En la cima de su carrera como comediante, Juana Molina decidió dejarlo todo y dedicarse a hacer canciones. El público que la seguía no se lo perdonó, y en sus primeros conciertos siempre había alguien pidiendo que representara uno de los personajes de Juana y sus hermanas.

Ante una música inclasificable, donde la experimentación sonora juega un papel fundamental, el medio local se mostró reticente. Fue el reconocimiento internacional que la catapultó, con la confesa admiración de músicos de la talla de David Byrne y los elogios de la crítica. 

Ahora, posicionada como una de las músicas argentinas con más proyección a nivel global, llega a La Trastienda para presentar Halo, su más reciente trabajo. Un disco atmosférico, cargado de texturas y ritmos hipnóticos, donde su voz se acopla como un instrumento más.

 

Teniendo en cuenta la cantidad de sonidos que hay en este nuevo disco, ¿cómo hacés para llevarlo al vivo?

Estuvimos trabajando como tres meses para poder reinterpretar todo lo que está. Esta vez, en lugar de que todo se centre tanto en mis loops, repartí un poco el trabajo. Medio que todos tenemos la misma responsabilidad. Diego López, Odín Schwartz y yo. Hay partes en que la base la hace uno y otras que la hace otro, y entonces yo quedo un poco más liberada. Fue difícil, pero no tan difícil como en Wed 21, porque en este disco los demás formaron parte del proceso del armado, entonces ya estaban más embebidos, conocían intrínsecamente lo que tenía que hacer cada uno y lo que tenía que sonar.

¿Cómo fue tu método de composición para Halo?

Cada vez que termino un disco digo "Bueno, ya está, no se me va a ocurrir más nada para el próximo", pero ya me di cuenta de que es una especie de característica que se repite después de cada disco. No puedo considerar como algo serio esa apreciación de "Uy, nunca más voy a escribir nada". Entonces me tengo que poner a trabajar. A veces programo un sonido que me gusta y ese sonido me sugiere una sucesión de acordes que después me sugieren una melodía. Y pienso "Ay, acá le podría poner este ritmo". Otras, lo más raro que pase, salen a partir de un ritmo, y después le voy metiendo como unos acordes o una base con una melodía. Lo que sí me pasa es que cuando me equivoco en una melodía, la melodía no me gusta, ese tema lo tengo que descartar, porque no hay manera de que se me ocurra otra, no me gusta y a la vez es irremplazable; es así la canción, fea, entonces la abandono.

Los temas suelen tener varias capas de sonido, ¿cuándo te das cuenta de que un tema está terminado?

Cuando ya no se me ocurre más nada. Primero grabo, escucho, cuando escucho se me ocurre otra idea, la grabo, me quedo haciendo esa parte, digo "Ay, qué linda". De repente, estoy escuchando y otra vez se me ocurre otra cosa, y así voy armando. De golpe todo eso se termina y empiezo a escuchar con más atención. Y digo, "Ay, no, pero esta parte", "Esto sería mejor que de acá le saque un compás". Ya empiezo a entrar en otro nivel de escucha y lo que hice empieza a fijarse. Y cuando empiezan a aparecer esos detalles más de forma, ya se van eliminando las posibilidades de que aparezcan más instrumentos o arreglos. Sin embargo, muchas veces tengo una canción grabada y de golpe, meses después, se me ocurre ponerle un bajo, un teclado y digo: "¿Cómo yo pensé en un momento que este tema estaba terminado sin esta parte que es clave?" Pero bueno, se me ocurrió tres meses después.

Llega el momento que estoy mezclando y que siento que a la canción no le falta ni le sobra nada. A veces sí, después de un tiempo siento que le sobran cosas. El tiempo va deformando todo y decantando; deformando y formando a la vez. Y muchas canciones son como canguros o como nosotros los humanos, nacen sin estar formadas del todo y están en el disco, pero después en el vivo cobran la forma definitiva. Inclusive algunas canciones no tenían letra y ahora tienen letra.  

Es conocida la historia de que abandonaste la actuación para dedicarte exclusivamente a cantar y componer. ¿Cuándo nació tu interés por la música?

En realidad, yo había empezado haciendo música y comencé a trabajar en televisión para poder dedicarme más a la música, tener un ingreso que me permitiera tocar más. Después quedé como atrapada en la televisión, sin querer, pero todas las canciones del primer disco, que salió después del programa, las escribí antes de la televisión. Eran canciones que tenían casi diez años ya.

¿Tener un padre cantante y una madre actriz te influyó a la hora de dedicarte a la música?

Seguramente. Es muy difícil igual, saber qué le habría pasado a uno si no le hubiese pasado lo que le pasó. Creo que por supuesto, sobre todo porque mis viejos escuchaban muchísima música todo el día, entonces había mucha información todo el tiempo dando vueltas.

¿Cómo surgió tu interés por la experimentación sonora? Tus primeros trabajos, como Rara, parecen seguir un camino más tradicional...

Fue gracias a Alejandro Franov, que una vez vino a ver un show mío hace mil años y me dijo: "Che, me gustan tus canciones, me parece que a vos te podrían gustar las mías". Y como era amigo de un amigo lo invité a casa y lo veo venir con un teclado. Y yo dije: "Ay, no, no, no, va a venir con esos sonidos inmundos". Vos tenés que pensar que habían pasado los 80, que le habían hecho un gran daño tímbrico al mundo, entonces yo tenía miedo de que entraran todas esas tímbricas a mi casa. Y me dije "Bueno, no importa, es solo una tarde, unas horas, que me muestre sus porquerías y después chau, no lo veo nunca más en mi vida y listo". Y empieza a mostrarme cosas y era todo lindo. "¿Qué teclado es este?" "Tal teclado", me responde. Le digo: "¿Y si me compro este teclado voy a tener este sonido?" "No, este sonido lo hice yo". Entonces ahí aprendí que además podés programar un sonido. "No, todos estos sonidos que vienen en el teclado son como muestras para que vos sepas lo que el teclado es capaz de hacer, pero vos hacés lo que querés con todo esto. No tenés que usarlo así como viene". Él me enseñó a programar sonidos y empezamos a grabar muchas cosas juntos. Y así se me abrió ese mundo que de otro modo jamás habría llegado a mí, quizás hubiese llegado de otro modo, con otra persona, pero se dio que fue él el que me abrió una puerta a ese mundo enorme e infinito que es la síntesis, el mundo de la síntesis que es extraordinario.    

Has mencionado a Eduardo Mateo como un músico importante para vos. ¿Qué es lo que valorás de él?

Las cosas que uno conoce desde chico las valora de un modo medio inexplicable, porque son cosas que te llegan directo al alma sin que haya un pensamiento que elabore el porqué y las razones. Podríamos decir, como decía él, que son razones locas, las que te hacen entrar a ese mundo. Yo era muy chiquita cuando mi viejo trajo ese disco en el que él participó, él cantaba coros en varias canciones de ahí. Lo puso y a mí me subyugó.  No sé cuánto tardó en subyugarme, pero creo que enseguida, inmediatamente. Hablo de Mateo solo bien se lame, porque yo podría decir que mi influencia de Mateo es ese disco, los demás los escuché ya de grande con otra cabeza. Ese disco es como la clave de Mateo para mí. Lo escuché muchísimo, muchísimo. Esas cosas que uno escucha de chico que no las analiza, como todo lo que escuchaba en esa época, y las raras cosas que tengo la suerte de que me pase todavía, que es cuando te llega un disco y te llega la música entera, como un resultado final. No te llega lo que hace el guitarrista, el bajista, la voz, es como un bloque de una cosa que te impacta. Para mí la música tendría que ser siempre así. Como ver una imagen y que te conmueva. Me parece que tanto los instrumentos como los músicos que los interpretan son medios para llegar a un resultado ulterior que es la música entera. Ya cuando empieza ese trabajo de "Uy, que buena la frase del bajista, "Mató acá el rulo del baterista", a mí se me cae a pedazos un poco todo, porque pierde lo esencial que es la emoción y la cosa directa.

¿Cómo hacés para mantenerte fiel a vos misma y a la vez innovar constantemente? ¿Qué es lo que hace que siempre estés moviéndote de lugar en la música?

El sufrimiento, básicamente. El sufrimiento de que nunca más voy a poder hacer un disco después de este porque no se me va a ocurrir más nada. Y cómo hago para no repetirme y que a la vez no sea algo que no sea yo. Entonces creo que en ese desafío, en esa búsqueda, en la dificultad misma está el hallazgo. En los últimos dos discos intenté no repetir ninguna de las fórmulas que usé en los discos anteriores, pero no creo que el resultado haya sido completamente diferente, creo que el camino fue distinto pero, como no dejo de ser yo, al final el resultado es parecido. Uno sabe cuando va por un camino que está bien. Muchas veces es como que uno al avanzar se va repitiendo en la vida, en las reacciones que uno tiene con los otros. Cada vez que alguien te dice algo vos en general tenés tal tipo de reacción. Con esas cosas que se van repitiendo uno va grabando un surco por el que va pasando y uno tiende a caer en ese surco y tiende a pensar que ese surco está bien, porque es cómodo, porque es lo conocido, pero a veces uno está equivocado y marcó un surco en un lugar del error y se evitó de caminar por una cornisa que quizás es más difícil, pero que a fuerza de caminar y probar por esa cornisa termina marcándose un surco en otro lado. Es eso lo que yo trato de hacer, de no caer en el surco que conozco, trato de desviarme, y al final llego a un camino un poquito más corrido. A mí me encantaría hacer un disco en donde nadie se dé cuenta de que soy yo. No sé qué va a generar ni nada, pero me encantaría hacer un disco que no se parezca a mí en nada, que se parezca a una parte de mí que esté en todas las partes altas de los surcos, que esté todo sin explorar, usar todo eso en lugar de todo lo otro; me encantaría, no sé si lo voy a lograr.

Juana Molina se presentará el próximo 4 de agosto, a las 21:00 horas, en La Trastienda. Las entradas están disponibles a través de Red UTS. 

Julia Peraza/ Montevideo Portal