Por The New York Times | Mike Ives
Pelé, Dolly Parton y el Dalái Lama tienen poco en común además de esto: durante unos cuantos días en marzo, fueron los estudios de caso más recientes de la farándula en postular los beneficios a la salud de las vacunas contra el COVID-19.
“Solo quiero decirles a todos los cobardes del público: no sean tan gallinas”, dijo Parton, de 75 años, en un video que publicó en Twitter luego de recibir la vacuna en Tennessee. “Salgan y pónganse la inyección”.
Para nada es la primera vez que figuras públicas han usado su popularidad para intentar cambiar el comportamiento de la gente común y corriente. En el ámbito de la medicina, la publicidad realizada por los famosos suele hacer eco o reforzar los mensajes que las autoridades sanitarias intentan difundir, ya sea la administración de una vacuna o de otro tratamiento médico. En la Rusia del siglo XVIII, Catalina la Grande fue vacunada contra la viruela como parte de su campaña para promover la aplicación del procedimiento en todo el país. Casi 200 años después, tras los bastidores de “The Ed Sullivan Show”, Elvis Presley recibió la vacuna contra la polio en un esfuerzo para persuadir a los adolescentes en riesgo de que ponérsela.
¿Pero estos patrocinios de celebridades de verdad funcionan? No necesariamente. Los epidemiólogos afirman que hay muchas salvedades y posibles reveses, y pocas pruebas científicas que demuestren que este tipo de publicidad realmente aumenta la aceptación de los tratamientos.
“Muy pocas personas les dan la credibilidad de expertos a las celebridades, para bien o para mal”, dijo René F. Najera, epidemiólogo y editor del sitio web History of Vaccines (Historia de las vacunas), un proyecto del Colegio de Médicos de Filadelfia.
“Ahora hay un cambio con las redes sociales y la influencia social en los grupos etarios más jóvenes”, añadió. “Pero, en general, seguimos haciéndoles más caso a nuestros pares que a una figura famosa”.
Conforme las campañas de vacunación cobran impulso en todo el mundo, ver los patrocinios de personas de alto perfil ha sido uno de los rituales más recientes, y más extraños, de la era del COVID.
Para darle seguimiento al fenómeno, durante el invierno New York Magazine llevó un registro actualizado de celebridades recién vacunadas, entre las cuales se encuentran Christie Brinkley (“facilísimo”), Whoopi Goldberg (“Ni la sentí”) y Mandy Patinkin (“Una de las pocas ventajas de ser viejo”). Los periodistas de India han hecho lo mismo con las estrellas de Bollywood.
En Europa, las fotografías de políticos que muestran sus pectorales mientras les inyectan la vacuna han generado muchos memes. Una epidemióloga en Oregon, Esther Choo, bromeó en Twitter que el secretario de salud de Francia, Olivier Véran, estaba haciendo una campaña de relaciones públicas que ella llamó “Operación Calentura”.
Estas publicaciones son relevantes porque permiten que millones de personas vean al instante la mecánica de la inmunización, con agujas y todo, en un momento en el que el escepticismo hacia las vacunas contra el COVID persiste tercamente en Estados Unidos y otros países. Los testimonios relámpago de Pelé, Parton y el Dalái Lama en marzo, por ejemplo, llegaron en conjunto a más de 30 millones de seguidores y provocaron cientos de miles de interacciones en Twitter, Instagram y YouTube. En abril, la cantante Ciara fue la anfitriona de un especial de NBC repleto de estrellas y destinado a promover la vacunación, con apariciones del expresidente Barack Obama y su esposa Michelle, así como de Lin-Manuel Miranda, Jennifer Hudson y Matthew McConaughey, entre otros.
“Este tipo de patrocinios podría ser especialmente importante si la confianza en el gobierno/fuentes oficiales anda muy bajo”, escribió en un correo electrónico Tracy Epton, psicóloga de la Universidad de Manchester en el Reino Unido que ha estudiado las intervenciones de salud pública durante la pandemia del coronavirus. Pero, en general, la ciencia que relaciona los endosos de las celebridades con cambios en el comportamiento es frágil.
Una razón es que la gente en general considera a las personas que están dentro de su propia red, y no a las celebridades, como las mejores fuentes de consejos sobre cómo cambiar su comportamiento, afirmó Najera.
Citó un estudio de 2018 que encontró que pocos dueños de armas de fuego consideraban que las celebridades eran comunicadores eficaces del almacenamiento seguro de las armas. Era mucho más probable que estas personas confiaran en agentes policiales, personal activo del ejército, grupos de caza y familiares.
Najera y otros investigadores han convocado a grupos de discusión de estadounidenses para averiguar qué les ha llevado a aceptar vacunarse, o no, contra el COVID-19. Dijo que el principal hallazgo hasta el momento era que las tasas de aceptación o indecisión a menudo respondían al comportamiento ante la vacuna que se daba en el grupo racial, étnico o socioeconómico de una persona.
Ho Phi Huynh, profesor de psicología de la Universidad Texas A&M campus San Antonio, dijo que los patrocinios de las celebridades suelen contar con un “espectro de efectos” porque el grado de admiración hacia la estrella varía mucho de fanático a fanático. Huynh explicó que algunas personas ven a los famosos solo como entretenimiento, mientras que otros forman vínculos con ellos que pueden compensar una falta de relaciones auténticas en sus propias vidas.
“Así que, volviendo a Dolly, si la gente siente que es la ‘típica celebridad liberal’, podría ejercer poca influencia sobre una facción grande del país”, conjeturó.
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