Carlos Espina tiene 20 años y es uruguayo pero vive en Texas, Estados Unidos, desde 2003. De madre mexicana y padre uruguayo, este joven universitario tiene especial vocación por la temática de la inmigración. Tal es así, que dedica varias horas de sus días para leer y responder cartas (que escribe a mano) a cientos de inmigrantes que están recluidos en centros de detención en la frontera.
La historia de Carlos despertó el interés de los medios internacionales, y en una entrevista con Efe explicó que inició esta actividad luego de escribir una carta a un juez de inmigración a favor de un amigo suyo de Belice que fue detenido y enviado a uno de estos centros.
"Él sabía que yo estaba involucrado en estos temas, entonces me llamó, me contó su situación y me pidió una carta de apoyo para presentar al juez para que no lo deportaran. Yo lo hice y, de curiosidad, le pregunté si había más gente detenida que necesitara algún tipo de apoyo moral a través de cartas o económicamente, porque en esos centros te cobran para hacer llamadas, comprar comida y ese tipo de cosas", explicó a Montevideo Portal.
"Él me dio una lista de como 12 contactos, que fueron las primeras personas con las que me comuniqué y de ahí fue creciendo cada vez más", relató.
Desde mayo hasta hoy ha recibido entre 200 y 250 cartas y contactado con unas 100 personas. Según contó a este portal, ha llegado a dedicar entre 8 y 10 horas a la tarea, pese a lo cual no ha abandonado la idea de responder las cartas a mano.
"Cuando recién empecé no estaba seguro de si escribir a mano o por computadora, para que no me doliera la mano y porque sería mucho más rápido y fácil, podría copiar y pegar las mismas cosas en las distintas cartas y todo, pero escribo a mano porque personalmente siento que es una manera más íntima", afirmó.
"De alguna manera, al escribir a mano estoy dando el mensaje de que ellos valen, que merecen este tipo de comunicación. Además, ellos también escriben a mano porque no tienen computadoras ahí. Es una manera de humanizar a los migrantes", meditó.
El estudiante de Ciencias Políticas y Estudios Latinoamericanos señaló que el tiempo dedicado varía según la cantidad de cartas que recibe y del contenido de las mismas, porque normalmente las primeras son las más pesadas, a las que más tiempo les dedica, porque recién se están conociendo. Luego, el diálogo es más fluido. Usualmente trata de hacer unas cinco cartas al día para no desgastarse demasiado.
Además, está el costo emocional. "Lo que yo siento cuando hablo con ellos es tristeza", reconoció Espina. "Muchos pasan en soledad, no tienen familia en Estados Unidos, especialmente los que recién cruzaron. No tienen nadie con quién hablar, pedirle plata para comida", explicó.
Asimismo, señaló que le causa tristeza y enojo "saber que todos estos problemas son políticos y que fácilmente se podrían solucionar si el Congreso, el presidente y todos los otros cuerpos políticos del país se pusieran de acuerdo. Su situación no es algo que no podamos cambiar, es algo que se ha creado políticamente", reflexionó.
"También me causa tristeza y enojo saber que hay gente que apoya esto y que incluso quieren que la situación se agudice", añadió.
Espina sostuvo que su amigo de Belice fue puesto en libertad por una fianza, pero explicó que no todos los inmigrantes tienen dinero para pagarlas, porque en su mayoría cuestan entre 7.000 y 8.000 dólares. Debido a esto, quedan retenidos en los centros durante meses o incluso años.
Por este motivo, además de brindarles apoyo económico (en una ocasión realizó una colecta de más de 2.000 dólares), es importante el apoyo moral. "Para muchos es la primera experiencia que tienen en el país, entonces saber que hay gente que los apoya y que no están solos creo que psicológicamente los ayuda bastante. Especialmente porque esta gente pasa en soledad. Algunos desarrollan depresión, ansiedad y ese tipo de cosas, y tener alguien con quien hablar tiene un impacto positivo", aseguró.
En este sentido, indicó que aunque todos los testimonios son conmovedores, las historias que más lo han impactado son las de inmigrantes de su edad, porque son con las que más se puede identificar.
"Me he comunicado con gente que llegó a Estados Unidos cuando tenían 17 años y luego cumplen 18 y los mueven para los centros de adultos. También hay madres y padres que me cuentan que no pueden ver a sus hijos. Yo no tengo hijos ni nada pero no me puedo imaginar a mí mismo de niño separado de mis padres por mucho tiempo y cómo se debe de sentir eso", meditó.
Por otra parte, señaló que Estados Unidos "está muy dividido por el tema" de la inmigración, pero afirmó que "gran parte está en contra del trato que se le está dando a los migrantes".
"Es desafortunado que en la administración actual y desde antes el migrante se ha convertido en un abstracto, como algo que existe pero no tiene valor humano. Es solo un tema político para discutir, como si fuera la economía o la educación. Pero estamos hablando de gente que tiene historias", apuntó.
A futuro, espera poder utilizar estas cartas para generar conciencia: "Me gustaría que este tipo de centros no existieran y que yo no tuviera que tener este proyecto, pero planeo utilizar estas cartas para poder crear conciencia. En el futuro me gustaría donar las cartas en algún museo para que las vean las nuevas generaciones, que ojalá crezcan en un mundo donde no existan estas cosas".
"Creo que todo lo que está pasando actualmente con la migración va a ser visto en el futuro como un momento oscuro, una etapa negra de nuestra historia como país", concluyó.