Ya parece lejano ese 13 de marzo cuando, luego de semanas de espera, finalmente el gobierno confirmó la llegada del coronavirus a nuestro país.
Y no fue un caso, sino cuatro, así que el virus llegaba pisando fuerte a la Banda Oriental. Se rompía la ilusión de muchos de que en Uruguay no pasaban estas cosas.
Más allá de esto, pocas personas se habrán imaginado todo lo que iba a repercutir en nuestro día a día. El Montevideo Rock cuando se suspendió lo dejó en claro: la mayoría de los comentarios eran de sorpresa y absorción.
Incluso, de indignación. Era todo de golpe. Nadie lo esperaba. Era el primer augurio de lo que se venía.
Así las cosas, la primera conferencia, de todas las que vendrían – y todavía vendrán –, ese viernes a las 20, hora que, por lo menos durante el primer mes, uniría a toda la familia frente al televisor para ver cómo seguía todo.
Y se declaró la “emergencia sanitaria”. “¿No será mucho?”, seguían pensando algunos. Pero ya empezaban a darse cuenta de que no era un chiste.
Los tapabocas, antes tan denostados empezaron a verse con otros ojos. El alcohol en gel subió a precios astronómicos. El teletrabajo pasó de ser una opción a ser la primera opción, claro que no todos con la oportunidad de aplicarlo.
El aplauso a los médicos. El ruido del helicóptero del Ministerio del Interior. Los hisopados. El confinamiento. El distanciamiento social. La cuarentena. El primer muerto. Y los que vendrían.
Hoy, a más de cincuenta días del desembarco de la pandemia en Uruguay, ya nos cuesta recordar la realidad de “antes”. Nos acostumbramos a todo, o en eso estamos. Hasta nos parece “natural” no compartir el mate, aunque a mucho nos duele.
Y tener reuniones por Zoom o WhatsApp con la familia o nuestros amigos no nos parece más un delirio distópico, sino una forma de no sentirnos tan lejos.
Seguramente cuando todo termine volveremos a cómo vivíamos antes. De a poco nos olvidaremos, como tantas veces sucedió cuando vuelve la “normalidad”, de los cambios y por qué los hicimos. Y seguramente también, muchas cosas quedarán y esta experiencia que estamos viviendo – y sufriendo – precipitará muchas transformaciones que estaban al caer.
Lo que es seguro es que a todos nos dejará algo. Y que mientras la estamos viviendo está siendo una “realidad aparte”, diferente. Algunos dirían impensada. Otros, de película. Si hasta Gardel se puso tapabocas...
Fotos: Javier Noceti
Texto: Manuel Serra