Por Gerardo Carrasco
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Jaime Clara es conocido desde hace décadas por su desempeño periodístico en diferentes medios. Más recientemente se ha hecho sitio en el mundo editorial gracias a sus volúmenes de relatos y poesía. Menos conocida -aunque no ignota- es, sin embargo, su labor como caricaturista.
Obstinadamente, cada día publica una en sus redes sociales, para satisfacción de sus numerosos seguidores que las disfrutan por partida doble, dado que al acierto de sus trazos Jaime suma el empeño de homenajear - a veces rescatando del olvido- a figuras que tienen o han tenido destaque en el ámbito cultural.
Para Clara, 2020 arrancó como "el año de las caricaturas", pero ya todos sabemos que el año vino fallado de fábrica, se rompió nada más sacarlo del envoltorio, y hubo que conformarse con los fragmentos que quedaron.
Ahora, superado el estado de alerta sanitaria y transitando eso que denominamos nueva normalidad, los engranajes de la cultura vuelven a moverse y llega la hora de concretar los proyectos aplazados: inaugurar una muestra en el teatro Solís, y llevar a cabo la aplazada presentación oficial del nevo libro de caricaturas, que salió al mercado poco antes del confinamiento.
Desde los ojos de un niño
El interés de Clara por el género de la caricatura comenzó en la niñez, tiempos en los que también iba a "jugar a la radio" en una emisora de su San José natal.
En aquellos tiempos, su padre había sido destituido de su cargo como maestro de Primaria y se ganaba la vida trabajando en una tienda de electrodomésticos en Montevideo.
"Cuando volvía a casa traía diarios, y entre ellos aparecía algunas veces un semanario llamado Todo Fútbol , uno de cuyos responsables era un primo de él, Antonio Pippo", recuerda el periodista.
"Me acuerdo de estar leyéndolo o mirándolo, porque no sé si lo leía, y encontrarme con una caricatura de Atilio García", explica. El histórico ariete del Club Nacional de Football era el ídolo de los padres de Jaime, en un hogar donde "todos somos bolsos".
La ilustración en cuestión era fruto del lápiz de Baltasar De Rosa, "un caricaturista que dibujaba en la página editorial del diario El País e hizo unos de los primeros dibujos de la revista El Dedo", detalla.
Gregorio Álvarez
"Por alguna razón, esa caricatura me impresionó mucho, fue una cosa medio adrenalínica, quería copiarla, calcarla", cuenta, comparando su entusiasmo de ese momento con "el fanatismo con el que uno a veces sale de un recital y termina comprándose todos los discos del artista que vio".
Desde ese momento "me sedujo el tema de las caricaturas y empecé a coleccionarlas. Empecé con las de los diarios que traía mi viejo, y cuando nos mudamos a Montevideo se sumaron las que venían en los semanarios. Comencé a mirarlas con más atención, a querer copiarlas", algo que se transformó en "una rutina". De aquellos tiempos de acopio todavía conserva "algunos cuadernos" con los recortes de prensa.
Trazos iniciales
Tiempo más tarde, y al iniciar estudios de periodismo, esa afición infantil cobró nueva y mayor relevancia. Ahí comencé a verlo como veo como un género periodístico más", cuenta.
Así, y a partir de su incursión en el mundo del periodismo, tuvo la oportunidad de conocer y trabar amistad con el dibujante Rodolfo Arotxarena (Arotxa), un referente dl género en nuestro país. "Casi sin quererlo, termino metiéndome en el mundo de la caricatura", confiesa.
Para entonces, Clara ya había hecho dos muestras de caricaturas. La primera de ellas fue en 1990, montada en San José a instancias de un tío suyo. Para Clara, se trata de "unos dibujos muy torpes" en comparación con sus trabajos actuales. "Fue una primera muestra hecha un poco a la que te criaste, y funcionó como tenía que funcionar". Años después, en 1996, presentó su segunda muestra, esta vez en el desaparecido Espacio Cultural La Spezia, en Montevideo. Y si bien para entonces su lápiz había madurado, su trabajo en el género "seguía siendo una cosa muy errática".
A partir de ese momento, "decidí hacer caso", cuenta, recordando los consejos de "dibujantes clásicos" y gente entendida en la materia, quienes le recomendaban "encarar más seriamente una formación en el tema". Eso llevó a un proceso de búsqueda que no fue sencillo: en los talleres de artes plásticas querían enseñarle "de todo" para que luego él decidiera si quería o no decantarse por la caricatura, pese a que esa decisión ya estaba tomada desde un principio. Fue entonces que se produjo el providencial encuentro con el artista plástico Guillermo Fernández (1928 - 2007) "quien además de haber hecho ilustración para la prensa era un tipo muy abierto, divertido y al que le gustaba mucho el tema de la caricatura. Estuve con él casi diez años".
Luego, y ya sin la tutela directa de un mentor, comenzó una nueva etapa sostenida sobre dos pilares. El primero fue, "el hecho de la práctica", una constancia por dibujar de forma cotidiana que siempre mantuvo. El otro fue "la aparición de la tecnología, la tablet, que me permite aprovechar más el tiempo. No tengo que instalarme a dibujar como hacía antes, en un lugar con papeles y lápices. Con la tablet voy a cualquier lado y dibujo, mientras espero que me traigan la comida en el bar o que me atienda el médico en la mutualista. Es atractiva me permitió sistematizar mucho más el trabajo", refiere.
Técnicas y estilos
El cruce de las nuevas tecnologías con el viejo arte de la caricatura ofreció a Clara una nueva paleta de posibilidades expresivas.
Cristina Morán
"Abro la tableta la tableta y me encuentro con una aplicación que me ofrece 150 herramientas para dibujar, herramientas que yo obviamente no tengo en mi casa", cuenta. A modo de ejemplo señala que una de esas herramientas simula la pintura al óleo. "No pinto con óleo, pero conozco a algún artista plástico que creyó que algunas de mis caricaturas eran óleos auténticos. Sin embargo, si yo mañana en casa me pongo a pintar con óleos de verdad, va a ser imposible que logre un resultado similar como el que consigo en la tablet", explica.
"Tomémoslo como lo que es, una forma diferente de encarar la tarea artística, la tecnología tiene que ser un aliado, no algo a rechazar", expresa.
Más allá de las diversas técnicas y herramientas utilizadas y del ya largo camino transitado en el mundo de la Ilustración, Clara considera que todavía no ha alcanzado algo que pueda considerarse como un sello personal, pese a que lograrlo tampoco es algo mandatorio en el mundo del arte.
"Soy un gran consumidor de caricaturas y ahora, en Internet, tengo la oportunidad de ver mucho más material que antes. Pero en lo personal creo que todavía estoy buscando un estilo", considera.
"Ves una caricatura de Ombú, Sabat o Arotxa, y sabés que son ellos sin necesidad de mirar la firma. Creo que yo todavía estoy en esa búsqueda y que todavía no tengo el estilo, que no me lo encontré, no me lo crucé. Hablas con otras personas, observadores atentos, y dicen que sí lo tengo, que reconocen cierto estilo en esos dibujos, ya sean hecho en la Tablet, en papel, e incluso cuando los hago jugando en la radio, en el reverso de una hoja cualquiera. Eso me llena de orgullo, pero siento que lo estoy buscando todavía, aunque admito que, gracias a la regularidad con que dibujo, puedo estar cerca".
Cuídate de los idus de marzo
El sábado 14 de marzo de 2020, Uruguay ingresó en estado de alerta sanitara por la pandemia del nuevo coronavirus. Eso implicó la paralización de casi todas las actividades en el país, e impactó con singular dureza en el ambiente de la cultura, que fue uno de los últimos sectores en reiniciar.
Por entonces, acaba de salir al mercado el libro No está todo dicho, un recopilatorio de caricaturas que a su vez ya había sufrido alguna postergación no relacionada con virus alguno.
Washington 'Canario' Luna
"Hace cosa de tres o cuatro años, la editorial Planeta me había pedido un libro de caricaturas y yo no le encontraba la vuelta, no me entusiasmaba", narra el autor.
"Surgieron otros proyectos y el libro de caricaturas se fue postergando, hasta que, hacia octubre del año pasado, Daniela Bouret, entonces directora del Teatro Solís, me ofrece hacer una muestra de caricaturas homenajeando a personajes de la cultura, aprovechando que, por esa absurda autoimposición que cumplo a rajatabla de publicar una caricatura diaria en redes, rescato del olvido a muchas figuras de la cultura y especialmente del mundo del teatro uruguayo".
La idea era que esa muestra se concretara a principios de 2020. "Para mí fue algo increíble, nunca me o había imaginado", cuenta. Con la exposición decidida, "parecía que llegaba un buen momento para el libro, los dos proyectos se encaminan juntos, y desde noviembre se empezó a trabajar en ambos".
La muestra, llamada Clara a la vista se iba a inaugurar el 19 de marzo en el Teatro Solís y el libro se iba a presentar por esos días allí mismo". Sin embargo, cuando todo estaba listo y la muestra ya montada, la pandemia llevó al cierre de la sala, situación que se prolongó hasta agosto. En cuanto al libro, fue menester contentarse con un lanzamiento telemático.
Ahora, en el contexto de la nueva normalidad, la muestra se inaugurará el miércoles 19 de agosto. En la exposición pueden apreciarse caricaturas de personajes vinculadas al mundo del arte en general y del teatro en particular. En principio estará abierta al pública de martes a sábados de 14.00 a 18.00 horas, y con los protocolos sanitarios ya habituales. El dibujante señala que la muestra permanecerá "al menos hasta octubre" y que los horarios podrían extenderse si la evolución de la pandemia así lo permite.
En cuanto al libro, está a la venta desde fines de marzo, y es un producto editorial del que el autor está orgulloso.
"Nunca me lo habría imaginado tan bueno, con semejante calidad gráfica", admite, agradeciendo el buen trabajo de la editorial.
"Este es un país donde los caricaturistas tenemos una tradición, desde el abuelo de Menchi Sabat (Hermenegildo Sábat Lleó (1874 - 1931) hasta la fecha. Por eso, el hecho de llevar a libro este género que en Uruguay ha tenido tanto desarrollo, creo que es muy importante", concluye.
Por Gerardo Carrasco
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