Por The New York Times | Claire Cain Miller
Según un nuevo estudio del Centro de Investigaciones Pew, los padres estadounidenses se han percatado de que su trabajo es mucho más difícil de lo que esperaban. Y no solo tiene que ver con cómo se sienten —la crianza de los hijos es más demandante de lo que solía ser, según diversas investigaciones.
Ocho de cada diez padres de hijos menores de 18 años consideran que la crianza es agradable y gratificante la mayor parte del tiempo o todo el tiempo, según la nueva encuesta realizada a 3757 padres estadounidenses de ese grupo. Pero dos tercios también dicen que es más difícil de lo que pensaban que sería, incluido alrededor de un tercio de las madres que dicen que es mucho más difícil de lo que esperaban.
Los hallazgos reflejan otras investigaciones en las que se basan. En la actualidad, los padres dedican más tiempo y dinero a sus hijos que las generaciones anteriores (las madres que trabajan pasan tanto tiempo con sus hijos como las que se quedaban en casa en los años setenta) y sienten más presión para involucrarse en sus vidas. Según los economistas, estas exigencias han descolocado sobre todo a las madres con estudios universitarios y una carrera profesional. Al mismo tiempo, muchos empleos se han vuelto muy absorbentes y pagan a la gente mucho más por hora para que trabaje muchas horas y esté disponible en cualquier momento, pero eso tiene un precio.
La encuesta ayuda a describir algunas de las maneras específicas en las que la crianza de los hijos se ha vuelto más demandante y estresante (una tercera parte de los participantes dijo que era así todo o casi todo el tiempo).
Para empezar, las madres se sienten cada vez más divididas entre sus distintas funciones. Tienen más opciones más allá de la maternidad, en términos de educación y carrera profesional, pero todavía sienten la presión social de cumplir ciertas normas como madres.
En la encuesta del Centro Pew, solo una tercera parte de las madres afirmó que ser madre era el aspecto más importante de su identidad como personas. Sin embargo, también dijeron que se sentían juzgadas por su labor como madres por amigos u otros progenitores, más que los padres, y dedicaban bastante más tiempo que ellos al trabajo físico y emocional de la crianza. En los últimos años, la pandemia también obligó a muchas madres a convertir la crianza en su función principal, aunque no hubiera sido su plan.
“Las mujeres dedican más tiempo al trabajo y también se sienten menos culpables por ello”, afirma Robin W. Simon, catedrática emérita de Sociología de la Universidad Wake Forest, que realizó las primeras investigaciones sobre paternidad e identidad. “Las mujeres de cohortes anteriores que tenían trabajo no admitían fácilmente que ser madre no era lo más importante. No es que la identidad de madre sea menos importante, sino que es una identidad importante entre otras”, agregó.
Los progenitores de bajos ingresos y los de raza negra o hispana fueron los más propensos a afirmar que ser padres era lo más importante para ellos. También fueron más propensos a decir que la paternidad era agradable o gratificante la mayor parte del tiempo. Esto coincide con los resultados de que para muchas mujeres pobres, los hijos son “la principal fuente de identidad y significado”, como describen las sociólogas Kathryn Edin y Maria Kefalas en su libro “Promises I Can Keep: Why Poor Women Put Motherhood Before Marriage”.
La investigación también encontró que los progenitores de hoy sienten una enorme presión para educar a sus hijos e interactuar con ellos en todo momento, mientras que las generaciones anteriores pasaban más tiempo haciendo actividades de adultos cuando sus hijos estaban presentes. Aunque esta mayor atención solía ser una meta de la clase media alta, estudios más recientes muestran que personas de todas las clases creen que es la mejor manera de ser padres.
El Centro Pew encontró que en muchas ocasiones esto significa un mayor compromiso emocional. Casi la mitad de los encuestados afirmaron que educaban a sus hijos de forma diferente a como lo habían hecho sus propios padres y la mayoría de ellos dijo que la principal diferencia radicaba en la forma en que mostraban amor y entablaban relaciones con sus hijos. En respuestas abiertas, comentaron que querían criar hijos que sintieran el apoyo incondicional de sus padres. Eso significaba menos gritos y más afirmaciones verbales, muestras de afecto y conversaciones sinceras sobre temas difíciles. Según la encuesta, otra de las dificultades de ser padre en la actualidad tiene que ver con una nueva serie de preocupaciones sobre el bienestar de los niños. Los padres suelen preocuparse por esto, pero los temores han cambiado a lo largo del tiempo. Los llamados padres helicóptero de los años ochenta se preocupaban sobre todo por la seguridad física, como los secuestros y los embarazos adolescentes. Esas preocupaciones persisten, pero han sido sustituidas por otras relacionadas con la salud mental: tres cuartas partes de los padres declararon que les preocupaba que sus hijos sufrieran ansiedad o depresión o que fueran víctimas de acoso escolar
Los padres de bajos ingresos e hispanos, en particular los inmigrantes, eran más propensos a estar preocupados en todos los ámbitos, incluida la posibilidad de violencia. Cuatro de cada diez padres hispanos, y el mismo porcentaje de padres con bajos ingresos, dijeron que les preocupaba mucho o muchísimo que sus hijos pudieran recibir un disparo, en comparación con aproximadamente uno de cada diez padres blancos o con altos ingresos.
Las preocupaciones económicas eran otro motivo de preocupación. Los padres de hoy son la primera generación que quizá no supere económicamente a sus padres. Dicen que su principal prioridad para sus hijos en la edad adulta es que logren una independencia económica y tengan carreras que disfruten: nueve de cada diez padres mencionaron que esas cuestiones eran extremadamente o muy importantes para ellos.
“Quiero que sean independientes, ahorren dinero, inviertan en su futuro y se obsesionen con su propia idea del éxito y no la que tiene la sociedad”, mencionó una madre de 38 años.
Estas presiones para invertir más en los hijos podrían ser uno de los motores del declive de la tasa de fertilidad del país. Una madre de 41 años dijo: “Además, tengo solo un hijo en lugar de tres, como mis padres, para asegurarme de que tengamos suficientes recursos para actividades, clases particulares y bienestar orgánico”.
Los padres piensan en estas presiones cuando consideran las esperanzas que tienen puestas en la edad adulta de sus propios hijos. Solo uno de cada cinco padres dijo que una de las principales prioridades para el futuro de sus hijos era que crecieran y tuvieran sus propias familias. Un niño duerme en una carriola en Washington, el 24 de julio de 2022. (Kenny Holston/The New York Times).
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