Las empresas generalmente tienen que pagarle a alguien para que mantenga limpios sus espacios de trabajo, pero en las tiendas de la Calle del Mar, donde se concentran las principales joyerías en la capital de Sri Lanka, sucede lo contrario: imponen una tarifa para permitir que las personas limpien sus instalaciones.
Esta realidad ganó difusión global recientemente y un poco por casualidad, gracias al periódico hongkonés South China Morning Post, que días atrás publicó un documental acerca de un adicto a la heroína que sobrevive en las calles de Colombo.
El documental incluye un pasaje donde Mavin, de 47, muestra uno de sus "rebusques" para ganarse el sustento. Para costear su adicción y la comida, el hombre limpia los baños de las joyerías en la Calle del Mar, la que define con acierto como "la calle más preciosa de Sri Lanka". Allí se concentran las orfebrerías y joyerías más importantes del país. Y no solo no pagan a personas como Mavin por la limpieza, sino que les cobran
La situación parece carente de sentido, pero para Marvin y otros limpiadores, sí lo tiene.
En el documental, Mavin explica que los orfebres que trabajan en esas tiendas inevitablemente desperdician pequeñas cantidades de oro, la mayor parte en forma de micropartículas. Debido a la transpiración, la mayor parte de este polvillo de oro se les pega en el cuerpo, así que cuando se bañan en la parte trasera de la tienda, todo este oro termina en el piso. Esa es la razón por la que hay gente dispuesta a pagar para fregar el suelo y quedarse con valiosa suciedad que recogen del suelo.
"Para limpiar un baño en la Calle del Mar, el limpiador debe pagar al propietario", cuenta Mavin en la entrevista. "Pago y no sé cuánto oro voy a reunir. Es algo así como una rueda de la fortuna, es impredecible", detalla.
Después de fregar cuidadosamente el piso del baño para atrapar las partículas de polvo más finas, los limpiadores toman la suciedad recogida y la lavan como lo hacían mineros de oro de antaño. La arena sobrante, que puede contener partículas finas de oro, se somete luego a tratamientos químicos para disolver todos los residuos no deseados.
El día que se filmó el documental, Mavin logró recuperar una pepita de oro de 0,6 gramos, que estimó que podría venderse hasta en 2.700 rupias (unos 14 dólares).
A veces gana menos que eso, otras más pero asegura que siempre ha obtenido alguna ganancia haciendo ese trabajo.
"Nunca he perdido nada, siempre he obtenido beneficios", dijo Mavin. "Puedo pagar una rupia y ganar diez, así que nunca he fallado en hacer este trabajo", sostiene.
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