunos sí, y otros alcanza con que sea una obra que nosotros consideremos fundamental para recuperar", explica Correa.
Además de ir hacia la mejorar calidad posible – cabe destacar que históricamente los vinilos uruguayos sonaban peor que los extranjeros, por cuestiones tecnológicas y de uso –, buscan "trabajar con un experto o un periodista que le interese escribir para ponerlo en tiempo real a las generaciones actuales".
Porque, en cierto sentido, eso implica el concepto de "recuperar": traer algo del pasado al hoy, pero no solo eso, también valorizarlo. Y para eso el contexto de cómo se produjo, las formaciones de las bandas, cómo se publicó originalmente y tantos otros detalles, son fundamentales para que los jóvenes que hoy van a consumir entiendan en su real dimensión a la música uruguaya.
Y también en esta, llamémosle, "fuga de vinilos", que se dio a causa de los coleccionistas extranjeros, terminan surgiendo historias que son dignas de película o que, directamente, parecen mentira. Si no es que lo son y, en realidad, son producto de la exageración de la memoria colectiva, lo que, de cualquier manera, no les quita valor porque son parte de la historia de los vinilos en Uruguay. Y que, a su vez, también se mezclan mucho con los propios cuentos de Tristán Narvaja.
Por nombrar apenas una, parece que en los noventa llegó un japonés a la feria. Este ciudadano nipón, cuenta la leyenda, no conocía una sola palabra de español o inglés, sin embargo, tenía un cartel que es bastante gráfico de esta búsqueda del tesoro que traía a los coleccionistas a nuestro país: "Compro Totem", decía.
Es de ahí que Correa explica que Japón es uno de los países que más colecciona discos uruguayos. "Los japoneses empezaron a investigar. Y ese trabajo es tan profundo que, de repente, te agarran un disco y ven quiénes tocaron y van buscando quiénes son. Y el centro de todo eso es Mateo", cuenta.
Y respecto al legendario músico uruguayo, la historia va aún más allá. "En un momento viajaron varios para acá e iban a Malvín a la tumba de Mateo y la limpiaban y dejaban flores", dice, y ahí uno empieza a preguntarse cómo puede conectar tanto la obra de un artista con gente de una cultura tan lejana. Pero bueno, la música es música. Y nadie es profeta en su tierra.
La unión hace la fuerza
Entre los nuevos lanzamientos del sello está al salir el primer disco de Los Mockers, que, si bien tuvo reediciones en Europa y Estados Unidos, no las tuvo en nuestro país y sería su segunda edición uruguaya desde la época.
Pero no solo están trabajando con material del siglo pasado. En este tiempo, incorporaron al sello a la banda Nair Nirabrat a la que definen "como la nueva generación del universo de Mateo". Además, por mencionar algunos, lanzarán los dos discos de Alucinaciones en Familia en colaboración con su sello Paulino Records y están trabajando con el disco 3Pecados, que salió solamente en formato CD en 2010.
Por otro lado, sellaron - valga la redundancia - una alianza con Bizarro Records, en la que están trabajando en la "curaduría" y la recuperación de discos de su catálogo. Algunos de ellos son Mateo & Cabrera, trabajos del Peyote Asesino o una reedición de Aquello de Jaime Roos por sus cuarenta años, que también trae material de lectura inédito.
Esto es representativo de un momento que, según explican, está siendo de colaboraciones entre los diferentes actores de la industria en nuestro país. "Estamos viviendo un momento en el que el medio local está trabajando conectado. Más allá de los intereses individuales y los perfiles, hacer un buen laburo con la recuperación de las obras que valen la pena de la música uruguaya", dice Correa.
Otro ejemplo es el trabajo que están haciendo junto a Ángel Atienza de Perro Andaluz para sacar un vinilo del músico recientemente fallecido, Andy Adler. "Hay una obra muy interesante, de un artista que fue importante dentro del underground para conectar todo un movimiento. Nos sumamos a que eso pueda ser real", explican.
Semanas atrás, justamente, se publicó en Montevideo Portal un perfil que reivindica y, en cierto sentido, también recupera la figura de Andy Adler, además de hacer un repaso por una vida que, sin duda alguna, merece ser más conocida de lo que es.
El bautismo de fuego
Al ser interrogado sobre cómo iniciarse en el mundo de los vinilos, Correa es bastante claro. "Dale volumen y ya está", escupe, para luego explicar un poco más, desde su experiencia, por qué volcarse al consumo de este formato.
"Es algo que va más allá de la música, es un momento de conectar con algo sano", repite. Y recomienda animarse a agarrar un disco, ponerse cómodo y poner la púa a girar: "Vale la pena realmente apreciar la música y todo el trabajo de un montón de artistas".
Y quizá, en plena pandemia, no sería mala idea tirarse al agua y hacerle caso. El agua moja, pero no mata. Y, además, seguramente no existió mejor momento para animarse a cosas nuevas. No hay nada que perder y un mundo por ganar.