Katalin Karikó -una de las científicas más destacadas del planeta en este momento por ser la promotora, junto a Drew Weissman, de la técnica en la que se basan las vacunas de Pfizer-BioNTech y Moderna- dijo que siempre había pensado en hacer algo útil para curar enfermedades, pero nunca había imaginado que sus investigaciones ayudarían a tantas personas.
En una entrevista con la revista La Mochila la investigadora húngara conocida como la "madre de las vacunas" habló de su vocación por "descubrir". "Siendo niña, recuerdo que me fascinaban todas las criaturas interesantes que me rodeaban en la naturaleza. Tenía solo cinco años cuando me trepé a un árbol alto para ver un nido de pájaros con mis propios ojos. Cuando encontré el nido con los huevos me dio curiosidad y empecé a hacer innumerables preguntas sobre la biología de los pájaros. Todavía tengo esta actitud como mi principal motivación para examinar y entender los hechos a mi alrededor".
Karikó nació en un pequeño pueblo de Hungría en 1955. Su padre era carnicero y, según ha contado en otras entrevistas, tal vez la profesión paterna haya tenido que ver en su interés por la biología.
En 1976, en Hungría, estuvo en contacto por primera vez con la idea de hacer que el propio cuerpo fuera algo así como un laboratorio de medicamentos, a través del ARN mensajero. El tema la apasionó y comenzó un doctorado para estudiar cómo podría usarse el ARN mensajero para atacar un virus. En 1985 viajó a Estados Unidos y continuó sus estudios en bioquímica, pero no fue sencillo. Ya se había casado y tenía una hija, y toda la familia emigró con ella. Como no era posible sacar dinero de Hungría en forma legal en ese momento, lo poco que tenía por la venta de un auto lo metió dentro de un osito de peluche de su hija y así logró ingresar con algo de dinero para sus primeros tiempos en el país que la recibía.
En los años siguientes a su llegada a Estados Unidos, recibió muchos rechazos a sus investigaciones. Hasta le llegaron a negar 10.000 dólares para continuar los estudios sobre el ARN mensajero. Sin embargo, no se desanimó.
A principios de la década de 2000 Karikó trabajaba en la Universidad de Pensilvania. Un día, en la sala de fotocopias, se encontró con Weissman, científico que estudiaba el virus del SIDA. Weissman escuchó lo que Karikó le dijo sobre el ARN mensajero y poco después estaban trabajando juntos. Ambos avanzaron en el perfeccionamiento de la técnica que hoy permite tener las nuevas vacunas.
Con la pandemia en curso, la investigadora sigue recogiendo información. Uno de los temas de interés es la vacunación de los niños que ha pasado a primer plano, por un lado, por su propia seguridad, y por otro, para evitar trasmitir la infección a personas que tienen mayor riesgo. "Hubo un estudio reciente con niños de 12 a 15 años, así que ahora tenemos datos disponibles sobre la seguridad y efectividad de la vacuna Pfizer-BioNTech en este grupo etario. También está en curso una prueba con niños entre 6 meses y 11 años. Basados en los resultados de este estudio, podremos confirmar si el programa de vacunación puede ser extendido con seguridad a todos los niños de 6 meses o más", dijo en una entrevista que saldrá publicada en junio en La Mochila.