La trilogía de Tierra Alta de Javier Cercas se cierra con El castillo de Barbazul, con un Melchor Marin que se enfrenta a los poderosos e intenta cerrar una historia que termina en una obra maestra.

En el marco de una entrevista conjunta en la que participó Montevideo Portal, Cercas habla de su personaje con admiración y respeto, lo mismo que genera él al conversar. Un hombre inteligente que logra interpelar al lector, atraparlo, conmoverlo y dejarlo con ganas de más.

El castillo de Barbazul se puede leer solo, pero es parte de una trilogía a la cual complementa y sublima. Melchor Marin cierra una etapa, pero si mañana vuelve, allí estaremos los lectores esperando.

Su creador comenzó hablando del vínculo actual que tiene con el personaje: “Mi relación con el personaje siempre ha sido muy buena y ahora quizás mejor porque el personaje en esta última novela muestra más sus luces que sus sombras. Nació con muchas sombras, con mucha oscuridad, con mucho dolor. Es un personaje capaz de cosas muy buenas, pero también de cosas duras, lleno de furia, y en esta última novela la parte luminosa predomina sobre la oscura. 

Yo he dicho muchas veces al igual que dijo o parece que dijo Flaubert: "Madame Bovary soy yo", bueno también podría decir "Melchor Marín soy yo", pero solo en lo malo. Lo bueno lo puso él, solito.

“El final es muy abierto y una de las preguntas que efectivamente es legítimo que se haga el lector es si Melchor Marín me va a leer y el corto circuito que podría ocasionar eso. Qué ocurre cuando tú mismo lees tu propia historia convertida en ficción”, comenta al autor tras referirse a las varias apariciones que él mismo hace en la novela.

"Los finales abiertos también son maravillosos y no pasaría nada si en un momento determinado cedo a la tentación de seguir"

La pregunta inmediata es si habrá algo más de Melchor Marin y la respuesta de Cercas es tan abierta como el final de la obra: ““Efectivamente aquí termina la trilogía que fue inicialmente planeada como teratología. Cuando terminé el primer volumen imaginé con detalle cuatro novelas o sea tres más la primera, solo que no pasaría nada si la trilogía termina acá. Los finales abiertos también son maravillosos y no pasaría nada si en un momento determinado cedo a la tentación de seguir y remato la historia atando muchos cabos que quedan sueltos”.

Porque no solo Melchor puede seguir, también está Cosette, su hija adolescente que cobra una fuerza arrolladora en esta instancia: Melchor es clave, también está Cosette, un personaje que queda como en el trampolín de una vida distinta. Ahora están muy de moda las guerras pues a las novelas les pasa lo mismo que a las guerras se sabe cómo empiezan, pero no se sabe cómo acaban.

Cervantes no sabía que iba a escribir una segunda parte, que por cierto es mejor que la primera y Francis Ford Coppola no tenía idea de que iba a hacer tres partes de El Padrino. Es lo que ocurre cuando creas un mundo en el cual los personajes están vivos. Humildemente creo que eso es lo más difícil que ocurra en la literatura, Cuando eso ocurre no sabes cómo matarlos”.

"Acabamos de darnos cuenta de un hecho capital en nuestras sociedades y es que la mitad de la humanidad le ha tenido el pie en el cuello a la otra mitad”.

No solo El castillo de Barbazul, sino todas las novelas de la Terra Alta tienen como tema central la violencia contra las mujeres. “Pero la violencia contra las mujeres es pura y simplemente una forma del abuso de poder. Una forma particularmente abyecta y presente en nuestra sociedad y particularmente importante ahora”, dice Cercas y agrega: “parece increíble porque acabamos de darnos cuenta de un hecho capital en nuestras sociedades y es que la mitad de la humanidad le ha tenido el pie en el cuello a la otra mitad”.

“Esto es un hecho desde que el mundo es mundo. Desde que el mundo es mundo, la mitad de la humanidad (los hombres) han tenido postergadas, apartadas, sometidas a una mitad de la humanidad. Yo siempre cito a Aristóteles, pilar de la cultura occidental. En La política, Aristóteles escribió "las mujeres son inferiores a los hombres". Y esto lo escribe porque toda su época lo pensaba”, agregó. 

La violencia contra las mujeres está presente en toda la trilogía: matan a la madre de Melchor, a la esposa y después el episodio de Cosette.  “No es una cuestión que yo haya ido a buscar”, dice Cercas. “Los novelistas no vamos en busca de temas, los encontramos o son los temas los que nos encuentran a nosotros. Yo me encontré con un personaje que es Melchor Marín, que desde la primera novela está asediado por esta cuestión. En la primera novela su madre es asesinada, su mujer es asesinada... esto lo lleva dentro como algo que lo define como persona. La oscuridad de Melchor Marín viene de allí. Su madre era puta, él nació en el peor barrio de la Barcelona metropolitana, a su madre la matan, él no puede soportar la violencia que se ejerce sobre las mujeres.  Cualquier persona decente cuando pone la televisión y oye que han matado a una mujer, le dan ganas de vomitar y de colgar al que lo ha hecho. Y Melchor Marín va y lo hace”.

En el mismo sentido, agrega: “Una novela al fin y al cabo no es más que un termómetro. Del mismo modo que mi mundo ha cobrado conciencia de este asunto, en mis novelas ha aflorado de manera natural. Las novelas no se escriben solo con la parte racional. Un poco esto ha salido de las tripas”.

"No sé si la literatura nos hace mejores personas. Pero si sé que nos hace más personas".

Tanto en su obra como en las conversaciones, Javier Cercas se refiere a libros y autores constantemente. En el caso de Melchor Marin, además de estas vinculado a los Los Miserables de Víctor Hugo, tras dejar la policía trabaja en una biblioteca.

Así lo cuenta Cercas: “Al final de Independencia, Melchor Marin hace un pequeño discurso en la entrega de premios del colegio de Terra Alta y en él dice entre otras cosas que "las novelas no sirven para nada, salvo para salvar vidas". Yo no sé si la literatura salva vidas, no sé si la literatura nos hace mejores personas. Pero si sé que nos hace más personas. En ninguna de las tres novelas está explícito que Melchor Marin sea mejor persona porque lee, pero lo que si está claro desde el primer momento es que a Melchor Marin la literatura le cambia la vida. Él es un salvaje, ha nacido en un lugar durísimo, hijo de una prostituta, padre desconocido, a los 16 años está trabajando para una banda de narcos colombianos y de repente descubre ya en la cárcel Los Miserables. Y allí su vida cambia. Horacio decía “fabula narratur”: la fábula habla de ti. Eso es lo que siente Melchor Marin al empezar a leer Los Miserables. Ese libro le pone un espejo delante, ese libro le muestra quién es, ese libro le descubre su vocación y le devuelve su propia existencia. Y a partir de allí todo cambia”.

"Todos los que hemos leído libros valiosos, nos han cambiado la vida"

“Una de las supersticiones de nuestro tiempo es aquella que dice que la literatura no sirve para nada, que es como la filatelia. Creo que eso es una tontería, creo que Shakespeare y Cervantes y Dostoyevski no son comparables a la filatelia. Tal vez la filatelia es comparable a las inanidades que escribe alguien, a los malos libros. Ceo que la literatura es muy útil, siempre y cuando no se proponga serlo”, amplía.

Y en la misma línea continúa: “Si la literatura se propone ser útil se convierte en propaganda o en pedagogía y deja de ser útil. Pero si la literatura es capaz de plantear los problemas más serios y de ir hasta el fondo de lo desconocido para encontrarnos luego como decía Baudelaire. Todos los que hemos leído libros valiosos, nos han cambiado la vida. Kafka hablaba en una carta muy famosa de aquellos libros que son como un hacha que rompe el mar de hielo que llevamos dentro, revolucionándonos por dentro. Eso son los libros de verdad. Y esos libros no son inútiles. La literatura cambia la realidad, la literatura cambia el mundo, pero no como lo cambia una ley, no lo cambia como lo cambia la política, ni como lo cambia la guerra. La literatura cambia al mundo cambiando la percepción del mundo de cada uno de los lectores. Eso es lo que hizo con Melchor, le cambió la percepción del mundo, le cambió el sentido de quién era”.

“Cuando digo que yo no fui a buscar el tema, lo que quiero decir es lo siguiente: ningún novelista o al menos yo, nunca me planteo la literatura como un instrumento para resolver problemas sociales. Creo que eso es un grave error. Nunca escribiría una novela para contribuir a resolver la guerra de Ucrania, para contribuir a resolver el problema de la vinolencia de las mujeres, para contribuir a resolver el problema de la deforestación del planeta. Para eso hay que escribir ensayos, para eso hay que hacer periodismo, para eso hay que hacer política. La literatura no opera de esa manera. Cuando decía que la literatura es útil siempre y cuando no se propone ser útil. me refería a eso”.

Y así lo percibe como escritor: “En mi opinión, la primera obligación de un escritor es ser fiel a las propias obsesiones, a los propios fantasmas. Si te obsesiona que un señor se levanta por el mañana convertido en escarabajo y eres Kafka, terminarás escribiendo La Metamorfosis y es un libro extraordinariamente útil que aparentemente no pretende serlo. En mi caso pura y simplemente, un día se me apareció este personaje y así nace esta novela”.

Es así como surgió Melchor Marín, en una anécdota que quedará para la próxima charla, pero con un inicio claro: “Básicamente lo que se me aparece es un personaje que es Melchor Marín y se me aparece en esta frase que es la primera frase del segundo capítulo de Terra Alta. “Se llamaba Melchor porque la primera vez que su madre lo vio recién salido de su vientre y choreando sangre exclamó entre sollozos de júbilo que parecía un Rey Mago. Su madre se llamaba Rosario y era puta”.

“Esta fue a frase que se me ocurrió y detrás de ella había un tipo que era hijo de una puta y había por aquí sangre, dolor y este personaje apareció así. Lleno de furia, lleno de dolor, lleno de deseos de venganza. Esta era mi obsesión y detrás de este tipo y detrás de mi obsesión apareció el tema de la violencia contra las mujeres que como decía es una variante del tema del abuso de poder. O sea, de cómo los ricos y los poderosos abusan de la gente que no tiene poder. Pero mi objetivo no era denunciar eso. El resultado es un alegato contra la impunidad de los poderosos y por lo tanto un alegato contra la violencia que se ejerce contra las mujeres. Es absolutamente legítimo leerlo así pero no era mi objetivo. Esto es una paradoja. Los escritores no obedecemos cuando escribimos a razones altruistas, obedecemos a razones egoístas. Obedecemos a impulsos irracionales, personales”, es como lo percibe Cercas.

"Lo que hacemos los novelistas es formular preguntas complejas de la manera más compleja posible y no contestarlas"

En esta novela, Melchor Marin tiene que tomar muchas decisiones y embarcarse en una cruzada peligrosa donde además arrastrará a parte de su grupo de amigo. El tema de la justicia está presente y así lo cuenta Cercas: “En cuando a la justicia, creo que en el fondo del tema verdaderamente central de estas novelas y no tiene una solución clara, unívoca, taxativa. Lo que hacemos los novelistas es formular preguntas complejas de la manera más compleja posible y no contestarlas. Nuestras respuestas son siempre ambiguas, contradictorias, poliédricas, tornasoladas. En el fondo la respuesta es la propia búsqueda de una respuesta”. 

Para Cercas, “Cada novela tiene que tener una pregunta central, en este caso estamos ante tres novelas que en el fondo son la misma novela. Son tres novelas distintas y un solo libro verdadero. La pregunta podría formularse así: ¿es legítima la venganza cuando la justicia no nos hace justicia?, es decir ¿es legítimo tomarse la justicia por la propia mano para evitar la impunidad?  Por cierto, todo el mundo ha sentido deseos de venganza y todo el mundo se ha sentido víctima de una injusticia. ¿Eso es legítimo? Mi respuesta que creo que hay que dar en una sociedad civilizada es "no, eso no es legítimo".  "Quien no respeta las formas de la justicia, no respeta la justicia”, dice un viejo policía en la novela. Y yo estoy de acuerdo”. 

Y parte de la idea, es que el lector se meta en problemas: ““Mi mayor deseo es que el lector, cuando acabe la novela, diga "de puta madre, nos hemos follado al hijo de puta del tipo este que era un canalla" y que luego diga "¿pero esto es legítimo o no?". La literatura es entretenimiento, es diversión. Una obra maestra no puede ser aburrida. Shakespeare es divertidísimo, Cervantes, los mejores... pero también lo que hace la literatura es crearle problemas al lector, desasosegarle. ¿Qué haría yo si un hijo de la gran puta como Matsson le hace a mi hija lo que le hace a Cosette y además sale impune de ello? Esa es la pregunta que yo le hago al lector. Y no le contesto. Le cuento una historia, le pongo un problema y además le hago simpáticos a los tipos que hacen algo que en realidad no se debería hacer.  Yo creo que eso es lo que hace la literatura. Esa es la forma de conocimiento de la literatura, Así debe ser útil, metiendo en problemas al lector”. 

La novela

Años después de lo ocurrido en Independencia, Melchor Marín ya no es policía: trabaja como bibliotecario y vive con su hija Cosette, convertida en una adolescente.

Un día, Cosette descubre que su padre le ha ocultado cómo murió su madre, y este hecho la confunde y la subleva. Poco después parte de vacaciones a Mallorca, pero no regresa; tampoco contesta los mensajes ni las llamadas de Melchor, quien, convencido de que algo malo ha ocurrido, decide plantarse en la isla en busca de ella.

A partir de aquí la novela se adentra en un laberinto absorbente, a la vez siniestro y luminoso, donde Melchor descubre que los seres humanos somos capaces de lo peor, pero también de lo mejor: que vivimos rodeados de violencia, mentiras, abusos de poder y cobardía, pero que también hay gente capaz de jugárselo todo por una causa justa. Astuta y felizmente disfrazada de novela de aventuras, 

El castillo de Barbazul acaba de desenmascarar las novelas de la Terra Alta como lo que son: el proyecto literario más ambicioso de Javier Cercas.

Editorial Planeta