Por The New York Times | Katie Rogers
BATESVILLE, Arkansas — Hay una niña de 4 años en una zona rural de Arkansas que está aprendiendo a andar en una cuatrimoto con estampado de camuflaje junto a sus primos. Algunos días lleva un lazo en el cabello y otros pasa su larga cola de caballo rubia por detrás de una gorra de béisbol. Cuando tenga edad suficiente, aprenderá a cazar, como su madre cuando era joven.
La niña sabe que su padre es Hunter Biden y que su abuelo paterno es el presidente de Estados Unidos. Habla a menudo de ambos, pero no los conoce. Su abuelo materno, Rob Roberts, la describe como muy inteligente y divertida.
“Puede que no sea el presidente de Estados Unidos”, señaló Roberts en un mensaje de texto, pero afirmó que haría cualquier cosa por su nieta. Dijo que ella “no necesita nada y nunca lo necesitará”.
La historia que rodea a la nieta del presidente en Arkansas, cuyo nombre no figura en los documentos judiciales, es la historia de dos familias: una de ellas es poderosa; la otra, no. Pero, en el fondo, es una historia de dinero, política corrosiva y lo que significa tener el derecho de nacimiento de los Biden.
El jueves, sus padres pusieron fin a una larga batalla judicial por la manutención de la niña al acordar que Hunter Biden, quien ha iniciado una segunda carrera como pintor y cuyas obras se han ofrecido hasta por 500.000 dólares cada una, cederá varios de sus cuadros a su hija, además de darle una pensión mensual. La niña seleccionará los cuadros de Biden, según los documentos judiciales.
“Lo resolvimos entre nosotros”, comentó Lunden Roberts, la madre de la niña, en una entrevista con The New York Times. “Se resolvió” en una conversación con Biden, concluyó.
Hunter Biden no respondió a una solicitud de comentarios para este artículo.
Roberts aseguró que retiró la petición de que se cambiara el apellido de la niña de Roberts a Biden (Biden había luchado para que no se le diera el apellido Biden a su hija). Roberts se limitó a decir que la decisión de retirar la petición fue mutua. “Ambos queremos lo mejor para nuestra hija, y ese es nuestro único objetivo”, declaró.
Aunque se ha evitado el juicio previsto para mediados de julio, personas de ambas partes temen que se mantenga la toxicidad política que rodea al caso. Los medios de comunicación conservadores, desde Breitbart hasta Fox News, ya han hecho eco del caso, y los comentaristas conservadores atacaron a la familia Biden tras darse a conocer el acuerdo.
Tanto Hunter Biden, el hijo privilegiado y problemático de un presidente, como Roberts, la hija de un armero rural, tienen aliados cuyas acciones han politizado más la situación. No hay pruebas de que la Casa Blanca esté implicada en esas acciones.
Clint Lancaster, abogado de Roberts, ha representado a la campaña de Donald Trump. También ha llamado a Garrett Ziegler, un activista y exasesor de Trump en la Casa Blanca que ha catalogado y publicado mensajes de una memoria caché de archivos de Hunter Biden que parecen proceder de una computadora portátil que dejó en un sitio de reparaciones, para que actúe como testigo experto en el caso de la pensión alimenticia. En la otra esquina, aliados de grupos demócratas dedicados a ayudar a la familia Biden han difundido información sobre Ziegler y la familia Roberts para destacar sus vínculos con Trump.
Y luego está el presidente.
Su imagen pública gira en torno a su devoción por su familia, incluyendo a Hunter Biden, su único hijo varón sobreviviente. En las reuniones de estrategia de los últimos años, se ha dicho a los asesores que los Biden tienen seis nietos, no siete, según dos personas familiarizadas con las conversaciones.
La Casa Blanca no respondió preguntas sobre el caso, en consonancia con la forma en que los funcionarios han respondido a las preguntas sobre la familia Biden anteriormente.
Varios aliados del presidente temen que el caso pueda dañar sus posibilidades de reelección al atraer más atención sobre un hijo al que algunos demócratas ven como un lastre. Otros dicen que la extrema derecha se ha centrado en Hunter Biden, un ciudadano que no es servidor público, pero ha ignorado las fallas morales y éticas del expresidente Trump.
“Tiene más acusaciones que todos los jugadores de dos equipos del Supertazón”, dijo de Trump el escritor y estratega político Stuart Stevens, quien abandonó el Partido Republicano en 2016. “Pero eso no importa: ahí está Hunter Biden. Es solo ira en busca de un argumento”.
‘La gente se hace una imagen de mí’
Lunden Roberts, de 32 años, procede de un clan tan unido como el de los Biden. Su padre es un fabricante de armas de un estado republicano, entre cuyos compañeros de caza se encuentra Donald Trump Jr., y le enseñó a cazar pavos y caimanes desde muy pequeña. Trabaja en la empresa familiar, situada en una sinuosa carretera rural salpicada de pastizales a las afueras de Batesville, Arkansas.
Roberts, de 1,73 metros de estatura y el orgullo de su familia, se graduó con honores en Southside High School, en Batesville, y jugó baloncesto en la Universidad Estatal de Arkansas, donde, según una biografía del equipo, disfrutaba la caza y el tiro al plato. Tras graduarse, se trasladó a Washington para estudiar investigación forense en la Universidad George Washington. Nunca terminó el programa. Fotos de esa época la muestran asistiendo a partidos de béisbol en Nationals Park y a conciertos de Drake y Kanye West.
En el camino, conoció al hijo de un futuro presidente que estaba cayendo en la adicción y visitaba los clubes de bailarinas desnudas de Washington.
A mediados de 2018, Roberts trabajaba como asistente personal de Hunter Biden, de acuerdo con una persona cercana a ella y a los mensajes de una memoria caché con archivos de Biden. Su hija nació a finales de ese año, pero, para entonces, Biden había dejado de responder a los mensajes de Roberts, incluido uno en el que le informaba la fecha de nacimiento de la niña. Poco después de que nació su hija, en noviembre de 2018, quitó a Roberts y a la niña de su seguro médico, lo que llevó a Roberts a ponerse en contacto con Lancaster.
Ella interpuso una demanda en mayo de 2019, y las pruebas de ADN de ese año establecieron que Hunter Biden era el padre de la niña. En la presentación de una solicitud de custodia en diciembre de 2019, Roberts dijo que Hunter Biden no conocía a su hija y “no podría identificar a la niña en una serie de fotos”.
Roberts aseguró en una entrevista que se había acostumbrado a la avalancha de escrutinio en torno al caso: “Leo cosas sobre mí de las que no tengo ni idea”, afirmó. Pero una cosa que no soporta es que la llamen mala madre. “La gente puede llamarme como quiera, pero no pueden decirme eso”, señaló.
Su cuenta pública de Instagram narra su propia historia: “Espero que algún día, cuando mires atrás, te enorgullezcas de quién eres, de dónde vienes y, lo más importante, de quién te crio”, escribió al pie de una foto de las dos en la playa a principios de este año. En otra fotografía, compartida en su cuenta en abril de 2022, su hija llevaba una gorra de béisbol del Air Force One y estaba delante del Jefferson Memorial.
“La gente se hace una imagen de mí, pero pocos aciertan”, escribió Roberts en otra foto de julio de 2022. Un hijo problemático
Hunter Biden, de 53 años, se está recuperando de su adicción al crack y es el último hijo varón sobreviviente del presidente, ya que perdió al mayor, Beau, por un cáncer cerebral en 2015. El menor de los Biden tiene cinco hijos y ha dicho que fue padre de la cuarta en un momento bajo de su vida.
“No recordaba nada de nuestro encuentro”, escribió Biden en su libro de memorias de 2021. “Así de poca conexión tenía con toda la gente. Era un desastre, pero un desastre del que me he hecho responsable”.
Antes del acuerdo del jueves, Biden le había pagado a Roberts más de 750.000 dólares, según sus abogados, y había intentado reducir el pago de 20.000 dólares al mes por la manutención de su hija alegando que no tenía el dinero. La nueva cantidad es inferior a la ordenada originalmente por el tribunal, según una persona familiarizada con el caso.
Con juicio o sin él, Hunter Biden seguirá siendo uno de los puntos débiles políticos de su padre. Desde que su adicción se descontroló y sus tratos con gobiernos extranjeros llamaron la atención de los conservadores, las decisiones de Hunter Biden se han convertido en combustible para los memes, los paneles de noticias por cable conservadores y la recaudación de fondos de los republicanos. La ronda más reciente se inició después de que llegó a un acuerdo con el Departamento de Justicia para declararse culpable de dos delitos fiscales menores y aceptar condiciones que le permitieran evitar ser procesado por otro cargo de posesión de armas.
Además, ha sido objeto de múltiples investigaciones en el Congreso, y el contenido de la computadora portátil que dejó en un sitio de reparaciones ha sido estudiado y difundido por activistas que afirman que sus comunicaciones privadas demuestran la comisión de delitos.
En la Casa Blanca, los asuntos relacionados con Hunter Biden son tan delicados que solo los asesores de más alto rango del presidente hablan con él sobre su hijo, de acuerdo con personas familiarizadas con la situación.
A pesar de todo, el presidente lo ha apoyado de manera incondicional. En lugar de distanciarse de su hijo, ha incluido a Hunter Biden en los viajes oficiales, ha viajado con él a bordo del Marine One y se ha asegurado de que esté en la lista de invitados a las cenas de Estado.
“Estoy muy orgulloso de mi hijo”, declaró hace poco el presidente a la prensa.
‘La bendición más grande de la vida’
El presidente ha trabajado durante el último medio siglo para que su apellido sea sinónimo de valores familiares y lealtad. La fuerza de su personaje político, que hace hincapié en la decencia, la familia y el deber, fue suficiente para derrotar a Trump la primera vez, y tendría que mantenerla intacta si Trump es el candidato republicano en 2024.
En una proclama emitida con motivo del Día del Padre, Hunter Biden aclaró que su padre le había “enseñado que, por encima de todo, la familia es el principio, el medio y el fin, una lección que he transmitido a mis hijos y nietos”. Añadió que “la familia es la mayor bendición y responsabilidad de la vida”.
Desde que llegaron a la Casa Blanca, el presidente y Jill Biden, la primera dama, han centrado su vida familiar en torno a sus nietos y les han brindado los beneficios que conlleva vivir en estrecho contacto con la Casa Blanca.
Naomi Biden, de 29 años, es la hija mayor de Hunter, fruto de su primer matrimonio, con Kathleen Buhle, que terminó en 2017. Naomi Biden se casó en el Jardín Sur de la Casa Blanca el año pasado con un vestido de Ralph Lauren que ella definió como el producto de sus “sueños americanos”. Ella y sus hermanas han hecho viajes por todo el mundo con el presidente y la primera dama. Hunter Biden se casó con Melissa Cohen en 2019. Su hijo menor, que lleva el nombre de Beau y nació en 2020, es fotografiado con frecuencia con sus abuelos.
En abril, el presidente relató a un grupo de niños que tenía “seis nietos. Y estoy loco por ellos. Y hablo con ellos todos los días. No es broma”.
Pero el presidente aún no ha conocido ni mencionado públicamente a su otra nieta. La Casa Blanca no ha respondido a las preguntas sobre si la reconocerá públicamente ahora que se ha resuelto el caso de la pensión alimenticia. Simpatizantes del expresidente Donald Trump llevan camisetas que hacen referencia a Hunter Biden durante un mitin en Martinsburg, Pensilvania, el 26 de octubre de 2020. (Al Drago/The New York Times) El presidente Joe Biden con el hijo menor de Hunter Biden, Beau, mientras llegan a la Base de la Fuerza Aérea Andrews, en Maryland, el 16 de agosto de 2022. (Haiyun Jiang/The New York Times)