Contenido creado por Federica Bordaberry
Cultura

Diez años sobre el recado

Gauchos, la exposición fotográfica de un uruguayo que terminó en Corea y en China

La colección de fotos de Luis Fabini bajo el nombre de Gauchos, ya estuvo en Corea y se dirige a ser presentada en China.

10.03.2022 21:00

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2022-03-10T21:00:00-03:00
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Por Federica Bordaberry

Hace cuatro meses que Luis Fabini volvió a Uruguay para imprimir una exhibición de fotos de su colección Gauchos en platino paladium. “Es la forma más noble de imprimir fotos, dura quinientos años y fue inventado a fin del siglo XIX”, dice el fotógrafo. Cuenta que a cargo de este proceso estuvo Darío Invernizzi, también fotógrafo. Armó un set de 33 fotos que ya están girando alrededor del mundo.

Estuvieron en la Fundación Corea y el 15 de marzo se colgarán en el Museo Nacional de Arte de Beijing, el museo más importante de China.

Fabini vivía en Nueva York desde el 2005, cuando Facundo Almeida, director del MAPI, le dijo que estaba interesado en mover Gauchos en otro formato. Primero, fue libro y ahora es exposición. Después de pasar por Corea y por China, la intención es que las fotos continúen viajando durante tres o cuatro años por distintos países en Europa, Asia, América, Australia.

Nacido en Montevideo en 1965, hijo de un padre uruguayo que era diplomático y de una madre peruana, recibió su primera cámara de fotos a los siete años cuando vivía en Lima con su familia. Se la regaló su padre, antes de cruzar los Andes hacia un viaje a la selva. Allí sacó lo que recuerda como su primera foto: la canoa de un indígena en un río.

Después de trabajar durante años en publicidad, llegó su primer trabajo autoral. “Con mi voz”, dice. Cuando murió su padre, cuando estaba harto de muchas cosas, conoció a un maestro zen en un retiro. Pensó: “él tiene algo que yo necesito” y fotografió la vida que llevó con él. Lo acompañó como asistente personal durante tres años por varias partes del mundo. Por Japón, por Brasil, por Francia.

De pronto, en ese viaje zen, se dio cuenta que su próximo proyecto fotográfico tenía que ser algo a lo que él estuviera vinculado. Decidió que serían los gauchos, ese mundo al que llegaba después de estar mucho tiempo fueras del país. Serían los gauchos y serían las manos curtidas que sostienen el mate, el olor a oveja en la parrilla, el olor a caballo y a cuero de recado y de rienda, ensillar por la noche, salir al amanecer, el tabaco armado.

Si elegiste una temática que se vinculara a ti, entonces, ¿qué son los gauchos para ti?

Los gauchos para mí son monjes, de alguna forma. Son un cable a tierra, en el sentido en que me fascina el hombre y la tierra, el ser humano y la tierra, el contacto del ser humano en la tierra. En este caso fueron los gauchos, un proyecto que laburé diez años, en un principio fue gauchos.

Los gauchos para mí fue un doble descubrimiento. Fue descubrir mis raíces, mi país, recorrer los caminos de tierra a caballo, a pata, en auto, el interior profundo. Fue descubrir todo eso que me fascinó, pero también fue descubrir mi voz como fotógrafo. Entonces, imaginate lo que significan los gauchos para mí. Fue una cosa muy fuerte, definitoria.

Incluso después de Gauchos pasaste a un proyecto mayor que incorporó al resto de América, Cowboys of The Americas, ¿cómo se hace para financiar este tipo de proyectos con todos los gastos que implica?

No tengo ni idea, no hay recetas. Yo he vendido fotos, me han apoyado fundaciones, me ha ayudado gente que se ha enamorado de mi trabajo, no hay recetas.

Yo soy un perro, yo no largo el hueso. Una vez que lo agarro al hueso lo trituro. Creo que hay algo mucho más importante que la pasión. La pasión va y viene, la perseverancia es lo que te lleva al otro lado. Me tomó 10 años de mi vida Vaqueros de América. Ahora estoy trabajando en otro proyecto que se llama Cosechas, que tiene que ver con mi madre, con Perú. Como mi madre es peruana, empecé a tirar de la piolita. Me empecé a meter en comunidades indígenas de altura, remotas, y empecé a fotografiar todo lo que tiene que ver alrededor de las comunidades. La foto siempre es la misma, la humanidad de las personas.

¿Qué tienen en común todas tus fotos?

Seres humanos. Aunque no solo eso. También estoy yo, Luis Fabini. Tiene mi visión. Lo que ves es la visión del fotógrafo. La fotografía no es verdad, eso es un gran disparate. Es un marco de la realidad, como un escritor, esa es mi visión. Me tiene a mí, es mi opinión. Una fotografía es una opinión.

¿Qué es lo que te fascina de fotografiar al ser humano?

Todo. Las contradicciones, la paradoja, también la distancia. No me gusta estar tan encima, me gusta mantener la distancia con gente para la que, culturalmente, soy de otro planeta. Pero amo esa distancia, la cultivo a esa distancia. Cultivo el protocolo trivial, el respeto, el medir al otro, tratar de entenderlo sin condena. Juicios tenemos todos, todo el tiempo. Todo es condena.

Uno se da cuenta que en una comunidad indígena hay cosas brutales porque la vida es brutal, porque la naturaleza es brutal. Es como que no queremos ver la realidad y, para mí en mi trabajo, en la fotografía, lo que más me gusta es la realidad. Creo que arrasa con lo que sea.

¿Cómo haces para captar la realidad de alguien sin que esa persona no sea consciente de que hacés eso?

Son conscientes porque estoy ahí. Eso es así, no lo cambiás. Pero el vínculo que creás, el tiempo que pasás con ellos, eso te hace sentir como que sos parte de. Como un surfista con la ola, es lo mismo.

No es que voy, estoy cinco minutos en un lugar, disparo quinientas fotos y me voy. Me quedo semanas, días, un mes, dos meses, vuelvo a los lugares un año después. Estás creando un vínculo, como cualquiera, respetando la distancia, tratando de entender, escuchando.

Los seres humanos tenemos muchísimas más cosas en común que de diferencias, seamos de la cultura que seamos, seamos del continente que seamos. Todos tenemos pareja, todos tenemos hijos, todos tenemos amigos, enemigos, amantes, lo que fuera. Siempre va a haber algo para hablar, siempre va a haber algo en común.

Cuando estaba fotografiando Gauchos, estaba en la frontera con un gaucho viejo que seguramente no sabía ni leer ni escribir. Le pregunté, entre mate y mate, ¿quién es el gaucho? El tipo se calla y dice “el gaucho es la tierra que pisa”. Esa frase para mí fue el detonante. Ahí dije “acá está el proyecto, vengo a fotografiar a un hombre y un caballo adaptado a su realidad, a la que crece, a su tierra”. Esto ya no es solo los gauchos, es todo América. Me llevó diez años porque las cosas llevan tiempo.

¿Cuándo decidís que está terminado?

Solo, salió solo. No es algo que tenés que pensar, te das cuenta solo.

¿Por qué elegís la técnica que elegiste? La fotografía blanco y negro, digital.

Ahora en digital, pero fue film. Fue película hasta 2010, 2011. Gauchos fue película. De un día para el otro pasé a digital.

Fue una cuestión práctica. Para mí no importa la cámara que uses, no importa si es película, si es digital, lo que sea, es una cuestión personal de cada uno. Lo que importa es el contenido, es tu voz, tu olfato, lo que te gusta.

Amo la luz. Algunos le dan más prioridad a la geometría, yo a la luz. Me parece fundamental. En mis fotos luz natural, no uso flash ni luz artificial, no me interesa, es mi forma. Nunca estudié fotografía, jamás. Las escuelas son para algunas personas, no para todas. En mi caso siempre me gustó probar y errar, equivocarme, le vas encontrando la vuelta y tu forma de decir las cosas.

Y eso que América es un continente con mucho color.

Igual saco a color también. Pero cada vez hago más en blanco y negro. El 70% de mi laburo es blanco y negro. En Cosechas creo que hice 70% a color, pero el color distrae. El blanco y negro, no. Te ayuda a shaping, a esculpir el carácter de una persona más fácil.

Ahora estás con un proyecto de fotografía de estudio, ¿cómo hacés para captar la esencia de alguien sin su contexto? Porque a los gauchos los tenías en lo suyo.

Es una cuestión intuitiva, de olfato, casi animal. Confió en eso. No tengo recetas, no tengo nada conceptual. Es como el zen. Un buen maestro zen no te va a hablar de filosofía, y no te va a hablar de lo que te pasa analíticamente, te va a decir que tu la espalda no está recta, la respiración no está en la buena cadencia, nada más.

Estoy atento a esas cosas bien terrenales, a la luz y a la composición. No podés estar atento de otra cosa. Si estás atento a otra cosa, la fotografía va a ser una cagada. La fotografía es composición y luz.

La intención de este proyecto de fotografía de estudio es hacer una radiografía de los uruguayos, ¿cuántas fotos son suficientes para eso?

Nunca sabés. Muchas. Por lo menos un año fotografiando todo el año. Por lo menos eso para un libro que tengo la intención de que tenga ochenta o noventa retratos. Para eso, tengo que hacer por lo menos setecientos y ochocientos retratos. De ahí selecciono. Es así.

Todo es laburo. Es 95% transpiración y 5% inspiración. Para conseguir una foto icónica tenés que laburar. Yo hago cientos de miles de fotos por año. Para Vaqueros de América laburé diez años y si tenía quince fotos por año icónicas, estaba contento. Para eso tenía que romperme el culo todo el año. Es dedicación, perseverancia, te tiene que gustar laburar.

Y el contacto humano.

Sea un sujeto, un objeto, siempre trato de comunicarme. Siempre trato de involucrarme, siempre trato de encontrarle la vuelta para conectarme.

Me encanta conectarme con gente que es diferente a mí, que es completamente diferente a mí, que piensa diferente a mí, ideológicamente, políticamente emocionalmente. Gente que, de otra manera, capaz que ni saludarías en la calle.

Eso es lo interesante. Eso es lo que a mí me transforma como persona: ir al otro, las diferencias. No tanto las cosas en común. Las diferencias son las que más te humanizan.

Me imagino que, por contraste, cuando encontrás diferencias también encontrás algo universal en los seres humanos.

Exactamente. Yo me he hecho amigo de gente que en la puta vida pensé que me iba a hacer amigo. Si vas a la humanidad de la persona, si realmente te interesás por el otro, el mundo tiene una historia para contar. Si te interesás por eso, te vas acercando y vas conociendo más en profundidad. Se te va abriendo la cabeza.

Volviendo a la exposición de Gauchos en la otra parte del mundo, y en una cultura completamente diferente a la nuestra, ¿tienen el mismo valor para ti esas fotos después de quince años de haberlas sacado?

Tienen un valor distinto, sobre todo emocionalmente. Para un fotógrafo, el otro pilar fundamental donde más hay que laburar es en la edición, que pocos fotógrafos hacen. Generalmente, se la das a otra persona porque laburala cuesta. Cuesta mucho deslinquearte, o separarte emocionalmente de la foto.

Cuando sentís emociones en la foto, la foto no es buena porque estás pensando en aquel momento en que viste aquella mujer divina o a aquel gaucho a caballo. Al que va a ver tu foto en un museo o un libro le importa tres carajos eso. Yo prefiero quedármelo para mí, comento con mis amigos, pero la foto se hace de otra manera.

¿Te gustaría ir a ver qué pasa en ese encuentro cultural entre Occidente y Oriente?

Tendríamos que haber ido a Corea, pero por la pandemia no fui. Mo me desvela no ir. Siempre estoy pensando lo que estoy haciendo ahora, eso es lo raro. El trabajo adquiere vida propia. Quiero sacar una segunda edición del libro Gauchos con diferente tapa y otras fotos. Es como otra cosa que le agregás al ser fotógrafo, el cómo mostrás tus fotos: en un museo, en un libro. Yo estoy controlando constantemente. Escucho a los que saben, pero sé lo que quiero, y me gusta estar en todos los procesos de trabajo para exhibir, publicar.

Retrato de Luis FabiniFoto: María Pía Galvalisi

Retrato de Luis FabiniFoto: María Pía Galvalisi

Por Federica Bordaberry