No me han echado
y ya me estoy yendo
A. Dolina
Como en pocos artistas, es evidente que toma algunos de los temas recurrentes de su poética y los desarrolla a nivel filosófico. En el caso del tema del abandono, es muy evidente en la opereta y en el Libro del Fantasma o sus libros posteriores, Bar del Infierno y Cartas Marcadas, pero atraviesa diacrónicamente toda su obra, en especial el programa.
La fundamental preocupación en el caso de este tema es, como siempre que no es el amor, la muerte, y es así que Dolina reserva reflexiones de carácter metafísico para esos abandonos inevitables que conforman la muerte de los seres amados y la sensación de injusticia, impotencia y rabia con la que deberemos vivir desde ahí en lo que nos falte de tiempo y estético/éticas para el sucedáneo de muerte que configura el abandono por parte de la mujer amada.
Por otro lado, es en este tema donde se observa quizás una mayor coherencia en la obra de Dolina, porque pueden trazarse registros coherentes con lo que sostiene hoy en día desde sus notas en la revista Humo®.
Metafísica rebelde o la mortalidad con despacho en disidencia
Con respecto a la muerte es obvio el horror con que encara los marcadores temporales como los cumpleaños -"no es una buena noticia el paso del tiempo"- y, contra lo que se podría suponer, no se trata de la misma motivación que lleva a vedettes en decadencia a someterse a innumerables torturas de resultados inverificables para ocultar el sol con un dedo, sino que junto con el inexorable envejecimiento vienen las que realmente duelen, como él mismo dijera; no es la pérdida del vigor, que quizás siga ahí, es la de los seres queridos que uno siempre quiere tener consigo, y el recordatorio eterno de que vivimos bajo la misma espada colgada de un pelo de caballo, y cada aliento puede ser el último, aún cuando, al decir de Borges, mientras respire todo ser humano corre el albur de ser el primer inmortal.
Es claro que Dolina se desdobla en un profundo vitalismo romántico en lo existencial, su apreciación por el arte, su defensa del amor en tanto que experiencia física y no de ideal platónico, y en un clasicismo formal en cuanto creador, lo que se expresa en sus canciones (sus tangos son, como "El tango de la muerte", existencialistas, serían los favoritos de Sartre) y sus libros, que abandonaron el rasgo predominantemente humorístico de sus obras mas tempranas como Crónicas del Ángel Gris (1).
Esta ética es estética
En la micropoética de Dolina hay dos factores que resaltan especialmente, y que es un alto aprecio, desde la estética por el concepto de la complejidad en el arte, y un compromiso irreductible con ciertas actitudes éticas vinculadas a una moral heroica. Y es quizás único en él la peculiar manera en que ambos conceptos se imbrican.
En cuanto a la complejidad, basta tomar como ejemplo Cartas Marcadas, un libro en el que todo transcurre bajo un denso manto de niebla, y que los personajes transitan varias épocas sucesivamente, mientras los capítulos (designados por un naipe de la baraja francesa) se suceden.
Además, el texto está lleno de aspectos más o menos ocultos, como las citas literarias, como el hecho de que las brujas se llamen Bevill'aqua (una alusión a las novelas de Michael Burt, en las que los adeptos del diablo tienen apellidos referentes al agua) o las referencias a su propio universo ficcional, como el protagonismo de los hombres sensibles de Flores: Jorge Alen, Bernardo Salzman, Ives Castagnino o Manuel Mandeb (2). A medio camino entre el indicio y lo explícito, un texto se va formando con palabras tachadas, y empieza con el nombre del propio libro, en un juego de cajas chinas.
Más ocultas, otras como el nombre de un mozo (Mansilla) que alude a un mozo real del café Tortoni, o el hecho de que el elemento desenlazante (un aspecto romántico de Jorge Alen) se ubica justo en la división del texto que marca la proporción áurea, que Dolina identifica como los helenos (y actualmente los científicos también) como una magnitud esencial de la estética del Universo.
Los temas de complejidad, un enfoque tanto poético (de creación artística) como hermenéutico (de análisis), Dolina los fundamenta en sus lecturas de amplísimo espectro, pero que cubren pensadores esenciales como, entre otros, Jorge Bosch y Jorge Wagensberg.
Como se ve, por los ejemplos anteriores (y se da tanto en su música como en el programa de radio) es impensable productos de Alejandro Dolina que carezcan de niveles de profundidad, y en los que - por ese aprecio que el autor tiene por la complejidad - las relaciones entre los elementos que los componen son tanto o más importantes que los mismos.
Un aspecto importante es el efecto iterativo del juego de la autorreferencia de Dolina, que se ve - principalmente - en el programa de radio, pero que también está en las otras obras, como el hecho de que en el libro El Bar del Infierno haya un contador de historias, hipóstasis del propio autor (que en la versión teatral lo encarnó, para más similitud). Por lo anterior los oyentes frecuentes comparten códigos que por su repetición causan un efecto humorístico que se pierde en los recién llegados. Por ejemplo, oraciones como "¿Quiere pasar a lavarse las mismas?" (por las manos) o que cada vez que pronuncia la palabra "este" su partenaire le pregunte "¿Cuál?" o tantos otros elementos que ya son verdaderos sintagmas del programa, porque en la construcción del humor funcionan con estructuras predefinidas, como podría ser el caso del ojo que el protagonista de la historia pierde pero que sigue viendo, o las berlinesas que ruedan por el cine. Fuera de la diégesis de una historia dolineana son carentes de sentido, pero en el programa funcionan como elementos teatrales (3).
Vemos que un defecto en el que el programa no cae es en la solemnidad; uno podría, si se habla de la profusión de elementos como los reseñados, suponer que se trata de un artista muy serio y, si bien lo es en cuanto al cuidado de la calidad, no lo es en cuanto a que lo irreverente - incluso como estrategia de rebelión contra la muerte (4)- domina el espíritu del programa, lo que llevó, incluso a que ciertos círculos auto percibidos como "intelectuales" no le den a Dolina, que es más que justipreciado por los verdaderos, el lugar que se merece. Un hecho que le ha jugado a veces en contra es su éxito radial, que ha trascendido a Argentina, llegando a Uruguay, España y otros países, ya que para ciertos académicos, lo masivo es sinónimo de baja calidad, sin que les preocupe la petición de principio.
Dolina es un intelectual por derecho propio, un gran artista y un hombre mediático de alcance tremendamente popular, y no es una opinión; la forma en que llena teatros es un indicador objetivo de lo segundo, mientras que el aprecio que le han manifestado artistas y académicos de primer nivel como Antonio Carrizo, Joan Manuel Serrat o el propio Jorge Dubatti lo son de lo primero.
Decíamos antes que estamos ante un artista primordialmente vitalista, y esto se ve en sus criterios éticos, que se emparentan más con los ideales heroicos, privilegiando la alta apuesta, el riesgo, por la jugada a pares y nones típica del burgués que prefiere una vida cómoda y larga antes que una corta y heroica, sin entender jamás la apuesta de Aquiles.
Por lo anterior, el amor, en su versión más carnal y sensual, es un valor que permea su creación, y que lo ha hecho más conocido quizás que otros aspectos, en especial por una frase que no dijo.
En efecto, es conocida la frase que "todo lo que un hombre hace lo hace para ganar minas" pero ésta proviene de un dibujo de Caloi (que incluía una caricatura de Dolina en forma de busto de filósofo griego) y no del propio Alejandro.
Uno podría pensar que lo que mencionamos en los párrafos anteriores lo convertiría en un hedonista, pero, si bien no es ajeno al hedonismo, la adhesión al ideal romántico que - si bien ha declarado preferir siempre la peor de sus novias al mejor de sus amigos - incluye no fallarle al que precisa, lo sagrado de las deudas de juego, no ser obsecuente al poder y - dentro de lo noble - jugar siempre enfrentado a las instituciones.
Una última salvedad, y es que preconiza la necesidad de que el hombre - tanto como enamorado, amigo o artista - se aparte del "hombre masa" de Ortega y Gasset, y se acerque al hombre noble, entendido no como el lechuguino que colecciona apellidos patricios, sino como el que se ata por voluntad a una instancia superior - un código moral, un ideal, etc . - y vive por esas reglas, que nunca son las de la sociedad de consumo, que ama más que le agranden el combo antes que conquistar el Asia.
Así, leamos sus libros, escuchemos sus discos, oigamos el programa; no hay mejor manera de olvidar, por un par de horas, que somos mortales, que no hay manera de evadir la muerte, pero que, igualmente ante esa inevitabilidad, como el Maestro enseña, podemos resistirnos siendo mortales, pero con despacho en disidencia.
Bernardo Borkenztain
(1) En la que estaban presentes pero no como rasgo esencial.
(2) Apellido que toma del estrecho de Bab el Mandeb entre el Mar Rojo y el Océano Índico.
(3) Es que el programa La venganza será terrible cuando funciona con público es un auténtico espectáculo teatral, cumple con todos los elementos propuestos por el Dr. Jorge Dubatti a tales efectos, en especial el más importante (a nuestro juicio) que es el convivio entre artistas y espectadores.
(4) Leer las maravillosas "Instrucciones para abrir la caja de jabón Sunlight" del Libro del Fantasma